Hace
una semana, mientras dilucidábamos en qué fecha el monclovita convocaría
elecciones, algo mucho más minúsculo, en apariencia, estaba sucediendo. Para
muchos, la Opportunity, la sonda itinerante (eso significa la palabra “rover”) colocada
por NASA en Marte en 2004 (casi un año antes de que Queco naciera, meses antes
del nacimiento de Facebook), famosa por detectar esmectita (rastro de agua) al
abrir una zanja, murió. Para otros, entre los que me cuento, sucedió que NASA
dejó de intentar comunicarse con ella. En silencio permanecía desde junio,
cuando una colosal tormenta de arena abatió el planeta, oscureciendo la
superficie y cubriendo con tanta arena los paneles solares del robot que ni los
vientos estacionales del rojo mundo pudieron limpiarlos, como esperaban los
controladores en Pasadena. Su gemelo, la sonda itinerante Spirit, en la otra punta
del planeta, ya había dejado de funcionar en 2010 tras cuatro inviernos
marcianos y dos ruedas perdidas.
La
Opportunity no ha sido el único trasto humano merodeador por el espacio y otros
mundos. Solo en Marte se acumulan ocho hasta el deceso de la entrañable oportunidad.
Están varados en la superficie y allí permanecerán cuando un día abordemos el
planeta rojo con garantías de poder volver a casa, junto con otros chismes que acaban de
posarse o lo harán en breve. Porque resulta que Marte es la historia de un
empeño que no siempre se ha dignificado con éxitos como la Opportunity o el
Spirit, pero el empeño está ahí y seguirá estando. Lo mismo que la exploración
espacial: por el espacio interestelar va lanzado la sonda Voyager 1 hacia no se
sabe dónde, por no hablar de los aparatos espantajados en la superficie lunar o el monumental atasco orbital (y burocrático) de los miles de satélites
que allí orbitan alrededor de nuestro planeta.
El
cielo, y lo que hay allende, está repleto de misterios y enigmas, de ciencia y
tecnología, de descubrimientos y fracasos, y también de poesía, porque cielo es
lo que todo lo cubre y en ese todo se encierran también nuestras ilusiones y
sensibilidades. Muchos han llorado creyendo que el último mensaje de la
Opportunity (el pasado junio) fue “Me
quedo sin batería y empieza a oscurecer”. En realidad, el sentimentalismo
partió de un periodista científico, pero es entrañable saber que la especie
humana es capaz de sobrecogerse con estas cosas. La realidad es que afuera, en
el espacio, siempre está oscuro, con nosotros o sin nosotros en él.