Me pregunto,
hoy también: ¿vamos a ser capaces de reconstruir lo que estamos destruyendo?
Aunque debería especificar, ESTÁN destruyendo. No me veo responsable de la
desolación que se extiende por todo el panorama español. Los signos son
apocalípticos. Nos abrimos paso hacia una ruina económica de catastróficas
consecuencias. El déficit público es gigantesco. La ausencia de reformas
destruye sin piedad el tejido industrial. Los bancos invierten en Deuda Pública
el dinero de los créditos que autónomos y empresas necesitan para salir
adelante. Del paro mejor no hablar, hace semanas que vivimos en una rutinaria
estupefacción. Tenemos un presidente incapaz, cada día más incapaz, y una
oposición tancredista y vergonzante. Y, como no podía ser de otro modo,
estallan por todas partes casos de corrupción y desfachatez política. Por eso
me vuelvo a preguntar: ¿cuándo volverá la primavera a esta sociedad que parece
perpetuarse en un invierno de frío y devastación?
Porque esa
primavera existe. La vivimos aquí, entre nosotros. De todo lo que se cuece en
la rúa, a mí, personalmente, me parece importantísimo destacar como ejemplo de buena
política, aunque no se esté de acuerdo con las actuaciones, el acuerdo
PSE-PPvasco que permite al lehendakari Patxi López gobernar y ejercer la
sensatez que una vez se olvidó. Euskadi se regenera, se vivifica, vuelve a
sentirse como partícipe del Estado, se percibe de otra manera. Las cosas
cambian y las antiguas proclamas, que son recientes, parecen olvidadas. Guste o
no guste a quienes fueron desalojados del poder y que, ahora mismo, se dedican
a caminar por todas las orillas de los ríos que encuentran a su paso: las suyas
propias, y las ajenas. Sobre este aire fresco y renovado ejercemos la crítica y
la opinión, seguros de estar nuevamente transitando por veredas ilusionantes.
Si socialistas
y populares, mandados por la ciudadanía, están siendo capaces de reconducir los
atavismos vascos, que parecían irreductibles, ¿cómo no pensar que también
pueden imponer luz, juntos, en estos tiempos ruinosos que se ciernen en lo más
inmediato de nuestras vidas? Nuestra sociedad sabe afrontar retos y
dificultades, lo ha demostrado en numerosas ocasiones, y ésta no ha de ser
distinta. Por eso digo: que cambie lo que deba cambiarse. Que se vayan quienes
deban irse. Que se regenere la política, el parlamento, el Gobierno. Que no corren
tiempos para ser regidos por mediocres, y mucho menos por incapaces.