viernes, 24 de febrero de 2023

La guerra del año dos

Es tan ominosa la guerra que, para muchos, bien podría darse por bien muertos los cadáveres si con su olvido acaba la inabordable sangría. Para esos muchos, nada importan las sinrazones con que los salvajes arrollan las existencias de muchos inocentes: mientras haya guerra, las causas son lo de menos. La vesania del Kremlin, y toda la absurda locura con que parece cebarse, no trata solo de disputarle a Ucrania un territorio que, en su magín, debería ser ruso: trata de arrasar el país y llevarlo siglos atrás, hasta la época de las cavernas, hasta dejarlo inhabitable para los ucranianos que aún perviven dentro de las actuales fronteras. Es esta la argumentación que muchos aceptan, siquiera de mala gana, con tal de acabar con esta indeseable guerra. 

El peligro de dejarse mecer por los vientos de la paz y proponer soluciones muy suaves a la demencia conquistadora de Baldomero y su supuesto derecho a poseer Ucrania, estriba en concederle la victoria tanto sobre los legítimos pobladores de esos territorios que tanto disputa el señorito del Kremlin (los ucranianos, y sus muertos, y sus ciudades masacradas, y sus infraestructuras arrasadas, y su presente demolido, y su futuro enturbiado) como sobre los países que vienen apoyando a Ucrania y que, hace un año exactamente, decidieron enviar armas y apoyo al invadido, e incoar sanciones a tan fementido invasor. 

No es ético desresponsabilizar a Rusia de tantos crímenes y daño infligidos a la hazañosa Ucrania en esta guerra. Ni siquiera se trata de impartir derechura en el sentido de ser equiproporcional e incluso equidistante en aras de un bien superior, vaya usted a saber cuál. La inexistencia de una solución perfecta es debida al miedo que Occidente le tiene a las armas nucleares de Rusia y, sobre todo, a los problemas gasísticos y petroleros que conlleva el sostenimiento a largo plazo de una alianza idealista. Si un armisticio aplaza la justicia, finalmente esta justicia nunca llega. Eso no es superioridad: es esclavitud. ¿O acaso el derecho es tan solo un muy grueso libro que arde fácilmente cuando hay ausencia de combustible?

Mientras tanto, Rusia envía a la muerte a su infantería, mal entrenada y peor equipada, para atraer el fuego ucraniano y dejar expuestas sus defensas ante los ataques de los blindados rusos. La carne de cañón no huele solo a Ucrania para el Kremlin. Es con este Baldomero matancero de enemigos y de propios soldados con quien muchos quieren negociar una guerra que les empieza a resultar completamente ajena.