viernes, 25 de febrero de 2022

Hielo ucraniano

Rusia ha dictado las reglas de la guerra. Su guerra. Cualquier injerencia otánica conlleva consecuencias horrendas. En estos momentos resulta complicado dilucidar si se conformará con anexionarse las regiones separatistas del Donbás o persigue un control completo del país que se baña en el Mar Negro. Si esto último sucede, y puede suceder, no serán los otánicos quienes alojen sus estrategias al otro lado de la frontera rusa, idea original ya periclitada, sino los rusos quienes se desplegarán en las mismísimas narices otánicas a lo largo de una frontera muy, muy extensa. Todos los países bálticos se verán amenazados de inmediato, y ya veremos en ese caso de qué modo la fuerza otánica podrá defenderlos de una Rusia ampliada. No será una nueva URSS, porque ya no hay soviets, salvo en el magín de algunos, ni una versión 2.0 del Pacto de Varsovia, pero Hungría, Polonia y Eslovaquia revivirán un sueño al que nunca quisieron entregarse.

Hasta ahí la geopolítica de una guerra que, por cruda que se nos antoje, va a suponer el prólogo de una redistribución de los inestables equilibrios en los que se viene desarrollando el mundo moderno. No hace tanto que China amenazaba con ocupar Taiwán, es decir Formosa, algo que entonces nos sonó a cuento de China y que, tras la arremetida rusa de su reina negra (por bañarse en un mar con dicho nombre), parece más que factible un conflicto hermano de este ruso, pero con tintes amarillos. Y hasta aquí la ficción. Hace 90 años, dos países imperiales, Alemania y Japón, pretendieron invertir el orden internacional de manera afín. Cada uno por su cuenta, pero simbióticamente porque las dos juntas minoraban las probabilidades de que Yanquilandia quisiera embarcase en sendas guerras (una sola sí parecía pertinente). ¿Hablamos de ficción? Hablamos de Rusia y hablamos de China. Y hablamos de los Estados Unidos, que lleva décadas mostrando su decadencia política y social, lo mismo que Europa.

Volviendo a la guerra, creo que durará poco y que Rusia aplastará rápidamente a Ucrania porque Occidente no va a embarcarse en un conflicto más allá de lo diplomático, por mucho que esté “deeply concerned” y hable de sanciones, y la propia Ucrania carece de capacidad para insurgencias. Nuestra Europa ha sido modelada en gran medida por el poderío superpotencial de los ahora viejunos Estados Unidos tras el colapso soviético. Me parece que le ha tocado el turno a Rusia. Y a China. Y todos despertaremos en un mundo nuevo repleto de inestabilidad y desórdenes. 



Nota: En 2019 escribí el siguiente artículo sobre la guerra en el Donbás.