viernes, 10 de febrero de 2023

Trenes sin cubrebocas

Pasen o no por los túneles de la orografía española, en los trenes de pasajeros no hará falta usar mascarillas durante el trayecto. Tampoco en los autobuses. Esta medida protectora se impuso por ley no al inicio de la pandemia, sino cuando se constató que el suministro era suficiente. Los inicios siempre son difíciles, qué duda cabe, pero estos en concreto fueron un desastre y un ejemplo de aquello que jamás ha de hacerse. Usted y yo podemos desoír las noticias chinas por parecernos cuentos ídem o hacer caso omiso a los pintorescos italianos, pero no quienes trabajan en los centros de alerta y en el Gobierno. Así nos fue.

Limitaron inconstitucionalmente derechos y libertades durante meses con la excusa de salvar vidas (400.000 mil, dijo el otro). Por supuesto, carecían de informes médicos, técnicos y económicos, pese a haberlos, y se inventaron un comité de expertos para acallarnos a todos, sin lograrlo. Diputados y senadores, en su inmensa mayoría, avalaron la estupidez de un Gobierno que, ya entonces, demostraba con creces lo incompetente que puede llegar a ser. Aquel argumentario de curvas aplanantes fue avalado por miles de ciudadanos que acudieron como posesos a esquilmar supermercados (inequívoco egoísmo: ”tonto el último”) y acabar con el papel higiénico (como si fuesen a cortar también el agua corriente desde las alturas). La ciudadanía es estúpida por sus miedos y atavismos, y de ella surgen próceres y mandamases: cómo no pensar que fuimos gobernados por otros tantos estúpidos (nacionales y autonómicos). Los medios de comunicación tampoco resultaron de gran ayuda. Desde que la prensa y la televisión se llenan de basura, solo importa lo alarmante.

El Covid, por dañino que sea, afectó sobremanera a ciertas personas y a los demás nos dejó en paz. Ancianos y enfermos fallecieron en exagerado número, cosa que se supo desde el primer momento (y ahora, con todas las estadísticas cerradas, la afirmación sigue siendo cierta), luego se pudo haber desplegado toda una lista de medidas orientadas específicamente a estos grupos de riesgo. No se hizo. Cuando, posteriormente, llegaron las llamadas vacunas, se propagó cierta idea de que todos quedaríamos a salvo, obviando el hecho de que no procuran ni la invulnerabilidad ni mucho menos son infalibles al ciento por ciento. De hecho, la ausencia de didáctica ha sido ominosa durante todo el periodo pandémico. Y la ausencia de fe de nuestros gobernantes en el buen juicio de los ciudadanos, ha sido aún más nefando e imperdonable.