Me
compadezco, muy sinceramente, de quienes, ora navegando por las melifluas aguas
del nacionalismo, ora alumbrados por la revelación independentista, se
consideran partícipes de la épica que cabalga a lomos de los hechos
diferenciales, que no son sino un puñado de fueros antiguos, reminiscencias
medievales despertadas del sueño de la Historia para mayor prodigalidad de su
hacienda, y -eso sí- una lengua. Poco
grano hay en ese pajar para tanto como se muele, o mucho ruido y pocas nueces,
que diría el Bardo de Avon, de cuya real existencia dudo.
Mis
hechos diferenciales son mucho más elocuentes. No necesito fueros, ni tampoco
naciones, bastante tengo con haber sido arrojado a una de ellas en el momento
de nacer y sin yo haberlo pedido, que resultó ser la primera de la Historia en
ser llamada así, nación, tras la cual vendrían todas las demás. No necesito
hacienda para ser diferente, porque estas tensiones con que los gobernantes se
empeñan en afear algo con dos siglos y poco más de vida, la democracia, nacen por
el peculio, que todo lo envilece, y luego por todo lo demás. Yo no necesito
nada para proclamarme independiente de todos ellos, de unos y de otros, que si
vivo conforme a sus normas es porque han exhaustado la faz del planeta de tal
modo que no hay lugar adonde ir sin que uno se los tope. Y qué grande alivio se siente cuando los
gobernantes son grandes hombres de estado, mas cuán inmensa es la tortura de
someterse al dictado de tantos mediocres como menudean.
Mis
diferencias no precisan un habla, ni siento envidia o rabia porque alguien
escribiera en otros tiempos una gramática para así otorgar a esa lengua la
universalidad que las demás para sí quisieran. Porque idiomas hablo, y también
matemáticas y música, y escribo con solvencia en varios de ellos, no en igual
equilibrio. Y todas me gustan y agradan. Y entenderme puedo hacerlo con
cualquiera, que no es obligado batallar cuando se juntan dos diferencias, ni
aplastar a la más débil, que siempre es mejor crear otra nueva, mezclada con
cosas de aquí y allá, sin humillar a ninguna ni dejarse llevar por la ira que
nace de la envidia o la frustración.
Soy
diferente. Y por mucho más que por ser gallego, vasco, catalán o lo que
sea. Soy diferente y me gusta mezclarme con otros que igualmente se saben
distintos, herederos de su Historia, y emprendedores de lo que el futuro
aguarda. Aunque contemplando las cosas que pasan, terror siento por ese futuro
venidero.