Investigando en los anaqueles y pasillos (todos virtuales)
que conforman la inmensidad de nuestra Gran Biblioteca de Babel, buscando con
empeño en pos de alcanzar las páginas amarilleadas del Diario Vasco que ya no
se adquiere en quiosco alguno, he encontrado contenidos en ellos que me han
parecido deliciosamente sublimes.
Grande, muy grande periodismo, del que permanece bien
escrito y bien argumentado. Interés tanto en titulares, cuya composición ahora
nos parece extraña, como extraña parece la información provista a gusto del
lector de entonces. De muchas épocas distintas, unas atribuladas, otras promotoras
de cambio, otras defensoras de valores intrínsecos. He leído en esas ediciones
a muchos de los más grandes escritores y opinadores en lengua castellana, e
intuyo que también en este euskera recientemente unificado del que aún no soy
capaz de leer apenas nada, y por tal razón solamente puedo pronunciarme de
manera indirecta, por lo que otros han dejado dicho.
Saben ustedes, caros lectores míos, que yo vasco, no soy. Me
vine aquí en un momento en que muchos habían marchado, y así tuve ocasión de
decírselo al entonces lehendakari de los vascos. Luego, los devenires humanos
me alejaron del mar por donde los vascos se hacían al mundo, pero no de la
tierra. Y así se lo vengo demostrando a ustedes cada semana, opinando con
libertad, de manera filantrópica y con mucho interés por hacerlo. Opinar es poner
orden en los propios cajones.
No solamente me lo han permitido. De alguna manera tácita,
me lo han venido pidiendo desde el ocho de marzo de un año ya atrasado en la
memoria. Y hoy, viernes, el lugar del convite semanal cambia, evoluciona, se
moderniza. Pero bien sé que la esencia, el sentir común de las personas que
trabajan en DV, permanece. Evolucionamos nosotros, obsolescentes y fugaces
estelas de vida, para contemplar mejor a la Gipuzkoa que permanece. Me gustaría
conocer la opinión de esta tierra, de sus praderas, montes y picos, de sus ríos
y su mar, de cuanto puebla de vida aquello que nosotros muchas veces matamos.
Pero no puede ser.
Empero, lo que sí puede ser es poder dejar estas opiniones
para cuando ya no estemos aquí y alguien, desde el futuro desconocido, vuelva
sus ojos hacia nuestro tiempo, y opine, también, allá en su época, sobre
nuestros hombros ya escombrados. Y, por su supuesto, dejar mi más sincera
enhorabuena al director de DV y a todo su equipo de eficientes y espléndidos profesionales.