viernes, 26 de junio de 2020

Estío exacerbado

Estamos en verano. Las playas llenas, que hace calor, y más que se van a llenar. De gente, claro. Dirá usted que es una irresponsabilidad. Y estoy de acuerdo, pero no por el virus. No debería ir nadie: el mar siempre es bello y solo pertenece a las sirenas, cuya armonía es consustancial al agua. No debería permitirse el baño a los cuerpos deformados por el trabajo diario, suficiente para hacer que los peces lloren (esto tan simpático no es mío: lo dijo Debussy; guarden las garras afiladas). Obliguemos coercitivamente a los bañistas y a quienes, en cualquier otro ámbito, no respeten los dos metros de distancia física (la llaman distancia social, en fin…) con multas y abucheos y escarnios y la foto en todos los portales, cuando no mamporros y una buena hoguera donde reprender a todos esos fascistas, machistas, racistas, irresponsables, homófobos, negacionistas y poco patriotas que no hacen caso de las verdades omnímodas.
Esto tan bronco no solo ocurre en España, como reflejó Goya. Es el planeta entero lo que está exacerbadísimo. Pero aquí, como siempre, un poco más. Y así no hay quien imagine el porvenir. Pero de ser algo, será polar: de gélido y también de intolerante. Da igual que las encuestas reflejen nuestra querencia por la conciliación y el consenso. La realidad se disfraza de valores, pero, una vez despojada de disimulos, se muestra más sectaria y zafia que nunca. Para comprobarlo no hace falta que acudan a las redes sociales, pueden echar un vistazo a las actas de nuestra Cámara Baja y, ahora también, a las estatuas de los parques y paseos, donde cagan las palomas y los idiotas que en el mundo son (y son unos cuantos, cada vez más).
Y mientras el virus sigue, inasequible a nuestras tonterías, los calores del estío han concitado que muchos organismos monetarios anuncien para España perspectivas agoreras. Este pronóstico debería ser suficiente para que nuestros prebostes trabajen como posesos. Pues no. Aunque tienen invenciones: Moncloa se saca de la chistera una colección de economistas (anuncio sin chicha, rápidamente oscurecido por la reunión de la CEOE) y el Parlamento sigue con su comisión reconstructiva que tampoco sirve para nada, salvo para que algunos escriban documentos a la altura de las redacciones de los críos de 2 ESO. Como los micrófonos no descansan nunca, tampoco con la calor, se anuncian brotes verdes y rebrotes nigérrimos. Todo ello en plena campaña de recolección de la infamia, que abarca no solo el estío sino las cuatro estaciones.


viernes, 19 de junio de 2020

Contadurías

En las Arribes del Duero esperan como agua de mayo a los madrileños. Con un par, que dirían los castizos. Si en Baleares aplauden a los alemanes conforme descienden del avión, en mi tierra creo que tienen preparados fuegos artificiales para celebrar el retorno de los de Madrid. Fíjense cómo estará la cosa que el mercado de los martes en la localidad más importante, Vitigudino (de donde tomó el nombre un otrora afamado matador de toros allí nacido), que arrastra a toda la comarca llenando calles y bares hasta el tuétano, apenas vislumbra ahora cuatro gatos mal contados: los autobuses comarcales no funcionan y los autóctonos motorizados, viendo que la cosa no está animada, optan por quedarse en casa. Y los bares: vacíos. Si Feijoo no quiere a los de Madrid, que vayan a las Arribes: les recibirán jubilosos.
Causa estupor que andemos tan absortos como obnubilados. Menos mal que el Gobierno anima la cosa con sus anuncios milmillonarios (parece la Lotería Nacional) y el avistamiento de brotes verdes (de nuevo la metáfora escondida del paisaje calcinado). Ahora, contar, lo que se dice contar, más bien poco. Y ese poco, mal. El “relato” dice que en España el virus solo mata de oficio y el resto de los muertos que han perecido durante la pandemia debió ser por culpa de un aire o el tráfico rodado (que dijo el otro). Luego nos quejamos de las trampas estadísticas en China. Acabáramos: en España, el Gobierno lo que sabe es contar cuentos chinos.
Qué haríamos sin ellos. El mundo es un lugar peor sin los veintipico ministros y su asaz indocto adalid, el mismo que un 21 de marzo balbuceaba frente a una cámara de televisión, con los ojos enjugados en lágrimas, diciendo que España era campeona mundial en conexiones a internet y que somos el tiempo que respiramos (sic). Me enternecía saberlo poético, lo admito, pero resultó un espejismo. No le debió hacer gracia aparentar flaqueza. Desde ese momento lo copó todo, junto a su encastado vicepresidente, porque los de las carteras, salvo alguna fugacidad presencial y el excepcional filósofo sanador, todos han estado desaparecidos en combate (en el combate contra el virus). No importa. Se erigió él solito, trasunto del Capitán Trueno, contra el infiel coronavirus en magnífico regidor y salvador notable (la nota se la puso él mismo) de, qué digo mil, qué digo diez mil: nada menos que de 450.000 almas. Quién da más en esta feria de la egolatría. Solo faltan el perrito piloto y la muñeca chochona. Y los muertos que no han contado, claro.

viernes, 12 de junio de 2020

Perfectibilistas

¡Qué oficio el de revisionista! Ojo: no confundir con el historiador cuyo revisionismo es concluyente para perfeccionar el conocimiento. Este es un revisionismo populista por parte de quienes solo descuellan pretensiones ejemplarizantes. En algún momento, el revisionista descubre ucrónicamente una impudicia histórica que los demás (eso piensa) no hemos querido advertir. Con suerte, si la chorr… el hallazgo es renombrado, como no se puede modificar el pasado (condición incuestionable), concitará voluntades hasta que algún irresponsable consienta que se destruyan o denigren los vestigios de lo que es, por definición, irreparable. Y si han de rodar cabezas (estatuas, tenores, cineastas, escritores…), tanto mejor: mayor ensoberbecimiento.
Este afán revisionista se sustenta en apotegmas gnósticos. O sea: escarban con las uñas hasta dar con un asunto a escarnecer. ¡Tolkien fue supremacista! ¡Cortés, un exterminador! ¡”Gone with the wind”, puro racismo! ¡Churchill, racista y borracho! Solo interesa un buen titular de Twitter. Lo de la contextualización histórica, con lo aburrido que es, ¿a quién le apasiona? La Historia humana está repleta de guerras e infamias, pero algún que otro acto insigne guarda. Da igual, prevalece el neopuritanismo, al menos para una parte de la sociedad, rancia y decadente, que llena la cabeza de datos para aparentar que piensa y que encuentra regocijo en jactarse del paradigma de justicia universal a que conduce su vocerío ultramontano. Creyéndose moralmente puros, sin saberlo devinieron ignorantes.
A mí los niñatos analfabetizadamente supremacistas (lo son) me importan un comino. Pero los demás, ¡cobardes!, callan dando por buenos los métodos fascistas de los antifascistas. Y, precisamente por callar, la película es descatalogada y la estatua pintarrajeada. Pues mire usted: yo no hinco la rodilla así me clasifiquen del Ku Klux Klan ni tacho de sensibilidad por las minorías lo que no es sino estúpida censura revanchista. Tanta desmemoria histórica se ha convertido en un ejercicio imbécil de reescribir por coj… por tuits cualquier asunto que se antoje inmoral a los ignaros ojos contemporáneos.
Estos “illuminati” que se creen con derecho a atropellar marrulleramente a quien no piense como ellos les daría una pared entera para que pintarrajeen en ella sus razones, que las pintadas son más cortas que un tuit  (¡qué descanso!). A ver qué cabeza explota antes: la suya por tener que argumentar o la mía por restringirme a los 280 caracteres de un tuit.

viernes, 5 de junio de 2020

Negrura racial

El conflicto racial en Estados Unidos sigue sin digerirse. La muerte de George Floyd (infectado de coronavirus) por Derek Chauvin (policía de Minneapolis) ha desatado una ola de indignación e ira en Estados Unidos, de costa a costa. Las consecuencias son escandalosas: toque de queda en 25 ciudades, saqueos y violencia callejera nocturna, miles de detenidos. Trump, bunquerizado en la Casa Blanca, incapaz de callar (cosa que tiene por costumbre) aprovecha la situación para vociferar barbaridades y atraer al votante blanco, absorto con lo que sucede en su país. Por mucho que increpe a alcaldes, gobernadores y manifestantes, su rol en esto es bastante irrelevante (cosa que le molesta).
Obama vivió disturbios similares. Los hubo tras la muerte de Michael Brown (18 años), en agosto de 2014, al ser tiroteado en un encontronazo con la policía de Sant Louis, Missouri. Dos años antes, en un barrio residencial de Florida, Trayvon Martin, un adolescente de 17 años, moría bajo por disparos de un “vigilante ciudadano” que se puso nervioso ante el joven de color. Racismo. Armas. Una combinación terrible. En el caso de Floyd, los destrozos de la pandemia, con su reguero de paro y pobreza, y una feroz polarización de la sociedad como estrategia tenaz del arrogante y ramplón Trump, han obrado el resto. Por cierto, ¿verdad que nos suena a los españoles esa estrategia como forma de gobierno?  
El racismo en Estados Unidos contra la población negra lleva años incrustado en otro problema mayor, el de la pobreza y el prejuicio social contra determinados suburbios y distritos de las ciudades estadounidenses. De hecho, si hablamos de ciudadanos negros asesinados en ese país, los datos del FBI son escalofriantes: el 90% mueren a manos de otros negros. La muerte en los suburbios es una cuestión endógena de crimen, narcotráfico y otros delitos. Pero contra esa violencia no grita el “Black Lives Matter” con sus pantallas en negro.
Estados Unidos lleva décadas dedicando una ingente cantidad de recursos para tratar de paliar estas cuestiones sociales, educacionales y de igualdad de oportunidades. En el homicidio de Floyd, la justicia estadounidense ha respondido certera y rápidamente. La maquinaria federal funciona. Lo que no funciona es la dictadura del vandalismo. Mientras tanto, aquí, en Euskadi, los de Bildu, justo quienes menos deberían alzar la voz contra la exclusión, han sido los primeros en apuntarse a denunciar la muerte de un hombre negro a manos de un policía blanco en Minneapolis.