viernes, 25 de noviembre de 2022

30 días para Navidad

Se adelantó Santa Claus y ha repartido regalos a un mes vista de Navidad. Qué generosidad sin igual, qué esplendidez y largueza la suya con quienes han sido buenos chicos todo el año, que no significa que se hayan portado bien: pueden ser buenos chicos o solo chicos buenos. 

Algunos de ellos no hace tanto se solazaban dando mamporros a quienes no eran de su igual opinión: unos leñazos espeluznantes que incluso hacían volar a las víctimas (inocentes) hasta los cielos. Usted dirá que a estos no habría que darles ni lo negro de las uñas, pero muchos los vitorean y reciben como héroes, lo cual además de ser ridículo es una atrocidad. Algunos, compañeros de aquellos mártires, han decidido que a los amigos que conservan los mamporreros, y a no pocos de estos, hay que admirarles la decidida voluntad que muestran por acrecentar una democracia que jamás promovieron, salvo para sí mismos, y que por ello merece la pena ofrendarles regalos: unas monedas para el circo en euskera (terrible como alguien se confunda de preposición); carreteras vigiladas por ellos; y unas cuantas medidas de esas sociales con que fingir compromiso y que salen de los ridículamente bajos impuestos que pagamos. Otros hay que, por tener el mando de las cosas, acercan a sus casas a los más malotes y los sacan de la ergástula para que sean vitoreados y se tomen unos zuritos en paz. Todo por la paz. A estos yo, sinceramente, no los entiendo (y creo que no quiero entender).

Algunos otros no son malos, son traviesos. Se emancipan y hacen bulla, pero como resulta que son necesarios para el óptimo funcionamiento de la fábrica de presentes, les regalan reescriturar las leyes que los condenan. Como eran y son ambiciosos, no se conformaron con contravenir una ley: las quebrantaron todas, especialmente aquellas cuyo ultraje sirve para que les salgan gratis sus travesuras, que muy gratis no son, digámoslo claro, cuestan bastante, y andan con los bolsillos necesitados, máxime si se emplean los dineros en tontunas embajadísticas y persecuciones de tiendas y alumnado disconforme. Por cierto. Esto de que los reos cambien las leyes que los condenan no deja de tener su aquel. Ignoro si pasa en otros lugares. Supongo.

Y luego están, creo, todos los que no merecemos regalo alguno por ser fascistas, fachas, fútiles, facciosos, feminientes, fobotódicos y feos de solemnidad, como me pasa a mí, que tengo todas las efes y aún no me había enterado. Solo tengo una virtud: que pago, aunque no me calle. Eso me regala el Santa Claus este.