Los hombres (los de sexo masculino) a lo
largo de la Historia hemos forjado situaciones de poder con respecto al sexo
opuesto. Estas situaciones han sido estudiadas con objeto de erradicarlas y
lograr un mundo más equitativo (lo prefiero a la igualdad, que no es obviamente
lo mismo). Tiene orígenes similares a otras situaciones dañinas como el
racismo. La aceptación implícita de que en la sociedad existen jerarquías y
desigualdades inevitables, conduce a pensar que uno mismo (y su sexo, o su
raza) es mejor que el otro. Si han perdurado a lo largo del tiempo ha sido, en
parte, por nuestra predisposición a englobarnos en colectivos para ser más
fuertes: uno solo no llega muy lejos.
¿Y si la injusticia sucede en sentido
contrario? Algunas de las medidas políticas actuales, de cuya buena voluntad no
hay duda alguna, tales como lo fueron las inmersiones lingüísticas o, más
recientemente, las cuotas y paridades hombre y mujer, son asumidas y defendidas
por muchos que rechazan cualquier tipo de injusticia. Pareciera que es
necesario integrar en nuestra estructura social un poco de esa injusticia
(desigualdad positiva, la llaman) para modificar las cosas y ponerlas en su
sitio.
Algo así le ha sucedido a la nueva presidenta
de la Comunidad de Madrid, mujer, quien ha sido ampliamente criticada por no cumplir
con las cuotas en su gobierno. Nuevamente el colectivismo, pero a la inversa.
¿No queda claro en la Constitución, en las leyes y directivas que existe igualdad
de derechos y responsabilidades sin importar sexo, fe o raza? ¿Hasta qué punto
es necesario imponer un ejemplo que bien está tanto si se escora el equilibrio
hacia un lado o el otro, una vez asumida que cualquier decisión no trata de
perjudicar a colectivo alguno sino buscar el beneficio común? Las mujeres, como
los ciudadanos de otras razas que viven entre nosotros, no son ciudadanos desvalidos
que necesiten el tutelaje del Estado de los gobiernos autonómicos. Solo del
cumplimiento firme y preciso de la ley. Resulta incoherente pensar que todavía se
nace esclavo y distinto y desigual ante la ley.
Existe el machismo (y el racismo). Es innegable.
Pero, ¿son problemas tan sistémicos como para que solo se puedan resolver de
manera sistémica, tratando a las víctimas como seres desvalidos necesitados de
sobreprotección? ¿No basta con hacer cumplir la ley? Los hombres también somos
responsables de que muchos de los problemas del pasado no atenacen a la mujer del
presente.