Estamos en verano. Las playas llenas, que hace calor, y más
que se van a llenar. De gente, claro. Dirá usted que es una irresponsabilidad. Y
estoy de acuerdo, pero no por el virus. No debería ir nadie: el mar siempre es bello
y solo pertenece a las sirenas, cuya armonía es consustancial al agua. No debería
permitirse el baño a los cuerpos deformados por el trabajo diario, suficiente
para hacer que los peces lloren (esto tan simpático no es mío: lo dijo Debussy;
guarden las garras afiladas). Obliguemos coercitivamente a los bañistas y a
quienes, en cualquier otro ámbito, no respeten los dos metros de distancia
física (la llaman distancia social, en fin…) con multas y abucheos y escarnios
y la foto en todos los portales, cuando no mamporros y una buena hoguera donde
reprender a todos esos fascistas, machistas, racistas, irresponsables, homófobos,
negacionistas y poco patriotas que no hacen caso de las verdades omnímodas.
Esto tan bronco no solo ocurre en España, como reflejó Goya.
Es el planeta entero lo que está exacerbadísimo. Pero aquí, como siempre, un
poco más. Y así no hay quien imagine el porvenir. Pero de ser algo, será polar:
de gélido y también de intolerante. Da igual que las encuestas reflejen nuestra
querencia por la conciliación y el consenso. La realidad se disfraza de valores,
pero, una vez despojada de disimulos, se muestra más sectaria y zafia que nunca.
Para comprobarlo no hace falta que acudan a las redes sociales, pueden echar un
vistazo a las actas de nuestra Cámara Baja y, ahora también, a las estatuas de
los parques y paseos, donde cagan las palomas y los idiotas que en el mundo son
(y son unos cuantos, cada vez más).
Y mientras el virus sigue, inasequible a nuestras tonterías,
los calores del estío han concitado que muchos organismos monetarios anuncien para
España perspectivas agoreras. Este pronóstico debería ser suficiente para que nuestros
prebostes trabajen como posesos. Pues no. Aunque tienen invenciones: Moncloa se
saca de la chistera una colección de economistas (anuncio sin chicha, rápidamente
oscurecido por la reunión de la CEOE) y el Parlamento sigue con su comisión reconstructiva
que tampoco sirve para nada, salvo para que algunos escriban documentos a la
altura de las redacciones de los críos de 2 ESO. Como los micrófonos no
descansan nunca, tampoco con la calor, se anuncian brotes verdes y rebrotes nigérrimos.
Todo ello en plena campaña de recolección de la infamia, que abarca no solo el
estío sino las cuatro estaciones.