viernes, 29 de junio de 2018

Aquarius es una bebida

Desde que escribo esta columna hasta que usted la lee, medio millar de personas han sido recogidas en el litoral andaluz tras una travesía cochambrosa a bordo de pateras. La sexta parte, niños. Esos inmigrantes no serán recibidos por la vicepresidenta del Gobierno ni por los integrantes de una comisión interministerial. Tampoco saldrán por la tele, salvo que se ahoguen en el mar.
Lo peor que le puede ocurrir a un político que resiste tempestades hasta beneficiarse de la suerte es querer vivir del marketing al saberse inadvertido de una idea política intelectualmente eficiente y bien planteada. Por eso de este Presidente no esperaba nada bueno, pero me sorprendió el bombo y platillo con que se recibieron sus sinecuras y poses. ¡Cuán hartos estábamos del registrador! Pasado el tiempo de los focos, todo es una sucesión de espectáculos y tinglados publicitarios: del astronauta que sueña con volver al espacio al plantel de ministras que deslumbran más allá de su valor añadido (ya pueden afilar sus sables los feministas -en neutro lo digo-). Dirán que ha pasado poco tiempo, pero poco ha sido el tiempo que nos han dado. Y mal asunto es la búsqueda del rédito inmediato, como lo son los continuos gestos de folklore postmoderno o la exhibición de un buenismo superlativo que no hace tanto nos sumió a todos en la maldita ruina.
Muchos han apreciado que España ha cambiado la perspectiva con este asunto del Aquarius. Son los mismos que, quizá por remordimiento social, piensan que el asunto de los inmigrantes se resuelve con dosis ingentes de postureo. Y la UE, mientras tanto, esperando: como siempre, ni coordinación ni política común. De repente tenemos un Presidente anti europeísta sin querelo. Una vez más, y abundando en lo existente, porque los hay xenófobos y los hay voluntariosos, pero todos ellos se pasan por el forro de los oportunismos el compromiso de más Europa y ninguno piensa un solo minuto de su tiempo en acercarse al problema desde una visión profunda y concertada. Entonces me pregunto: ¿acaso solo votamos a los que son como nosotros para que actúen con nuestra misma mediocridad y sesgo en todas las situaciones? ¿No sirve de nada la Política (con mayúsculas)? ¿Para qué queremos Europa si no? Porque todo eso es lo que parece y no vale refugiarse en que a este Presidente no le votasen muchos, pues fue quien perdió.
Qué cansino es el juego del politiqueo moderno: parece entresacado de las revistas pop de antaño para furor de fans adolescentes. Vivimos una época irrelevante en lo político y las propagandas son todas absurdas o enloquecidas. Y lo que nos espera…