viernes, 25 de noviembre de 2011

El señor del puro

El lunes participé en una encuesta (de esas tan previsibles) de un diario económico nacional. La pregunta era muy simple: si quien nos va a gobernar debía realizar reformas urgentes para reactivar la economía. Como ven, la pregunta es tramposa: moralmente, nadie puede manifestar desacuerdo en la necesidad que tenemos de que nuestra economía se reactive cuanto antes. Pero la cuestión no era ésa, sino otra, donde estaba la trampa. Al menos a mi modo de ver. 

Se publicaron finalmente 76 respuestas, y sólo la mía fue negativa. Dije algo así como que necesitamos medidas pensadas, reflexionadas, que en absoluto parezcan improvisadas, que se adopten tras escuchar a todos y que sean asaz capaces de aplacar los ánimos de esos mercados que, con sus impaciencias y prisas, están deteriorándolo todo. Creo que la acción política necesita un poco de paciencia. Si esperar un mes más significa que se cierna sobre nosotros la hecatombe total, entonces apañados estamos. Llevamos adoptadas en los últimos tiempos demasiadas decisiones, todas ellas muy urgentes, y no han servido absolutamente para nada (acaso para ir a peor). 

De modo que, sin que sirva de precedente, en esta ocasión estoy de acuerdo con la tranquilidad del señor del puro. Ahora que todos sabemos de finanzas, casi tanto como de fútbol, resulta fácil improvisar cientos de reformas y decisiones de lo más variopintas. Basta con preguntar a cada ciudadano. Pero eso no las convierte en soluciones, lo serán si resuelven el problema o una parte importante de él. Y no veo cómo podemos encarar esta crisis tan duradera y compleja sin aplicar en este momento de cambio un poco de reflexión acerca de lo que ya se ha hecho y lo que queda por hacer. Al señor del puro le corresponde lidiar con un morlaco de apariencia imbatible, cuya irreductibilidad sólo se vendrá abajo si accede a su corazón (tarea poco fácil).

Por mi parte, me gusten o no las reformas que el señor del puro aplique en su día, me alivia que de momento no tenga prisa en responder a ese niño caprichoso que es el dinero. No olvidemos que sólo la templanza es capaz de conducir las naves en medio de la tormenta. Y en este caso a todos nos interesa que haya mucha y así poder recobrar la senda del crecimiento económico: y especialmente le ha de interesar a los mercados, que supongo que preferirán una España en recuperación a una España camino del cadalso. A menos que en dicho cadalso esté el rédito de los mercados, claro.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Malandrines

Nos asedian los malandrines por todas partes. En eso no somos peninsulares, sino insulares. En realidad es asedio no porque se trate de acorralarnos a cualquiera de nosotros a base de ruindades y bellaquerías varias. Para estos menesteres somos insignificantes, admitámoslo, que las bribonadas tienen las miras puestas en objetivos más suculentos. El asedio viene del conocimiento público de sus andanzas, que acaban siempre molestándonos para mayor vergüenza ajena (estos truhanes tienen muy poca). Manda narices que en esta sociedad nuestra de la democracia, las libertades, el desarrollo, las finanzas y los partidos de fútbol de a diario siempre acabe saltando la liebre agazapada de las corruptelas.

Ya, ya lo sé. No me la recuerde, conozco bien la teoría ésa de la presunción de inocencia. Como también me conozco ya la casuística que evidencia que nunca falta un prohombre que, con los justos miramientos, guste de dar tamaña mordida al saco de los dineros ajenos. Con presunciones o sin ellas, cierto es que nos dejan a los demás con una cara de tonto que espanta y siempre la misma porque, se quiera o no, nos vamos acostumbrando a poner una sola cara en vez de muchas distintas por muchos que ellos acaben siendo, los malandrines, siempre diferentes de una vez a otra, como si esperasen turno pacientemente. ¿De dónde salen tantos, que no acaban nunca? ¿Se compran al peso los malandrines en el mercado? ¿Se subastan en las lonjas de pescado o en las bolsas de valores? 

Los de ahora tienen, además, unos vuelos muy solemnes, que en las páginas de los diarios aparecen día sí y día también un ministro de esos inconcebibles en otros tiempos (presunto inocente, no lo olvido), y un miembro de la Familia Real a quien parece no haberle bastado el buen negocio de casarse con quien se casó, y es que esto del amor tiene su aquel (también presunto inocente, claro). Si no le molesta que se lo diga, caro lector, yo a los malandrines los prefiero un poco menos importantes: un hermano, un banquero, un segurata… Y si han de ser de alta alcurnia, al menos que vengan de uno en uno, que esto de pensar mal del Gobierno y la Corona al mismo tiempo tiene un no sé qué de espeluznante. 

Pero, qué quiere que le diga, en sinceridad. Con la que está cayendo ahí fuera, y la que se avecina el próximo año, casi no tengo ya ni tiempo de enfadarme con estos indecorosos malandrines que tan supuestamente se proclaman inocentes desde sus silencios de oro y paño. 


viernes, 4 de noviembre de 2011

Jolín con Grecia

Lo he titulado “jolín” por no escribir “joder” y, con ello, pese al beneplácito de la Academia, sobresaltar a algún espíritu sensible. Porque lo que me pide el cuerpo es decir: “hay que joderse con los griegos… después de tanta historia, van ellos y la lían”. Y la han liado. Vaya que sí. Cuando escribo esta columna, noche del miércoles, aún no sé qué va a pasar con el país helénico: si seguirán adelante con el referéndum, si les convencerán de su inconveniencia los próceres europeos, si se hundirán en el Egeo o directamente lo convertirán todo en ruinas acropolienses.

Cuando supe la noticia reí a carcajadas un buen rato. ¡El enfermo acaba de mandar a la mierda a su médico, que sólo sabe de sangrías y sanguijuelas! Supongo que lo ha causado el convencimiento de que no está moribundo, sino más muerto que vivo, que decíamos en mi pueblo. La pasaban bien estos griegos, instalados en la opulencia de los Porsche Cayenne, las jubilaciones a los 50 años (¡¡yo también quiero!!) y un sinfín más de desbarros democráticos con genuino sabor socrático. Pero claro, la UE, el BCE, el FMI, el G20 y el LMQLPAT (lamadrequelosparióatodos, para inteligencia del lector) había decidido estrangularlos por tres generaciones o cuatro (cuantas más mejor), y el preboste ése, el más conspicuo de todos los griegos, acaba de dar jaque mate con sólo el rey y un peón que le quedaba: “¡que lo secunde el pueblo!”, dijo el tío en un alarde de genialidad. Magistral, el Papandreu es un monstruo: ha demostrado que no sólo sabe llevar a los suyos al precipicio, también sabe llevar a los demás.

En el fondo a mí lo del referéndum me convence. Ya quisiera que me consultasen en este patético país sobre los salvamentos de bancos y cajas o si quiero que me rescaten o cómo prefiero que se reparta el presupuesto. Pero no. La caterva de politicastros no van a consultarnos nada y en las elecciones del día 20 no hablará el pueblo sino unas papeletas cerradas, bloqueadas, antidemocráticas, que dicen todas lo mismo (“vótame, que no tengo ni idea”). 

Lo que no me convence es el empeño del LMQLPAT en joder no sólo a los griegos, sino absolutamente a todos, y encima hacernos creer que son reformas (como la del baño de casa, oiga) para permitir la recuperación… Será la recuperación de su dinero, pero no la de una economía sana y sincera, sin alardes ni empréstitos inalcanzables. Para eso necesitamos un Papandreu, pero en sentido contrario. Y no lo hay (salvo en Islandia).