viernes, 28 de marzo de 2008

Alumnas de la Anunciata Ikastetxea

Recientemente la revista National Geographic organizó un concurso para escolares. Debían crear una frase mnemotécnica con la que recordar el nombre de los planetas y planetas enanos del Sistema Solar. Conocido es el hecho. Fue el año pasado cuando astrónomos de todo el mundo, reunidos en convención, determinaron que son ocho los planetas, relegando al pobre Plutón a la categoría de planeta enano, junto con Ceres y Eris. La ganadora del original concurso fue una niña de 11 años llamada Maryn Smith. Su creativa frase, "My Very Exciting Magic Carpet Just Sailed Under Nine Palace Elephants", la podríamos traducir como "Mi muy excitante alfombra mágica acaba de navegar por debajo de nueve elefantes palaciegos". Todo un logro. Los amantes de la astronomía seguramente recordarán el encanto mnemotécnico de las clases espectrales estelares: “Oh Be a Fine Girl, Kiss Me!”. Luego hablan del romanticismo de las noches estrelladas…

Son este tipo de actividades las que promueven mejor el ansia de conocer en niños y jóvenes. Muchos profesores son conscientes de ello. Ustedes lo podrán comprobar en el meritorio Experimentaldia que se organiza allá en Miramon, y cuya próxima edición se celebrará ahora en abril. Es ésta quizá la más valiosa de las actividades del museo. Haría bien Kutxa en prestar más atención a este evento. En él, los alumnos de los centros escolares presentan sus propios experimentos y proyectos de investigación. Vivimos en una época en la que se agrava la crisis vocacional por las ciencias. Hay carestía de científicos e ingenieros. Por eso, ver cómo nuestros jóvenes aportan su granito de trigo en el bastante vacío granero de las ciencias escolares, merece mucho la pena.

Recordaba todo esto ayer, cuando leía el DV y me detuve ante una breve pero emocionante  información. Ocho alumnas del centro La Anunciata Ikastetxea participan en un Encuentro de Alumnos Investigadores en Puerto Real. Les recuerdo del Experimentaldia del año pasado. Y recuerdo sus proyectos sobre los ríos, caminos azules, sobre los bidegorri de Pasaia, sobre los problemas del ruido… Pero sobre todo, recuerdo la emoción que embarga al advertir, de primera mano, cómo una fértil y constante buena labor de un profesorado motivado actúa con muchísima más efectividad que los miles de euros invertidos anualmente en un museo. Silenciosa y poco comprendida es la labor de nuestros profesores, maestros y andereños. Su motivación es crucial. Y la recompensa hemos de encontrarla en noticias como la que titula hoy esta columna. Mi enhorabuena a todos ellos. Y en especial, a los alumnos y profesores de la Anunciata. Hacen un buen trabajo, orientan a los demás, y su labor merece ser reconocida desde estas páginas.

jueves, 20 de marzo de 2008

La muerte de Dios

Tal vez, la realidad de quien sacamos en procesión estos días sea muy poco de su agrado. Porque si es creyente y profesa fe en Dios y se declara cristiano, no le gustará saber que, tal vez, ese Jesús de Nazaret no fue sino un tipo que originó disturbios en el templo de Jerusalén, al que los romanos apresaron, crucificaron, y tras morir, lo dejaron en la cruz hasta que su cuerpo cayó al suelo y fue devorado por los perros. No se ofenda por ello. Muchos cristólogos creen que alguien en la Judea ocupada, antes de la destrucción de Jerusalén por los romanos, creó el mito. Y por eso usted cree en un ser que nace de una virgen un 25 de diciembre. Cuyo padre terrenal era carpintero. Cuyo nacimiento fue señalado por una estrella de oriente. Que hizo milagros y maravillas, resucitando a los muertos y sanando leprosos. Que murió en una cruz con clavos en sus pies. Que resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo. Que tenía doce seguidores y fue traicionado por uno de ellos. Que se le llamaba “el buen pastor". Que fue considerado el Redentor, y segunda persona de la Trinidad. Que proclamó la Resurrección. Al que sus discípulos dieron el título de Jezeus. Pero no hablo de Jesucristo. Sino de Krishna, un mito de la India milenaria que le precede en al menos 1400 años.

Fue mi admirado Félix Ares, compañero mío de tantos sinsabores compartidos en Miramón, quien me recordó las claves de los bastantes dioses o semidioses cuya historia parece copiada de la de Jesús de Nazaret. Osiris en Egipto. Dionisio, capaz de convertir el agua en vino. Mitra, en Persia, cuyos seguidores comían pan y tomaban vino para honrarlo pues había muerto por los pecados del hombre. Attis en Turquía. Fu-ji, en la antigua cultura china, nacido de una virgen llamada Hoa-Tse. Y, por supuesto, Krishna. Todos ellos antecesores de Jesús de Nazaret. Alguien, anónimo, creó un mito, en la Palestina romana. Y luego Pablo creó una Iglesia mistérica que ha regido el mundo hasta hoy. Incluso hoy.

Pero, ¿sabe lo que más debería preocupar al creyente actual? Que no muere Dios por esclarecer las incógnitas de Jesucristo. Incluso sin despojarle del mito que le rodea, Dios muere cada día. La religión ya no instruye al hombre acerca de su origen. El mundo moderno bebe, aun sin advertirlo, de la ciencia y, en menor medida, de la filosofía. Ya no es capaz de proveer un código completo de reglas morales de conducta. El modernismo está rompiendo todos los enlaces entre bondades y maldades. La religión ya no proporciona una solución a los problemas sociales con los que se confronta la humanidad. Y lo único que debería convencer para que tengamos una religión, decir qué le ocurre al hombre después de su muerte, cada día importa menos.


jueves, 6 de marzo de 2008

Sin ciencia no hay cultura

Ésa es la consigna para frenar la debacle. Mientras Ibarretxe habla de I+D en la bienal de máquina-herramienta de Bilbao, en el Ministerio de Educación y Ciencia hablan preocupadísimos del porvenir de esa misma I+D. Todos coinciden en que es el motor del progreso industrial, del crecimiento económico, de la productividad. ¿Y qué pasa con el escaso interés de nuestros jóvenes por las ciencias y la tecnología? En España hay una tasa de titulados tres veces inferior a la de China, por ejemplo.

Esto pasa desde que la pedagogía entró a manipular los caminos del éxito. De haber nacido veinte años más tarde, yo también querría ser gestor de inversiones, director de marketing, empresario puntocom o futbolista brasileño. El esfuerzo no mola, ganar mucho dinero sí. Y dirá usted: nadie gana mucho dinero sin esfuerzo, a menos que se lo regalen en la lotería. Pero esa percepción no ha calado. La pedagogía moderna ha creado palabras huecas y altisonantes, como motivar, incentivar y demás jerga adyacente. Ha sido un lamentable error vincular toda actividad a sus perspectivas de promoción social y estatus económico. El desprestigio académico ha dejado un vacío rápidamente invadido por las fábricas de sueños: contratos millonarios, coches deportivos, éxito, idolatría, lujo, riqueza. 

Sorprende que los pedagogos de crianza sigan insistiendo en eso de que la adquisición de conocimientos matemáticos, lingüísticos, filosóficos o históricos, debe ser divertida, lúdica, participativa, sin esfuerzo, más de colegas que de colegio. Ahondan, irresponsablemente, en un callejón sin salida. Porque sin esfuerzo no hay capacidades. Sorprende aún más que se insista tanto en lo de la ciencia y la cultura. Yo lo repetí alguna que otra vez, lo admito. Cuando uno dirige un museo científico, es fácil arrimarse a un micro y escupir por la boca frases ampulosas. Pero la solución no consiste en ubicar la ciencia en su lugar. Eso es un mero reajuste. La solución estriba en saber reorientar el reciente cambio social, el que ha desvalorizado tantas cosas y tan deprisa, entre ellas la importancia de la ciencia en nuestro desarrollo humano. No puede ser que pretendamos una sociedad del ocio, del conocimiento, ambientalmente coherente, responsable, y que la única semilla sembrada con provecho sea la de los negocios insostenibles y el despilfarro descarado. Para los amantes de los datos: fíjense en el indicador de las finanzas públicas. Refleja que los países europeos no han dedicado los beneficios del crecimiento a hacer frente los desafíos del envejecimiento y la reducción de la población. Pregúntense entonces a qué hemos venido dedicando nuestro crecimiento. Porque no ha sido a asegurar nuestro futuro…