Lo de los ERE y el Tribunal Constitucional es de traca. No se lo parecerá si usted es lector ávido (tentado he estado de escribir "avieso") del panfleto en que se ha convertido el diario tan independiente matutinal, y se le antojará extremo si usted se encuentra en el lado opuesto (aun no siendo muy opuesto). Pero teniendo en cuenta que: a la magistrada ponente Inmaculada Montalbán el señor Griñán le impuso la medalla de Andalucía; que el exministro Campo fue exdirector general con Chaves y Griñán; que por allí tampoco se abstuvo la socialista y exdirectora general de Bolaños, Laura Díez; que tampoco se inhibió María Luisa Balaguer, expresidenta del Consejo Consultivo de Andalucía (cuando gobernaba el PSOE); y que el condimento final se lo echó el tal Pumpido, por entonces Fiscal General... por todo ello, cuesta decidir si nuestro Tecé sirve a la causa de las garantías constitucionales a las del infame Sánchez, porque ni siquiera lo podemos equiparar el PSOE (salvo que los socialistas estén de PaSEO perpetuo en estas aciagas fechas). Todo eso ocurrió el 16 de julio. Y ahí están ya, Chaves y Griñán, y la tal Álvarez también, alborozados mientras proclaman no solo su inocencia, también su honradez y su casi, casi, santidad. Han dejado de ser responsables máximos de uno de los mayores casos de corrupción de nuestra historia, con nada menos que 680 milloncejos de euros esquilmados del saco donde pacían los ERE. Esta absolución casatoria de la condena que la Audiencia de Sevilla, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y el Tribunal Supremo afirmaron, quiere demostrar no solo que los culpables fueron los súbditos, también que ningún juez (salvo los sociatas del Tecé) saben lo que significa prevaricar. Menos mal que tenemos a un Pompidou para enseñarnos.
Pero, ¡qué más da! Chaves y Griñán son viejos, decrépitos, indignos, nefastos y todo lo que usted quiera. Pero nada que ver con esa degradación colosal que pudre por dentro el palacio monclovita, y ante la que su propio morador revierte en acusación hacia la prensa por decir las cosas que le pasan a él (que, por mucho que lo admiren algunos, es poco menos que la máscara de lo políticamente monstruoso: hacer de las necesidades personales el objetivo de todo un país, puesto a su servicio); a su mujer, por atajar aprovechando que vive y duerme con el chuleta del cotarro; y a su hermano, que cobra sin trabajar (quién pudiera, ¿verdad?, aunque: ¿por qué no se aburre?). Y, de fondo, los ministrillos y menestrales vociferando que Chaves, Griñán, la mujer, el hermano, el otro y quien sea, no son sino víctimas de la ira intempestiva de los demás, pese a sus actividades tan honradas, honestas y legales. ¿Y saben lo peor? Que cuando los secuaces y estómago-agrecidos copan las instituciones legislativas, ejecutivas y -ahora también- las judiciales, no hay modo de ponerle freno al indecente presidente que se mofa y befa de todos. Plagiador, vago (no sabe gobernar, siendo lo más probable que no quiera), inculto, chapucero ejecutor de pucherazos (y encima los sociatas de carné se lo perdonan: vaya tropa), y pésimo escribidor de cartas a la ciudadanía (me pregunto quién es él para dirigirse a nosotros con tamaña insolencia: ¡que se dirija a los suyos solamente!)... sigue en sus trece de arruinarlo todo, salvo el destino Sánchez-Gómez (pese al lío de faldas del primero, mediante).
Habrán observado ustedes, caros lectores, que nada digo del Fiscal General, ese tipejo nacido en Lumbrales (anda que...) para quien el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha elevado una solicitud de asunción de investigación por delito de revelación de secretos. ¿Bochornoso? Ya no más que lo del Tecé, qué quieren que les diga, pese a que ese señor es quien debe velar por el cumplimiento de la ley en España. El susodicho, en realidad, se defiende diciendo que estaba obligado a desmentir informaciones falaces e interesadas (una nota de prensa), pese a que la nota que obligaba a una subalterna a publicarla la redactó él mismo. ¿Cómo se defiende de unas ciertas acusaciones quien está, en virtud de su cargo, a hacer cumplir la justicia que sobre él mismo va a recaer? Menos mal que lo nombró el Sánchez, ¿o fue el tándem Sänchez-Gómez? Porque el de Lumbrales bien que se ha abrazado a todos ellos (y alguno más, supongo).
Y no he hablado de las amnistías, de las leyes elaboradas por los propios delincuentes, ni de las inacciones y desmadres muchos que suceden en sede parlamentaria (aunque, cada vez, sean menos). Pero la pregunta final siempre es la misma: ¿podemos, realmente, acabar con todo esto?