viernes, 23 de julio de 2021

Estado del sentido

Como en otras Constituciones, la nuestra de 1978 establece los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. Basta con llegar al artículo 117 de los 169 que hay escritos, este último con una referencia explícita al 116, de vigencia ahora mismo por ser el que habla del estado de alarma, excepción y de sitio. Todo esto lo cuento por si no ha leído la Carta Magna, cosa que tampoco tiene mayor importancia (pocos han leído el Quijote o la Biblia y ya ve usted).

Desde que un tal Guerra que no hacía llover café en el campo, declarase muerto a Charles Louis de Secondat, bajo tierra desde hace más de 250 años, hemos asistido a un continuado ejercicio de unificación de todos los poderes en uno. El Estado es el Ejecutivo. Y como el Ejecutivo es el Presidente y unos cuantos que están ahí porque, de no estar, está muy solo, resulta que el Estado soy Yo, digo Él. Corrijamos el artículo 1, punto 3, de la Constitución: “La forma política del Estado español es el Absolutismo presidencial”. Y todos contentos. El Uno, porque podrá ejercer su labor sin el incordio de la crítica. Los Otros, porque podrán holgazanear en sus escaños sin que importe en absoluto (no importa, de hecho). Los Terceros, es decir, los jueces, porque verán aliviada su carga de trabajo, últimamente demasiado centrada en los desmadres gubernativos en relación a la Carta Magna.

Ese es el auténtico sentido de Estado. El proveniente de la fineza, talento, competencia y sabiduría de Pedro XIV, nuestro Presidente Sol. A nadie puede extrañar que un miembro del poder judicial, ejerciente en el ejecutivo, lamente la carencia de este sentido tan importante en sus colegas del artículo 117. Como el legislativo aprueba con indolencia lo que dicta el Presidente Sol, debido a un pacto suscrito con el subconjunto de legisladores definidos por denostar el Estado (quieren ser ellos soles absolutistas en sus respectivos territorios), al final solo quedamos los ciudadanos para alarmar cariacontecidos de la soleada autocracia que ha acontecido con más cara que disimulo. Pero los ciudadanos estamos solo para obedecer y pagar impuestos, luego no nos van a hacer mucho caso. Nada, realmente.

Lo irónico y divertido es que el sentido del Estado depende mucho de cómo los ciudadanos sintamos el Estado cada cuatro años. En las urnas no se eligen ejecutivos ni judiciarios, solo legisladores. Y, por mucho que le pese, al astro que quisiera ser proclamado rey se le soporta durante un plazo de tiempo limitado. Luego se elige otro.