viernes, 23 de diciembre de 2022

Nochemala

El año pasado pasé a solas la Nochebuena. Mi hermano, en el pueblo, temía haberse contagiado de Covid y prefirió que no me acercase. No lo hice. Me quedé en esta casa recién estrenada: sin adornos, sin luces, sin apenas cena. No me invadió la nostalgia, no acusé ninguna tristeza añadida. Supongo que soy ese tipo de gente a quien la soledad no aflige en demasía. La Nochebuena es bulliciosa pese a mantener las calles en sordina. La alegría, como la guerra, acostumbra a conceder ruido allí donde impera la calma. Hay que sentirse muy huido de lo mundanal para hallar consuelo y paz en el silencio.

No quiero hablar de lo que antaño llamábamos Noche de Paz o Noche de Amor. No existe paz en el mundo y el amor es una quimera aún mayor que las desventuras climáticas. Sigue abierta con toda crudeza una guerra escrita con todas las letras por mucho que la siga mixtificando Baldomero y sus infames secuaces No importa que las pocas noticias que cuentan ya los periódicos sean de chismes no tripulados que azotan centrales de energía. ¿Alguien quiere entender que con ello se pretende no extender aún más el sufrimiento? No puede ser Navidad mientras siga habiendo esa maldita guerra. Por ese motivo ignoro qué diantre celebraremos este fin de semana. Tal vez hagamos como siempre, mirar hacia nuestras insignificantes existencias y deshacernos de la pamplina esa de la conexión espiritual con los restantes seres humanos. Es una frase hecha por mucho que gordinflones vestidos de rojo y niños desnudos en los belenes quieran anunciarla. Nunca ha prevalecido la paz o la solidaridad en Nochebuena. Solo buenos deseos como lo de adelgazar en enero o erradicar el hambre en el mundo mientras contemplamos nuestras suculentas viandas. Lo triste es que ni siquiera en Navidad podamos desprendernos de esta maldita materia negruzca que derramamos todos por el planeta. 

Mañana será una mala, muy mala noche. Usted cene a gusto, diviértase con los reguetones con que acompañará los postres y deje de pensar en lo caro que está todo. Le va a dar lo mismo. Es solo una pizca de ofuscación a la que ya está más que acostumbrado. Piense en las ausencias y haga como que son fantasmas sentados a la mesa cuales vaharinas grisáceas que lo miran con pena. Todo por no llorar y concluir que esta vida es una inmensa mentira que no logramos revertir en modo alguno. En otras partes silban las balas y las bombas. Aquí solo se escuchará el ruido que hacen los que se creen felices bajo un manto pesado de soledad enmudecida.