viernes, 3 de marzo de 2023

El declive que viene

Si dejamos aparte las reminiscencias etarras y las antipatías que despiertan sus nostálgicos, la idea sobre Euskadi que compartimos los habitantes de la piel de toro es que se trata de un lugar bellísimo, industrial y económicamente potente y con un idioma que no hay cristiano que lo aprenda bien (salvo los oriundos, y no todos). Durante una parte de mi carrera profesional, el País Vasco ha representado el liderazgo tecnológico e industrial indiscutible, y también el gastronómico, aunque la presencia de un hospitalense, y su muy estelar restauante rosence, a menudo ha hecho olvidar que el gran iniciador fue un tal Juan María, donostiarra. Y en este pensamiento hemos permanecido no pocos años.

Mas todo lo que se inicia, acaba (aunque no concluya durante el tiempo que vivimos y, por tanto, no podamos ser testigos del hundimiento). En uno de sus últimos informes, el Eustat (Instituto Vasco de Estadística) afirma que la industria, un sector que abanderó, en su momento, la prosperidad que disfruta Euskadi, es contribuyente menor de tan resiliente riqueza. También apena saber que los jóvenes vascos forman el principal núcleo social de emigración allende las fronteras regionales.

Mas, pese a la frialdad, tanto conceptual como funcional de las métricas estadísticas, no conviene perder de vista las causas. Y siendo Euskadi ese paraíso de buenas gentes, buena tierra, buena comida y no pocos otros parabienes, tal vez sean esos apartes de los que hablaba al arrancar esta columna la causa última de la situación hoy heredada. El terrorismo destruyó sin contemplaciones la sociedad vasca mientras mantuvo su estúpida guerra contra todo y contra todos, en aras de una quimera que solo existía en su ennegrecido magín. Con los asesinos depuestos de su mandato satánico, todos hablan de concordia y reemprender y perdonar y olvidar, o fingir que se olvida. Empezando por los textos escolares, con su adulterada narración histórica, y terminando por las incongruencias y desatinos de un peneuve calcificado que cada día parece beber más y mejor de los proclamas de quienes jamás repudiarán uno solo de los asesinatos de la ETA. El declive demográfico y la pérdida de peso económico son los barros a que condujeron aquellos polvos. Algo muy similar a lo que viene ocurriendo en una Cataluña en barrena.

España es un desvarío, con fundamentalistas vascos y enloquecidos catalanes formando parte de una alianza de desgobierno y al cargo de amartillar hasta la última baldosa del suelo que nos sustenta. Incluida la suya propia.