viernes, 15 de junio de 2018

¿Viva la inteligencia?

De repente, en el país sin fronteras, en el país de las redes, y no de pesca, encuentro una palabra extraña, desconocida: sapiofilia. Atracción por la inteligencia. Si busco un poco más en Internet descubro páginas repletas de tópicos y de elementos dizque diferenciadores: siempre lo mismo, el erotismo es más poderoso cuando hay inteligencia de por medio. ¿Necesitábamos este concepto (“de nuevo cuño”, dicen algunos), realmente? ¿Tanto se ha vulgarizado el comportamiento humano que de repente es necesario orientar la existencia de las relaciones humanas justo por aquello que supuestamente somos? Supongo que la respuesta es que sí. Y mucho.
Una sociedad que arrincona en los planes de estudio a Platón, Descartes o Nietzsche no es una sociedad inteligente. Tampoco lo es una sociedad que, al redoble de la pregunta “para qué es útil”, decide desterrar el latín o la filosofía, u orientar las materias restantes a la más básica (mínima) adquisición de conocimientos. De momento no he encontrado evidencias de que la utilidad en edad escolar haya servido para rectificar las altas tasas de paro o la falta de competitividad de las empresas, pero en esto de las estadísticas hay para todos los gustos. Salvo esta: siete leyes educativas en más de tres décadas verifican el rechazo al espíritu crítico. Eso sí: cuando tiempo más tarde adviene una palabra tribal, contraria a la tendencia mayoritaria, muchos creen recuperar el sentido de la existencia.
Educamos en la ciudadanía sin nombrar la primera actitud ciudadana ejemplar que se conoce: la de Sócrates. Hablamos de Europa con orgullo desoyendo sus raíces: la filosofía griega, el derecho romano, la ética judeocristiana. ¿Y pretendemos dar vivas a la inteligencia? Lo que hacemos es defenestrarla, arrasar su mandato, confiarlo todo a la tecnología que importamos de fuera, arrasar sus cimientos porque no son útiles o simplemente no son atractivos. Dirán ustedes, con razón, que las ciencias y los conocimientos aplicados también requieren de inteligencia. Pero desterrar los fundamentos de nuestra existencia, o de lo que hemos sido, o de donde provenimos, no es una manera “inteligente” de construir una sociedad. Pero claro, hace décadas que también hemos desterrado voluntaria e inconscientemente a nuestros mayores, la mayor fuente de conocimiento (un aciano puede no tener dientes, pero sí tiene palabras, reza un proverbio zulú).
Estos días vean ustedes el fútbol y disfruten. Ya saben que no soy forofo, pero no les niego la pasión.