Es
posible que el confinamiento de la población esté determinando que las cepas
más agresivas del SARS-CoV-2 (lo llamamos COVID-19, pero este es el nombre de
la enfermedad) se produzcan en los hospitales. Un virus desea dominar su
entorno y siempre elige tener más oportunidad de infectar. Si sucede, porque
hablamos de hipótesis, creo que el aspecto más crudo de esta pandemia reside en
el modo en que nuestro personal sanitario encara la aún intratable enfermedad
con máximo riesgo para su salud. Un segundo aspecto, del que quizá hable en
otra ocasión, reside en cómo el Estado de Excepción impuesto (¿por qué lo
siguen llamando de Alarma si sus medidas lo exceden?) se ha olvidado
literalmente de los niños, pero no de los perros.
Mas
volvamos al asunto de hoy. Para muchos, que un patógeno mute para volverse más
peligroso es lo que puede causar el definitivo fin de la humanidad. Pero no es
cierto. La mutación es consustancial a muchos virus y este no iba a ser una
excepción. Ahora que todos nos hemos vuelto epidemiólogos expertos, parece
banal recordar que el material genético del COVID-19 es ARN y no ADN. Tiene su
importancia. Este tipo de virus muta unas veces de forma neutral y otras de forma
dañina sin reparar los “errores”. Las que lo vuelven agresivo también lo
vuelven menos contagioso, porque obliga al enfermo a guardar reposo. Y los
virus para sobrevivir necesitan contagiar lo más posible.
Tampoco
es cierto que las mutaciones vuelvan ineficaces las vacunas que se encuentren. Otros
virus ARN como la fiebre amarilla, el sarampión o las paperas mutan rápidamente
y sus vacunas aún son muy eficaces. Investigadores italianos acaban de publicar
un estudio, respaldado por otros investigadores, que sugiere que este
coronavirus es relativamente lento a la hora de mutar. Esto significa que la vacuna
que se descubra podrá prevenir a la población durante períodos de tiempo
relativamente largos (este es el rasgo que, en mi opinión, más y mejor lo
diferencia de la gripe, un tipo de coronavirus que reorganiza rápidamente su
genoma y obliga a los investigadores a trabajar contrarreloj para decidir qué
cepas representarán la mayor amenaza cada temporada). En este sentido, una
noticia para la esperanza.
Como
al parecer aún no toca criticar al Gobierno, so pena de ser considerado traidor
a la patria, quisiera agradecer el trabajo del personal sanitario, cuyo 12% de
contagios es algo que debería hacer sonrojar (y dimitir, y pensar) a muchos de
nuestros prebostes, presentes y pasados.