jueves, 29 de marzo de 2007

Belleza vasca

Se ha premiado a una mujer donostiarra como la ganadora de un certamen de belleza. La belleza es en sí mismo un concepto esquivo y huidizo, al que no agradan las definiciones: esplendor de la forma que se manifiesta, agrado en los sentidos y deleite en el pensamiento… 

No importa el modo de retratarla a lo largo de los tiempos. Sea cual fuere la aproximación, siempre acabaron aunándose apreciaciones objetivas con otras más íntimas y personales y, por ende, subjetivas. No es fácil, en un sentido científico, decidir qué es belleza y qué no lo es. Muchas son las dificultades planteadas y el ser humano ha abordado la cuestión, a lo largo de los siglos, de muchas maneras. En la antigüedad clásica la consideraban como una cualidad de las cosas.

Para los antiguos griegos, nuestros antepasados intelectuales, las cosas bellas lo eran por estar absorbidas de armonía. Fue el análisis de esta armonía la que introdujo los actuales cánones de belleza, muchos derivados de la “razón aúrea”, una proporción entre las partes de las cosas, que aparece en disciplinas tan dispares como la anatomía, la botánica o la arquitectura. Siglos más tarde, el cristianismo adoptó la belleza como una manifestación de Dios. Algo considerado bello representaba una creación divina. La belleza material era externa, física o sensible. Una cualidad que, como bien todos sabemos, se marchita con el tiempo. Sin embargo, la belleza espiritual se consideraba imperecedera y asociada a cualidades como la bondad, el amor y la simpatía. 

El Renacimiento regresó a los cánones estéticos de la antigüedad. Se introdujo una concepción más naturalista de la belleza, consiguiendo ser la inspiración de numerosos artistas de la época. Con la modernidad desaparece la visión objetiva de la belleza y se comienza a subjetivizar. En el siglo XVIII ya se percibe la belleza de algo no por cómo es el objeto en sí, sino por lo que éste despierta en nosotros. Surge la idea del arte en toda su plenitud. Aparece una disciplina, la estética, que estudia e investiga el origen sistemático del sentimiento puro y su manifestación. El pensamiento humano trasciende su propia naturaleza para ocuparse, mediante un creciente número de ciencias, de las obras de arte que es capaz de crear. Cambia la orientación de los cánones, aunque se mantengan los principios esenciales de lo atrayente. Interesa la belleza no sólo ya por ser cualidad de lo bello, sino por los valores en ella contenidos. Y qué curioso. Los griegos elaboraron su propio concepto de belleza, pero nunca la asociaron al arte. 

En la cultura griega la belleza tenía un ámbito diferente más amplio, que abarcaba disciplinas como la ética y las matemáticas. Y la ciencia.

jueves, 22 de marzo de 2007

Escasez de agua

El 22 de diciembre de 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas resolvió que cada 22 de marzo, desde esa fecha, fuese declarado Día Mundial del Agua. De esta manera, se internacionalizaban las recomendaciones planteadas en la Agenda 21 de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Esta celebración debía suponer actividades concretas que fomentasen la conciencia publica sobre conservación y desarrollo de los recursos hídricos. 

Puede parecer obvio, pero estamos tan acostumbrados a la abundancia de agua, elemento que cubre el 72% de la superficie del planeta, que no nos damos cuenta de que solamente una porción muy pequeña es agua dulce. Nos cuesta advertir el maravilloso regalo que tenemos en este rinconcito del universo donde vivimos. La presencia permanente de agua líquida es vital para comprender el origen y la evolución de la vida en la Tierra. Si la posición de nuestro planeta en el Sistema Solar fuese más cercana o más alejada del Sol, las condiciones para el desarrollo de la vida serían menos probables. Porque todas las formas de vida conocidas dependen del agua. Nuestro propio desarrollo económico, industrial y social está muy vinculado a este elemento. Como consecuencia de ello, los recursos naturales se han vuelto escasos con la creciente población mundial y su carencia en algunas regiones habitadas del planeta es preocupación de muchas organizaciones gubernamentales. 

Resulta paradójico que algo tan imprescindible sea tratado con despilfarro. Parece que va a estar siempre con nosotros, atendiendo nuestras necesidades y exigencias, por ser inagotable. Afortunadamente, las cosas van evolucionando mucho. Antes nuestra inquietud no solía ir más allá de saber si llovía lo suficiente, porque rompe nuestra comodidad que corten temporalmente el suministro en tiempo de sequía. Afortunadamente, poco a poco ese proceso llamado concienciación, va calando como si de un xirimiri beneficioso se tratase. Lo cual es motivo de alegría. Indica que la sociedad, nuestra sociedad, cada vez interviene con más opinión en el estado de las cuestiones importantes. Y el agua, la generadora de vida, el elemento sin el cual nada de lo que conocemos existiría, es una de tales cuestiones. Y conviene dedicarle tiempo y reflexión a este asunto. 

En algunos círculos comienza a cundir la idea de que, en este siglo XXI, el mundo se enfrentará a una crisis masiva por el agua. Una crisis con potencial suficiente para ser tan devastadora como el cambio climático. Aunque, quizá, mucho más silenciosa.

jueves, 15 de marzo de 2007

Energía y futuro

Ya conocemos la noticia. El Consejo Europeo ha fijado el año 2020 como fecha límite para el cumplimiento de tres acuerdos muy ambiciosos en materia energética y medioambiental: 20% de energías renovables, 20% de reducción en las emisiones de CO2, 20% de aumento en la eficiencia energética. El veinte se transforma en una cifra mágica para objetivos que parecen tan optimistas como inalcanzables. Otros acuerdos anteriores, menos exigentes, e igual de importantes o más, como el protocolo de Kyoto, tampoco parece que se vayan a cumplir cuando toque hacer balance, allá por el 2012.

En cuestiones de energía y medioambiente, vivimos un presente de continuas intenciones, y dejamos para el futuro conseguir todo lo que no somos capaces de alcanzar ni hoy ni mañana. Por eso buscamos soluciones inmediatas, con la esperanza de que nos sirvan en ese futuro plagado de intenciones comprometidas. Me sorprende el eco social que, últimamente, y desde sectores muy dispares, viene escuchándose sobre la energía nuclear, incluso con la argumentación de sus bondades medioambientales.

En España, la energía nuclear de fisión produce una quinta parte de la electricidad que consumimos, a un coste muy competitivo. Es verdad que no emite gases de efecto invernadero, los causantes del calentamiento del planeta. Pero también lo es que utilizan los elementos químicos más raros y peligrosos: uranio y plutonio. Sus nombres producen pavor con solamente escucharlos. Podríamos declarar que las centrales nucleares son tecnológicamente solventes, pero científica y conceptualmente obsoletas. Aunque en un alarde de audacia científica, hemos depositado esperanzas en ser capaces, dentro de 50 años, de dominar la fusión nuclear, cuando quizá no lo logremos en un siglo. Porque esperanzas hay muchas, pero a veces da la sensación de que se emplea el poco dinero que hay para investigar en aventuras insostenibles.


Busquemos tiempo para la reflexión, al menos. Quizá todo este debate se haya centrado en los efectos, desatendiendo las causas. Y son fáciles de entender. La humanidad presenta cifras alarmantes de consumo energético. Nuestra calidad y nivel de vida dependen íntegramente de la capacidad que tenemos para abastecernos con energía eléctrica. Por eso nos atrevemos incluso a consumir, a raudales, los recursos energéticos de generaciones posteriores. Disponemos de políticas de ahorro energético, impulsos al uso de energías renovables, fomento del empleo de tecnologías limpias, medidas de respeto al medio ambiente. Pero, al margen de estas consideraciones, lo que sí tenemos, lo que compartimos todos, es una inagotable voracidad para consumir energía, provenga de la fuente que provenga. Limpia o no.

jueves, 8 de marzo de 2007

Mujeres

Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer. Hace exactamente 150 años un grupo de mujeres se manifestaban por las calles neoyorquinas. Eran todas obreras de la industria textil, donde las mujeres eran mayoría. Reclamaban en la calle por sus derechos, no pedían sino acabar con extenuantes jornadas de más de doce horas a cambio de salarios miserables. Corría el año 1857 y las manifestantes fueron disueltas con violencia por la policía.

La revolución industrial trajo consigo algunos inventos tecnológicos que, como la máquina de coser, o la máquina de escribir, necesitaron poco a poco de mano de obra cualificadamente femenina. Con el tiempo, sirvieron para que la mujer –no sin esfuerzo- se incorporase definitivamente al mundo laboral. Hoy el carácter de esta jornada es más general. Debemos a las mujeres este reconocimiento. Y sin embargo, a pesar de todos los avances habidos en estos 150 años, aún perdura una lacra que eclipsa el desarrollo vital y social de la mujer. Justo cuando la Humanidad piensa en la colonización de nuestro Sistema Solar o en atajar las consecuencias climáticas de nuestro desarrollo, aún hemos de despertarnos con noticias tan desagradables como lo es otra mujer asesinada por su pareja. Sin mencionar a las miles de mujeres que callan sus tristes circunstancias personales, vividas en la soledad de sus hogares. Este tipo de violencia, que no conoce estatus social, no es sino el arma brutal de varones que alcanzan el punto más alto de irracionalidad en su fomento del odio hacia la mujer. Porque es odio lo que profesan. Y por descontado, nada en la naturaleza ni en estudios científicos lo justifica. No se puede explicar aludiendo a la zoología o la antropología o las teorías evolutivas o genéticas de los seres vivos. 

El machismo, como promoción continuada de actitudes discriminatorias y lesivas hacia el sexo femenino, se ha desarrollado en el pensamiento consciente del varón como manifestación de una supremacía que no posee aunque crea tener bajo el amparo de su fuerza física superior. Y ésta, en vez de ser usada para proteger su especie y su prole –algo que sí sería zoológicamente admisible- se emplea en humillar y zaherir, física o psicológicamente, a un igual: la mujer. Quizá los especialistas encuentren en la ciencia algún día remedios que permitan extirpar esta inadmisible monstruosidad. Yo, de momento, lo dudo. Pero sí soy plenamente consciente de que los padres tenemos un deber ineludible con nuestros hijos, porque educar con el ejemplo en el fomento del respeto, la tolerancia, el esfuerzo y el pensamiento crítico es la mejor medicina que conozco. La curación no está en nuestro presente, sino en el futuro de nuestros hijos.