viernes, 28 de mayo de 2021

Indultos sacrificados

Ahora que vamos a pedir la reintegración a España del prófugo de Waterloo, para indultarlo mejor, conviene advertir algunas ideas al respecto.

La primera, que las tensiones soberanistas en España, ora provengan de las palabras, ora de las parabellum, aunque a unos y otros hayan conducido a la cárcel, no son sino un continuo test de estrés con el que verificar nuestra capacidad de concordia y convivencia, actitudes en las que nunca debimos aflojar aunque los separatistas no tengan ni pizca de ellas. Esta capacidad se ve deteriorada a diario por la actuación de estructuras revanchistas y resentidas como son el Tribunal Supremo, el Código Penal o la propia Constitución, por citar unos pocos ejemplos. Afortunadamente, a restaurar la armonía se ha encomendado, cual poseso, este resiliente Gobierno nuestro para salvaguarda de nuestra democracia.

Lo segundo, la dimensión del sacrificio de nuestro Presiliente es inmensa. Diríase universal, como ese 2050 en lontananza que solo él vislumbra con su acostumbrada perspicuidad. Le acusan (le acusamos) de actuar con el solo propósito de seguir monclovizado, pero a estos mismos acusadores les pregunto (y a mí el primero) qué clase de sujeto podría viciar aún más el creciente desafecto de la ciudadanía (y de los suyos) hasta asegurarse un batacazo homérico en cuanto las urnas de todo el país vuelvan a abrirse. ¡A nadie! Cualquier otro viraría drásticamente la barcaza para eludir los bajíos hacia los que navega al pairo. Él no. Ni siquiera ha de molestarse en actuar con pedagogía. Atisba presentes donde los demás solo observamos negro vacío. Nuestra ceguera es tan proverbial como vengativa, y su sacrificio, por ello, encomiable. Ni San Sebastián recibiría con tanto aplomo tal cantidad de flechazos. Nuestro Presiliente es un hombre que hace lo que solo un hombre puede hacer (uno solo, él: no hay otro, ni siquiera ZP).

Lo tercero, y último. La filosofía taifa está tan incrustada en todos los Rh, incluido el vasco, que ni veinte pandemias podrán jamás hacer mella a tan alto propósito. Da igual que no pueda exhibir buena gestión y mejor gobernanza: el independentismo es tan fuerte que solo precisa de un Gobierno títere y un titiritero sin escrúpulos para fortalecer su pulso. Queda aún por esclarecer por qué una secesión mejoraría todo aquello que lo autonómico ya viene ejecutando, pues de momento es lo contrario. Pero mientras llega la respuesta, regocijémonos en lo bien que manipula gobiernos endebles dirigidos por resilientes mandamases.


viernes, 21 de mayo de 2021

Prisiones de Euskadi

El martirologio euskaldún parece escrito con la sangre de los asesinos, no de los mártires. Una característica de tan triste santoral es la pervivencia de aquellos frente al olvido en que están sumidas las víctimas. Si solo fuera el olvido, aún podríamos disculparlo en el humano devenir que todo lo disgrega. Pero es mucho más triste: quienes la vida fue extirpada han devenido vestigios silenciarios del mito de Euskal Herria, ese que solo existe en el magín de la izquierda abertzale y por el que jamás han renunciado a los objetivos del abertzalismo terrorista (solo a su herramienta devastadora). Les guste más o menos, sus vindicaciones soberanistas tienen lugar y ocasión porque la democracia (que nunca reconocieron quienes masacraban nucas, arrogándose lecciones sobre paz y libertad) trata de eso. 

Ahora se trata de reunir en la gestión carcelaria los distintos elementos del mito. No sería sorprendente si recabase la tarea en quienes vitorean como héroes a repugnantes asesinos. Pero en estas tierras éuscaras todo lo que el ojo contempla son dominios jeltzales y este asunto también les concierne. Reivindicación histórica (así lo llaman) por fin satisfecha. Casi parangonado al cupo. Habida cuenta de los años que llevan cosidas en las entrañas euskaldunas la educación, la hacienda o la sanidad, la celebración por el otorgamiento de esta canonjía se explica porque a los mandamases les atañe no la reintegración de la población carcelaria, sino porque en ella destacan quienes aún se creen gudaris y presos políticos.

Salvo por el incesante ruido extremista (se dan cuerda a sí mismos en cuanto advierten cierto agotamiento), la sociedad vasca vive satisfecha con sus estructuras de Estado y ese estupendo nivel de vida que otorga el cupo. Sin embargo, y aprovechándose del voto útil que a izquierdas y derechas atesoran en cada elección, los jeltzales siguen erre que erre con su pretendido entendimiento budista hacia todo lo abertzale, algo que siempre acaba (y no por error) en el bidón de la gasolina. 

Cuesta entenderlo a estas alturas del siglo. Lo del euskera es una vaca siempre apta para el ordeño y el advenimiento de la supremacía tecnológica vasca lleva vigente desde hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo. Galantear con las proclamas abertzales, como en este asunto de las prisiones, es pura codicia (o puro cálculo) una vez que aquello que pretendían ya está conseguido. A menos, claro está, que también piensen que los muertos asesinados son muy molestos a la hora de explicar un mito.


viernes, 14 de mayo de 2021

La liga de los superhéroes

Hace unos días me llamó la atención que los grandes mandamases del balompié lamentaran la enormidad de las deudas que arrastran, al punto de encontrarse a un tris de la quiebra. Para ser el deporte rey, ese reino se sustenta en débitos. Entonces, ¿por qué pagan esas millonadas a los jugadores? ¿Esperaban un retorno que nunca se ha producido? Pero: la deuda existe porque alguien les está prestando, o ya habrían desaparecido. ¿Quiénes son los insensatos que invierten en juego tan ruinoso? Las lamentaciones futbolísticas a las que me refiero trataban de justificar la creación de un Universo Marvel solo para los superhéroes del balón. A mí la idea, en sí, me parecía magnífica, y por varios motivos: uno, que todo eso de la FIFA y la UEFA me parece un tinglado pasmoso; otro, que no es lo mismo ver jugar al Salamanca que al Barça; y luego, que eso de la socialización y democratización del fútbol es la chorrada más colosal que se ha dicho en mucho tiempo (primero que se democraticen los otros partidos, los políticos: no te giba…)

También descubrí que existe otra liga, pero encubierta y de supervillanos: la juegan los banqueros y sus ejecutivas retribuciones. Esta me parece terriblemente inquietante. La de millones que cobran incluso cuando lo arruinan todo, que suele ser cada cierto tiempo. Sin saber dar patadas al balón, talento que no todos tienen y no puede adquirirse, se forran igualmente pese a que las cosas vayan mal dadas para todo el mundo y sus goles signifiquen la ruina de muchas personas. Puestos a ser obscenos, ellos los primeros. Por eso digo que son los villanos de la película social en que nos tienen metidos. Cuanta más plantilla ajustan y menos crédito conceden, más ganan. El mundo al revés. Los futbolistas cobran según el mercado: en el caso de los banqueros, cobran de acuerdo a ellos mismos. Un cártel como la copa de un pino. Algunos braman en contra tratando de limitar sus sueldos por ley, pero pocos se acuerdan de que no hay mejor herramienta para moderar los sueldos que la ampliación de tipos y tramos en el IRPF. Póngale usted a uno de esos encumbrados un 90% de mordida y verá qué rápido se conforma con un yate menos.

Me dirán que se recaudaría solo un poco más. Pero vale la pena añadir esa lírica ahora que nos quieren estrujar a impuestos. Siquiera por equilibrar el debate: que desde el Congreso se hable de rentas altas aludiendo a 60.000 euros es constatación de que en este país algunos han dado por perdida la batalla de las estrellas demasiado pronto.


viernes, 7 de mayo de 2021

Peneuvismo ardiente

Consciente soy de que las cuestiones de España (del Estado, que dicen aquí, subsumiendo a lo administrativo todo lo demás) parecen importar poco a los vascos. Y las cuestiones de Madrid, menos. Digo lo de parecen porque si uno atiende los titulares autóctonos las noticias de allá apenas despiertan acá interés incluso hoy. Pero las cosas no son tan simples. No cuando en Madrid, y al frente del Estado, los vascos colocaron a un tipo para ejercer de Presiliente incluso en estas tierras donde se habla el vascuence.

Claro, lo situaron los del peneuve por aquello de quítame un indolente y ponme un descuidero, que tengo el cazo listo y se trata de eso, de seguir arrimando las ascuas a las sardinas euskaldunas, aunque para ello haya que colocar el argunero en un país ardiendo por todas las costuras. Creo que lo llaman fidelidad a la vasca, o gobernabilidad en salsa verde. Algunos lo tildan de cálculo, pero ignoro a qué operación matemática se refieren: si a la sustracción o la división. Lo malo de colocar a un tipejo cuya sola ideología política es la de no tener reparos en ambicionar el despotismo es que, antes o después, te la cuela doblada, que decía el otro. Por ejemplo, privilegiando a los señores esos de la guerra y no a usted, vasco de pro y peneuvista clarividente que se conforma con que le dejen perimetralizar en paz y un cuartel. El Estado arderá, que es lo que se pretendía, y uno de los pueblos de ese Estado se defenderá del incendio enalteciendo a los neoayusos Daoíz y Velarde en unas elecciones que a nadie deberían haber importado (pero cuánto importan, de hecho) para que lo apaguen. Y todos sabemos cómo es un cortafuegos…

Por el humo se sabe que hay cortafuegos. Y ese mismo humo no entenderá llegado el momento que no debe trasponer las faldas del Aitzgorri o la corriente del Sabiote en Baltezana. Porque Euskadi es verde, y llueve mucho, y en sus tierras feraces (antaño feroces) se cultiva los peneuves, que arraigan en todas las etxeas. ¡No hay razones para ser bombero! Pero algunos plantan bildus que son como jalapeños, y al Presiliente le encanta el picante y todo lo que escupa llamas. Diría más: en alguna esquinada aldea vasca algún fulano quiso plantar voxes y le salió uno donde antes no crecía ni la hierba. Luego dirán que no se injertan los cultivos.

Por infidelidad a un registrador aburrido, el peneuvismo nos endilgó a los demás un mendaz fulano, un fuego y una revolución. Hoy tomaré un zurito a la salud de los audaces que pueblan las tierras vascongadas.