viernes, 18 de noviembre de 2022

Museos activos

Este asunto de los museos tomados por activistas climáticos es de lo más divertido. Visitar museos es una de las actividades que dice hacer la gente en su tiempo libre, afirmación falsa como Judas, pero en tiempos de posverdades uno orienta sus recuerdos indistintamente hacia lo real o lo que debería haber sido real. La cuestión es que, desde ahora, se puede acudir a un museo de dos maneras: como visitante o como activista. Ambas igualmente compatibles, claro. 

Los museos son lugares donde estar fresquito en verano y a salvo de las inclemencias el resto del año. Tal vez por ese motivo los activistas los eligen para su propaganda ecológica, porque saben que una de las consecuencias del calentamiento global es llevar más y más gente a ver obras de arte para refugiarse de los incrementales rigores caniculares o los intempestivos azotes invernales. En los museos se expone arte, normalmente, y las obras famosas son solo un puñado cada vez menor, acorde a la menguante cultura que se enseña en las escuelas. Quiero decir que es fácil seleccionar la obra a atacar para atraer la atención de los medios. Acceder a ellas no es complicado porque ningún museo sufre delirios de fortaleza inexpugnable: su razón de ser se halla en recibir visitantes, no en espantarlos, dado que son pocos y, por ende, valiosos. No emplear los protocolos de seguridad de los aeropuertos facilita mucho la ejecución concreta de aquello que se quiere hacer con el cuadro para formalizar una protesta. Manchar la protección de un cuadro con el líquido negro de la mochila activista solo genera molestias a quien lo ha de limpiar. De momento los ataques no han malogrado pintura alguna, luego sus consecuencias son más bien episódicas: hablamos de activistas, sí, pero no locos.

La gente se ha espantado, yo no. Yo deseo sugerir a los activistas que, de proseguir con sus campañas museísticas, las anuncien con anticipación para que se pueda acudir masivamente al museo a disfrutarlas. Los museos estarán encantados de vender más entradas y, con seguridad, las visitas guiadas se verán enriquecidas con esta deslocalización de la unción artística que la imbrica con lo atmosférica, lo antropogénico y lo ecológico. Y quien dice activismo climatológico dice elegetebeísmo, animalismo, veganismo, revisionismo, terraplanismo o lo que se le ocurra, que el arte lo soporta todo, incluso el ignorantismo, cuando lo que se busca es un minuto de efímera gloria ante una obra maestra por mor de un arrebato seguramente mal entendido.