viernes, 16 de agosto de 2024

Boxeadoras por cojones

Cada día es más sórdido regirse por los códigos jurídicos y éticos del mundo moderno. Habrá quienes se sientan encantados de reconocerse en ellos, cómo no, pero la única realidad que puede deducirse de todo lo que está sucediendo es que los locos se han apoderado del manicomio humano. De manera que si a usted le agrada el decurso de cuanto viene sucediendo, no le quepa la menor duda de que usted está entre los locos. Una locura peligrosa. Una locura que necesitaba darle la espalda a la realidad biológica, a la realidad humanista, a la realidad histórica y a la realidad social.

Miren lo que ha sucedido en los juegos del olímpico con el asunto del boxeo femenino. Es lo que sucede cuando el sentido común se pervierte y queda subvertido por una cierta ideología, siempre la misma (la de los idiotas que rechazan formar parte de la naturaleza biológica). Como basta la palabra de un maromo, por la que se diga sentir mujer, para ser mujer, y no sus indicadores biológicos y hormonales y sexuales, ahora resulta que se permite competir a maromas sospechosos de ser maromos contra mujeres que lo son de cuna y nacimiento. De hecho, en las finales de boxeo femenino han competido y ganado hombres, aunque andan unos y otros tratando de justificar que no lo son porque resulta que son otra cosa aunque sea obvio lo que auténticamente han sido y serán. Genial. Ni los machistas más acérrimos podrían haber cavilado una humillación más notable contra el sexo femenino, el de las mujeres de verdad, no el de esos estúpidos con cojones que ni siquiera han tenido el valor de cortárselos (algo que habría que hacer con todos ellos si lo que desean es darle golpes a una mujer: al menos que demuestren su sacrificio).

Entre el olimpismo funcional, allá donde los prebostes sostienen la vacuidad de las reivindicaciones elegetebeinosecuántos sin enmendar sus delirios porque, como decía anteriormente, el sentido común ha quedado de repente proscrito, la cosa se ha silenciado bastante. E incluso los hay que se han vanagloriado de ello. Con un mundo así de ancho, así de extenso, con las amebas jugando a desempeñar el papel de vertebrados y los animales de sangre caliente reconvertidos súbitamente en irrealidades sexuales, todo es posible. Pero sobre todo es más posible entre los maromos, como se ha comprobado en los juegos parisinos de la irreverencia y de la nadería más espantosa, porque yo no he visto a ninguna mujer con dudas sobre su sexo apuntarse a las competiciones masculinas para las que pudiera sentirse impelida. En realidad, me parece que a las féminas con sensibilidades maromísticas solo se las necesita para esterilizarlas y arruinarlas de por vida. Los hombres, de cualesquier condiciones, han sabido labrar su éxito sobre la inanidad del mundo moderno.

Lo siento mucho por las mujeres que se ven derrotadas por especímenes humanos de dudosa legitimidad e indudable caradura. Y no me refiero solo a las derrotas olímpicas, me refiero a las que se propugnan en todos los órdenes de la existencia. Pero, oigan, caros lectores, es por donde el mundo moderno ha querido decantarse: la superación de la realidad biológica y la adherencia a una suprarrealidad mediocre y falsa cual tahur pillado en la trampa. Porque es una trampa. Es una construcción hartera y hortera que, por razones difíciles de entender, ha prosperado entre los aburridos de la vida y los urdidores de revoluciones muchas. Pero usted, a quien tal vez la calamidad del boxeo femenino (o de cualquier otra disciplina femenina, salvo la gimnasia artística y otras por el estilo donde la femineidad se impone con holganza a los cojones disfrazados) no le ha causado espanto, todas estas razones le han de parecer caroetovetónicas, fascistas, degradantes y contrarias a la variedad del mundo. Pero aquí, en todo caso, los únicos fascistas humilladores de la mujer son usted y otros como usted, que abrazan la religión de la igualdad solo para prosperar y no tener de qué preocuparse. 

Bendito verano. Y yo cansado de hablar de dupas sin sabor...