viernes, 17 de marzo de 2023

Pensionistas cotizantes

Como el fútbol es de natural aburrido, pese a lo del Barcelona, mejor me detengo a pensar en un tema recurrente e irresoluto: la reforma de las pensiones. El ministro actual de la cosa, a quien todos parangonaban cual autoridad en el tema, se propuso al inicio de su mandato asegurar la viabilidad de las mismas. Y  visto lo que sucedió con el dichoso sustento mínimo (bloqueo de la Seguridad Social y de la Agencia Tributaria, todo el mismo tiempo), que haya parido su ley es para echarse a temblar.

Hay que reconocer que los políticos se toman en serio lo de la paguita de los jubilados, aunque acertar, realmente no aciertan nada: llevan décadas buscando la piedra filosofal. De hecho, tantas veces mencionan que sin sus reformas todo el sistema va a la quiebra, que no somos pocos los que pensamos que la mejor idea, si cuerpo y mente lo permiten, es morir con las botas de trabajo puestas. La batalla tiene su entronque. Unos se jactan de ajustar las pensiones con el IPC (si todo sube, incluidos los ingresos del Estado, no se trata de una subida real) y de no bajarlas, como hicieron los de enfrente, cosa falsa porque que fue su filovenezolano Rodríguez el único que las congeló, es decir, menguó. Y ahí se quedan todas las embestidas. De resolver el problema, nada de nada, palos de ciego.

La solución a la que el sedicente genio ha arribado desde su ministerio no es otra que la subida de las cotizaciones, bien maquillada para que al principio no se note, que estamos en año electoral. No ha reparado en que tal vez todo el concepto sea erróneo. Mientras las pensiones se costeen con las cotizaciones, todo seguirá igual, a mayor gloria de  ministros venideros que se colgarán la medalla tanto si lo hacen mal como si lo hacen fatal (no hay más opciones). La solución, que no gusta vaya usted a saber por qué, pasa por costear las pensiones de la misma manera que la sanidad (que antes dependía de la Seguridad Social, y ya no) o la educación. Con impuestos. Y sin préstamos del Estado. Claro que, para ello, habría que reformar la fiscalidad. Otro asunto en el que todos naufragan igualmente.

Quien haya pensado que este Gobierno era capaz de resolver un problema tan enrevesado, seguramente esté viviendo en la Luna. El consejo ministerial rompe todo cuanto toca y destroza todo lo que funciona. O, como alternativa, hace juegos malabares para hacer ver que mejora algo cuando realmente lo deja todo como estaba (véanse los Ertes, por ejemplo). Al final resultará que lo del Barça sí es mucho más divertido.