viernes, 27 de agosto de 2021

Laudo ab eremita

A principios de esta semana se quebró la cubierta de la rueda trasera de mi bicicleta. Bastante había aguantado por estas carreteras destrozonas de las Arribes. Ha sido imposible encontrar repuesto. La alarmante escasez de productos manufacturados que vivimos conduce también a este tipo de molestias. Me ha contrariado mucho acabar la temporada estival de pedaleo antes de lo previsto. Solo me quedan los paseos, pero está el campo tan asfixiado y las gentes tan antipáticas que, por no encontrarme con uno y con otros, prefiero quedarme en la penumbra de mi casa a leer. 

Es curioso el fenómeno de cómo las penosidades urbanitas, con sus avariciosos deseos de bienes, se trasladan eficazmente a los entornos rurales, desatendiendo con ello la primera norma de cualquier beatus ille que por tal se precie desde los tiempos de Horacio. Somos, en definitiva, unos hipócritas Alfios, moradores de la gran urbe que, por el beneplácito de una sombra y de unos manantiales susurrantes, ensalzamos la sencillez del campo aun sin querer de ninguna manera buscar acomodo en él. Hay quienes lo intentan, y con denuedo, pero el neorruralismo no es un estado anímico que perdure los suficientes otoños, con sus soledades y aburrimientos. Que se lo cuenten a los habitantes de Fago. 

Continúan vigentes las tres admoniciones de Thoreau: lo mal que nos alimentamos, la vulgaridad de nuestras vidas y lo analfabetos que somos. El tema de la nutrición merece un escolio aparte, pero que nuestras existencias se hayan constituido en antas de la ramplonería y la ignorancia se explica por sí misma. Dirija usted, caro lector, la mirada a cualesquier manifestaciones de la cosa pública y no observará en ella sino vocinglería repudiable e inculta que, por disponer de púlpito, se arroga el derecho, y la obligación, de iluminarnos a todos sobre cuál es el sentido teleológico de nuestra existencia. 

Hay quienes cultivan huertos en una simple maceta para saciar la sed de pureza y alcanzar el locus amoenus que finalmente otorgue sentido a la aflicción de lo mundano. Yerran. No en querer cultivar, sino en el tópico. El peligro no son la porquería de melocotones que nos venden, sino la basura intelectual que nos embuten constantemente. Sin prados jugosos ni torrentes cantarines, solo podemos asirnos, en medio del ruido político y del fragor combativo de las naciones, a la búsqueda de un eremitorio privado, repleto de lecturas y reflexión, donde, aun mal alimentados y vulgares, podamos aspirar a dejar de ser analfabetos.


viernes, 20 de agosto de 2021

Telurismo

Una vez que comienzo a pedalear por las Arribes, olvido que el mundo y el tiempo restantes existen o una vez existieron. Sospecho que cada año, por el estío, me envuelve el sortilegio del campo y el aire, el sol y la carretera, el esfuerzo y el dolor, que canta su nana silenciosa al ritmo de las pedaladas. Tal vez por ese motivo no me importa demasiado ni lo que está sucediendo en Afganistán, ni los incendios forestales, ni si el virus infecta más o menos. Agosto cierra la persiana todo el mes, o al menos la porción de tiempo que dedico a empujar la bicicleta con las piernas, y las noticias que suceden ahí fuera, en el espacio circundante que todo lo llena, se me antojan indiferentes. 

Me preocupa mi organismo, que es lo que ha de impulsarme por las carreteras sobre las dos ruedas cuyo siseo es lo único que podría molestar al monte. El domingo recorrí los primeros 40 kilómetros, esa ruta de toboganes constantes que se aleja de las empinadas revueltas de los Arribes, pero que resultan perfectos para acomodar los músculos. Por favor, qué padecimiento. Qué atroz martirio unir al esfuerzo el recuerdo martillador de aquel cuerpo que, nueve meses atrás, volaba por el asfalto y se arrogaba el derecho de cruzar cualesquier revueltas que se le antojase al espíritu que lo impelía. ¡Dónde quedó esa substancia fibrosa, altanera y envanecida que con orgullo le chistaba al mismísimo cañón del Duero! Pero, los días han transcurrido, y el pedaleo ha ido mejorando pese a encontrarse lejos de sus maneras óptimas. Como le espetaron a uno en la cara, dejándolo anonadado, denle tiempo.

Ya son dos los estíos que esta casa lleva existidos sin la presencia de ninguno de mis progenitores. Pareciera que sus muros y dependencias se resisten a admitir que nosotros, los que permanecemos, podamos creernos dueños y amos de sus secretos. El pueblo mismo, esa mezcla heterogénea de vecindades y corrales arrumbados, de añosas viviendas moradas por espíritus o humanos (al final, da lo mismo unos que otros), quiere mirarme con recelo porque sabe que soy extranjero. Quien lo ignora, soy yo. Tal vez sea que mi propia memoria está empeñada en desterrarme del terruño. Incluso tengo tiempo, sobre la bicicleta, de pensar qué sucedería si un día dejase de venir por aquí para siempre…

He de invocar un conjuro que desvele este telurismo que me inquieta. Porque en cada ruta que recorro pedaleando no dejo de contemplar los espectros de mi pasado y ni una sola de las circunstancias actuales que me envuelven.


viernes, 13 de agosto de 2021

Luz exosférica

El miércoles el sol emergió tras una franja ancha de polvo graso que se extendía por el oriente. Lo único que podía avistarse era una colosal, gruesa, densa faja de polvo iluminado, sin atisbo alguno del disco solar. Ayer, jueves, esa fosca calimosa aparecía atenuada y era posible contemplar un astro rey más humilde y sencillo, de contornos nítidos. Ninguna sensación de fresco en la moto a esas horas. El calor seguirá aumentando. Dicen que persistirán por un tiempo estas jornadas caniculares…

A causa de ello, por el día y por la noche, zumban los aparatos de aire acondicionado. Funcionan con electricidad, ese suministro cuyo precio, hoy mismo, está no por las nubes, sino en la termosfera, donde los transbordadores espaciales. Una parte del disparatado precio de la luz proviene del encarecimiento del gas que la genera: Asia demanda mucho, Filomena arreció en invierno, hay problemas de suministro y, por tanto, las reservas son bajas (cuanta mayor la carestía, mayor el precio). Otra razón se halla en las restricciones de emisión impuestas por la UE, lo que impulsa el precio de los derechos hasta la troposfera (cuanta mayor la restricción, mayor el precio). Centrales nucleares y de ciclo combinado (las que usan gas) generan similar cantidad de electricidad, siendo el precio de esta última la que marca el precio final (la más cara ofrece también mayores beneficios a las baratas). Finalmente, en la mesosférica factura de la luz figura el IVA y otros impuestos. 

En toda Europa, el precio de los mercados mayoristas de electricidad ha evolucionado de forma similar en el último lustro. La volatilidad proviene de traducir todo este batiburrillo al mercado minorista, que es el suyo o el mío. En España, el precio regulado es dinámico, caso único en todo el orbe europeo y donde se están produciendo las circunstancias más escandalosas. Alguien se está haciendo de oro especulando con un mercado regulado, y no son precisamente las eléctricas quienes vencen en esta partida (aunque les gustaría). 

El Gobierno podría hacer algo: tocar el IVA (pero anda necesitado de ingresos) y diseñar una estrategia coherente a largo plazo (de la que carece, como en casi todo). En lugar de ello, se dedica a culpar a los Gobiernos anteriores, a insultar a las eléctricas (UP es Gobierno, no lo olviden) y a sugerir horarios óptimos de planchado y lavadora. A esto, a teñir de socioemocionalidad las mates de los niños y a poner a caldo a los jueces que no les son afines, lo llaman gobernar. Arrieritos somos…


viernes, 6 de agosto de 2021

Enaltecimientos a la vasca

Es indignante la cantidad de franquistas que corren por las calles como conejos por el campo. Cuarenta y cinco años más tarde, muerto el dictador de franco nombre, enterrado dos veces sin que se haya advertido intentona de escapismo de su momificado cadáver, los simpatizantes del bajillo caudillo siguen siendo un problema de primer orden en este país y en esta tierra (España y Euskadi, elija usted el orden, las dos opciones valen).

Observo varios problemas en esto de convertir la Historia en leyes para el buen recuerdo. Por ejemplo, la desconfianza de nuestros legislativos hacia las gentes: quizá piensen que ninguno somos capaces de discernir lo que pasó tras la Guerra Civil (salvo ellos) y que vivimos al albur de las vocinglerías del exégeta de turno. Como si las décadas en democracia no hubiesen servido para nada. Pero una cosa es promover los esfuerzos por exhumar los cadáveres de quienes se enfrentaron a los sublevados y yacieron sepultados por ello bajo años de tierra y olvido, acto de reparación que todos hemos de celebrar, y otra imponer multas por enaltecer el decurso de un régimen ya periclitado. No es lo mismo decir "Gora Franco" (evidente exaltación) que "La sublevación de Franco fue debida al mal gobierno de la Segunda República". Ambas las rechazo, pero la primera es excluyente y la segunda sí invita a debatir o a seguir buscando en los libros razones para argumentar en contra de quien lo profiere.

Aunque resulte tópico recordarlo, en Euskadi se aplaude y encumbra a miserables asesinos aún vivos. Lo de "fomentar principios y valores éticos y democráticos, la dignidad de todas las personas, los derechos humanos, la cultura de la paz, la convivencia, el pluralismo político y la igualdad de género, frente a los discursos de la exclusión, la intolerancia y la negación" no parece entrar en contradicción con los aplausos en los ongi etorris hacia quienes mataron salvajemente a inocentes, incluso maniatados como estuvo Miguel Ángel Blanco. Para los aplaudidores, Sortu y compañía, es lícito celebrar la vuelta a casa de quienes han cumplido sus penas de prisión. Para las víctimas, casi todas ellas asesinadas durante una democracia mejor y más integradora que la propugnada por semejantes bestias humanas, se trata de una afrenta intolerable que goza del silencio (no sé si cómplice, traidor, interesado o simplemente estúpido) de quienes no dudan en imponer multas en defensa de una memoria que lleva décadas escribiéndose y analizándose en los libros de Historia.