viernes, 30 de julio de 2021

Veteromasculinidad

No soy duro ni agresivo. Sensibilidad y delicadeza guardan equilibrio en mi vida, o eso pienso. En ocasiones han apuntado que tengo el alma más femenina que masculina. No sé qué es tener alma femenina, pero sí sé cuál es mi biología. Tras dos millones de años de evolución, la considero más concluyente que cualquier elección subjetiva. No me cuelgo de las ramas de los árboles ni olisqueo los culos de otros cánidos. A veces bufo cuando veo pasar caminando a una hembra, pero aún no he querido flagelarme por disponer de sensaciones. No me gusta el fútbol (ni siquiera el fútbol jugado por mujeres) y compruebo que mi discurso queda lejos del odio (fascista) hacia lo diferente, pero, pese a ello, seguramente y siempre de acuerdo a ciertos neomandamientos, debo ser un hombre tóxico necesitado de inmediata reeducación. 

Los ayuntamientos están para reeducar a la población masculina. Si se deja evolucionar a esta mitad rabiosa del censo, el mundo deviene agreste, violento, supremacista y dictatorial. Mujeres y hombres que se sienten mujeres corren grave peligro de ser masacrados. Por eso resulta gloriosa la iniciativa en neomasculinidad de la alcaldesa de Barcelona. Acabará con la violencia machista y la irrespetuosidad de género por décadas. Siglos. Milenios, tal vez. El paso siguiente será abrir una escuela de neofemineidad, donde las mujeres que se sientan e identifiquen como mujeres, y por tanto dispongan sus sentidos naturales hacia los hombres (ese tipo de atracción tan tediosa), aprendan a vivir sin la deformación de los criterios ancestrales (sexualidad, familia, amor). A un lado y otro del espectro sexual quedarán sujetos plurales capaces de alumbrar un neomundo, abierto y heterogéneo, donde las relaciones arquetípicas queden felizmente superadas. 

No basta la ley. La ley no educa. El hombre masculino y potencialmente machista, o machista per se, ha de ser erradicado vía reeducación, al igual que la cultura tradicional o la desmemoria democrática. Deben reescribirse lo mismo la historia y el nombre de las calles que el código genético. Es preciso desalojar al homo sapiens de la vida cotidiana y que prevalezca la femina sapiens. Ahora o nunca. Asistiremos al alumbramiento de una nueva especie humana, a un mundo sin insensibilidad ni brutalidad, donde el anulado retrohombre deje de maltratar sistemáticamente a las mujeres, a los homosexuales y a los seres transgenéricos. Y de bufar por unas piernas. Y de gritar cuando otros veteromasculinos jueguen con una pelota en un verde prado.


viernes, 23 de julio de 2021

Estado del sentido

Como en otras Constituciones, la nuestra de 1978 establece los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. Basta con llegar al artículo 117 de los 169 que hay escritos, este último con una referencia explícita al 116, de vigencia ahora mismo por ser el que habla del estado de alarma, excepción y de sitio. Todo esto lo cuento por si no ha leído la Carta Magna, cosa que tampoco tiene mayor importancia (pocos han leído el Quijote o la Biblia y ya ve usted).

Desde que un tal Guerra que no hacía llover café en el campo, declarase muerto a Charles Louis de Secondat, bajo tierra desde hace más de 250 años, hemos asistido a un continuado ejercicio de unificación de todos los poderes en uno. El Estado es el Ejecutivo. Y como el Ejecutivo es el Presidente y unos cuantos que están ahí porque, de no estar, está muy solo, resulta que el Estado soy Yo, digo Él. Corrijamos el artículo 1, punto 3, de la Constitución: “La forma política del Estado español es el Absolutismo presidencial”. Y todos contentos. El Uno, porque podrá ejercer su labor sin el incordio de la crítica. Los Otros, porque podrán holgazanear en sus escaños sin que importe en absoluto (no importa, de hecho). Los Terceros, es decir, los jueces, porque verán aliviada su carga de trabajo, últimamente demasiado centrada en los desmadres gubernativos en relación a la Carta Magna.

Ese es el auténtico sentido de Estado. El proveniente de la fineza, talento, competencia y sabiduría de Pedro XIV, nuestro Presidente Sol. A nadie puede extrañar que un miembro del poder judicial, ejerciente en el ejecutivo, lamente la carencia de este sentido tan importante en sus colegas del artículo 117. Como el legislativo aprueba con indolencia lo que dicta el Presidente Sol, debido a un pacto suscrito con el subconjunto de legisladores definidos por denostar el Estado (quieren ser ellos soles absolutistas en sus respectivos territorios), al final solo quedamos los ciudadanos para alarmar cariacontecidos de la soleada autocracia que ha acontecido con más cara que disimulo. Pero los ciudadanos estamos solo para obedecer y pagar impuestos, luego no nos van a hacer mucho caso. Nada, realmente.

Lo irónico y divertido es que el sentido del Estado depende mucho de cómo los ciudadanos sintamos el Estado cada cuatro años. En las urnas no se eligen ejecutivos ni judiciarios, solo legisladores. Y, por mucho que le pese, al astro que quisiera ser proclamado rey se le soporta durante un plazo de tiempo limitado. Luego se elige otro.


viernes, 16 de julio de 2021

Constitucionalizando

Lo escribí el 3 de abril de 2020: “El Estado (está eliminando) las libertades constitucionales aprovechando una Alarma que, constitucionalmente, no está diseñada para eliminarlas. Un ciudadano asustado es dócil. El miedo conlleva obediencia. El miedo a perder la vida, fundado o no, ensordece la pérdida de libertad” (Libertad confinada)

Entonces falló el Tribunal Constitucional declarando ilegal la alarma. El Gobierno y sus ceroferarios excusan el varapalo diciendo que con ella salvaron cientos de miles de vidas. . ¿Acaso no se hubieran salvado si la etiqueta se hubiese rotulado con la palabra “excepción”? No se declara ilegal la medida, sino su contexto. Con la alarma llegó de inmediato la desinformación, el ocultamiento y la manipulación inmisericorde. Nos tomaron por tontos y, si objetábamos, nos criticaban por desunir, tachándonos de traidores: ¡no era tiempo de distingos! Para algunos nunca lo es. Como moría gente, qué más daba las formas... 

Sospecho que en Moncloa alguien se sintió jubiloso con un estado de excepción declarado como estado de alarma. Donde aquel obliga al control parlamentario, este permite sustraerse a cualquier vigilancia en todo aquello que le dé la gana, como a bien tuvo confirmar poco después. Solo necesitaba la firma de los integrantes del Consejo de Ministros. Estos días contemplamos para qué sirven en realidad los ministros en España: para hacer lo que le pete a su amo hasta que les son arrebatadas las carteras. Sí, sabían muy bien en Moncloa lo que estaban haciendo pese a lo inútiles que parecen en todo lo demás.

Solo Vox, esos fascistas apedreables, plantearon la inconstitucionalidad de la decisión adoptada. Vergüenza tendría que sentir el resto de la oposición que dice oponerse. Están igual de maniatados por el miedo de una población que lo mismo acaparaba papel higiénico que aplaudía en los balcones: con ilusión por todo, hasta en lo ridículo. ¿Derechos fundamentales? Para una inmensa mayoría está claro que el único derecho que debería estar suscrito es el de no tener que morirse nunca de nada. Porque ni remordimientos por sacrificar el futuro de sus hijos sienten.

Un Gobierno al que, sentencia tras sentencia, le van abriendo las costuras es un cadáver político. Tal vez por ello se conduce con proclamaciones y decisiones propias de repúblicas bananeras. Lo sabíamos y lo venimos diciendo desde hace mucho. Solo quienes viven cegados por el ideologismo o unas siglas, ahora igual de muertas, son capaces no ya de justificar lo injustificable, también de defenderlo con uñas y dientes.

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viernes, 9 de julio de 2021

Nos creemos libres y sanos

Si lo pienso bien, no me gusta el tiempo en el que vivo. Tal vez por esta razón me refugio en la literatura y música clásicas. Cualquier tiempo pasado debió ser mejor. Tal vez los vivientes de esas otras épocas tuvieran la sensación de que sus existencias eran miserables, plagadas de enfermedad, de muerte, de gobiernos absolutistas y tiránicos, de esclavitud… La diferencia es que nosotros creemos haber evolucionado hacia un estadio mejor, donde el hambre y la pobreza se han erradicado, abundan los alimentos y los elementos de ocio, disponemos de libertad y elegimos a quienes nos gobiernan. 

Hambre existe aún, y pobreza. De hecho, en el mundo avanzado nos aprovechamos continuamente de ello porque, de otro modo, no podríamos mantener el nivel de vida al que nos hemos acostumbrado. Tal vez horneemos pizzas industriales y compremos delicias empaquetadas, pero la comida es un asco, se lo digo yo. Cuando era niño, cogíamos los melocotones de la huerta y bastaba uno de ellos en una fuente, en el centro de la mesa, para darle fragancia a toda la estancia. He dejado de comprar melocotones, y nectarinas, y casi toda la fruta de verano porque es asquerosa: venden unos engendros que solo tienen de bueno el color, porque están duros y saben amargos. Al menos con las sandías no han podido: las mezclan con calabaza para que no tengan pepitas, mas las pobres se resisten a perder el sabor. No son como las de mi huerta de secano, pero gusta su frescura.

Ni siquiera nos hemos zafado del miedo. Miren lo del coronavirus. Ahora que las cifras de fallecidos e ingresados son ridículamente bajas, los gobiernos se ceban con los contagios para seguir masacrando las economías de quienes más viven de la libertad de las personas. Ahítos de soberbia, en vez de ir recomponiendo lo descompuesto, perpetúan su complejo de malos gobernantes: en Euskadi se sabe mucho de esto. Por miedo, las personas han renunciado no solo a sus derechos, también a respirar aire fresco y acostumbrarse a inhalar sus propias bacterias, lo mismo en el monte que en una calle desierta. Qué bien se gobierna con miedo. A partir de ahora surgirá una emergencia planetaria bajo cada roca donde se halle un cangrejo sospechoso de alguna lobreguez.

Pobreza. Alimentos. Dictaduras... Me queda la esclavitud de Twitter o Facebook, pero hoy la soslayaré, que esta mañana vine al trabajo contemplando, como cada día, el precioso amanecer sobre los campos, y no quiero que nadie lo use como pretexto para un tuit de esos tan vergonzosos.


viernes, 2 de julio de 2021

Derrotas encallejonadas

Cada vez que las huestes nacionalistas hablan de autodeterminación se meten más al fondo de un callejón sin salida. De un cul-de-sac se sale dando media vuelta. De una situación imposible, además, cabizcaído. Aceptar a regañadientes, sin que se note, que la autodeterminación es imposible no es otra cosa que ejercer el derecho a gestionar la derrota y al consuelo de berrear proclamas secesionistas donde les dé la real gana (normalmente en la calle y en alguna fecha señalada, por ejemplo el día del independentista emancipado).

Algunos se metieron hasta el fondo del callejón moliendo a palos a todos los demás en su huida (mucha Euskadi y libertad, pero hoy solo les aplauden en su casa a la hora de comer). Otros siguen pensando que merece la pena vivir complacidos con el culo tan bonito donde viven, pero sabedores de que hay una puerta bien grande a la entrada porque hay que irse de vacaciones o hacer negocios con los territorios más amplios y adyacentes (eso sí, luego hablan de autogobierno y de relación con el entorno por no pronunciar el fatídico símbolo del fracaso). Los hay que estando dentro arman un ruido infernal porque solo así pueden seguir alimentando las ilusiones de quienes una vez fumaron hongos hasta el delirio y ahora poco menos que se creen el reino de los Incas (de hecho, es todo tan de mentirijillas y psicodélico que llegan a proclamar durante unos pocos minutos la apertura del callejón por el otro lado pese a que este sigue ocluido). Al final, los de afuera del callejón, que ni entienden por qué pasa lo que pasa allí dentro ni tienen más sensación que el hartazgo por el constante ruido que meten los encallejonados, asumen resignados que eso del callejón es una cosa que hay que conllevar, como al petardo de la familia que no sirve para otra cosa que tocar los cojones (con perdón).

Los autodeterministas disfrutan de un sucedáneo de aquello que sueñan que habría de obrar el poder de contentarlos. Siempre dicen que no basta. Quieren ser chocolate del bueno. Pese a ser administrados y educados y sanados y entretenidos únicamente por ellos mismos, y además creerse que lo hacen de puta madre, mucho mejor que los de afuera, el sabor del sucedáneo suena (y es) engañifa para sus altos fines. No se dan cuenta de que, al masticarlo y dejando para los sueños eso de ser nación distinguida, ya han firmado la capitulación. Igual que los de afuera, que seguimos pensando que, en el fondo, a los del culo de bolsa se les debe algo desde hace siglos. Y no es cierto.