Hace una década, Elon Musk sentenció en una conversación privada (hecha pública para escarnio de muchos) que Europa corría el riesgo de convertirse en un museo al aire libre. Yo diría que no se trata de ningún riesgo: es una descripción muy precisa del estado actual del Viejo Continente. Mientras el hombre más rico del mundo lanza cohetes, perfora túneles y reinventa la economía digital, Europa, y particularmente España, continúa perfeccionando esa pasmosa habilidad consistente en producir regulaciones, papeleo y asesores cuya función nadie entiende. No necesitamos convertirnos en museo; ya lo somos, y encima cobramos entrada.
La burocracia española es un robusto (resiliente, que dicen ahora los idiotas) ecosistema cuidadosamente diseñado para protegerse a sí mismo de todos los demás. Aquí no hace falta desburocratizar porque hay cientos de miles de familias viviendo justamente de ello. El "vuelva usted mañana" se ha transformado en un "espere sentado" y, la mayoría de las veces, en un "ni lo intente". Si Elon Musk intentara aplicar aquí lo de trabajar 100 horas a la semana para hacer en cuatro meses lo que otros, trabajando 40 horas, hacen en un año, acabaría perdido en alguno de los muchos registros públicos, pidiendo cita para dentro de seis meses so riesgo de cancelación. Es consolante comprobar que por todas las costuras políticas proliferan asesores de cuantiosos emolumentos por no hacer nada.
En España el asesor se ha convertido en parte principal de la mitología moderna, una especie de unicornio burocrático cuya función real nadie conoce. Ejemplos sobran. Ahí está Koldo García Izaguirre, asesor nombrado por Renfe con experiencia previa como socorrista en piscinas. Se convirtió en consejero de administración de empresas filiales del grupo ferroviario porque, al parecer, nadar bien es clave para la gestión empresarial. Luego tenemos al inolvidable Iván Redondo, gurú de la estrategia política, cuya habilidad consistió en crear frases grandilocuentes que no llevaron a nada tangible, pero que justificaron un sueldo estratosférico. ¿Y qué decir de Fernando López Miras, que nombró como asesora a su prima de 23 años? Al parecer, la juventud y el apellido son ahora competencias clave para planificar el futuro de la Región de Murcia.
Estos asesores son la cumbre de un sistema donde el mérito importa menos que la lealtad al partido de turno. Su tarea principal no es asesorar, sino justificar decisiones ya tomadas, escribir discursos que nadie escucha o redactar informes que acaban en cajones olvidados. Algunos ni siquiera tienen que disimular: el caso del primo de Abascal, contratado como asistente en el Parlamento Europeo, es un ejemplo de libro. Se presentó como asesor en temas internacionales, aunque su principal experiencia parecía ser organizar cenas familiares.
Mientras tanto, el ciudadano que intenta algo tan mundano como registrar una empresa o pedir una licencia de obras se enfrenta a un laberinto burocrático diseñado para frustrar cualquier iniciativa. La digitalización, en teoría, debería facilitar los trámites. En la práctica, añade una capa extra de confusión. ¿Quién no ha intentado entrar en una página oficial para descubrir que solo funciona con un navegador de 2010 y un certificado digital que caducó el año pasado? Si Musk intentara operar aquí, no solo se le atragantaría el sistema, sino que acabaría contratando a uno de estos asesores para que le explicara cómo sobrevivir. Claro que, siendo Elon Musk, probablemente acabaría despidiéndolo al día siguiente.
Y todo esto sucede mientras los problemas reales se acumulan. En lugar de simplificar trámites o reducir el peso de la burocracia, seguimos aprobando planes como el Estadístico Nacional 2025-2028, un monumento a la inutilidad con más de 200 páginas de anexos llenos de anglicismos como "dashboard de globalización" que nadie se molesta en traducir. El lenguaje técnico no se usa para aclarar, se emplea para desanimar y ofuscar. ¿Y los políticos? Ni leen estos documentos ni los entienden. ¿Para qué, si tienen asesores que tampoco los leen?
Y hablando de asesores, pocos lugares ejemplifican mejor el despilfarro que La Moncloa. Según datos de julio de 2023, el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, que incluye la Presidencia del Gobierno, contaba con 447 asesores. Este número ha ido en aumento desde la llegada de Pedro Sánchez al poder en 2018, cuando había 302 asesores, lo que representa un incremento del 48%. Para ponerlo en perspectiva, el primer ministro francés cuenta con 71 asesores, y el británico, con apenas 10. Es decir, Sánchez tiene 376 asesores más que su homólogo francés y diez veces más que el británico. Lo más intrigante es que un tercio de estos asesores, es decir, 145 personas, ya desempeñaron esta misma función con Mariano Rajoy. Algunos de ellos incluso ocuparon puestos de confianza con José Luis Rodríguez Zapatero y José María Aznar, acumulando más de dos décadas en La Moncloa.
¿Qué hacen exactamente estos asesores? El Consejo de Transparencia ha instado al Ministerio de la Presidencia a detallar las tareas encomendadas a cada uno de ellos, su currículum y cuánto cobran, pero la opacidad sigue reinando. Quizás redactan informes sobre el impacto del cambio climático en el consumo de croquetas en las recepciones oficiales o elaboran estrategias para justificar la próxima subida de impuestos como una medida ecológica. Lo único cierto es que su existencia es un recordatorio constante de que, en España, lo importante no es resolver problemas, sino crear estructuras que los perpetúen.
Algún día entenderemos en qué trabajan exactamente estos asesores de los que quiero hablar hoy en la primera columna del año. Quizás ese día descubramos que, mientras Musk se enfrenta a los dragones de la tecnología, nuestros héroes de despacho dedican su tiempo a decidir el color de las cortinas del próximo acto institucional. Pero, para entonces, España seguirá siendo lo que ya es: un museo de las extravagancias, levantado al aire libre, perfecto para admirar un pasado que ya nadie recuerda y que muchos se empeñan en reescribir, e incapaz de construir un futuro que no esté hecho de excusas, trámites interminables y cargos a dedo que solo sirven para mantener vivo el sistema que nos ata a la mediocridad. A eso, creo, lo llaman aquí gobernar. A lo de Elon Musk lo deben de llamar joder a todos el invento.