viernes, 9 de abril de 2021

El gran lagumán

Lagumán es como denominamos a los holgazanes por tierras salmantinas. La sílaba tónica aporta sonoridad superheroica al vocablo, lo cual viene que ni pintado para describir al inefable presiliente a quien pandemia alguna zozobrar ni tan siquiera hacer puede. Nuestro dormidor monclovita, por todos mentado pese al mucho tiempo en paradero desconocido, experto en homilética como es, ha reaparecido cual portentoso futbolista: solo para las grandes ocasiones. Y la ocasión era el anuncio vacunal de los millones de seres humanos que se dispone a salvar en un santiamén. En estos tiempos desasosegantes no está mal que sobre la oscura muchedumbre se yerga tan encumbrado faro de luminosidad y sabiduría.

Como todos, ignoro a qué se ha dedicado últimamente el creador de sancheces, esos horcajos entre mentiras impenitentes y desmanes absolutistas donde todo es posible, incluso la conjura de los necios. Pero la reaparición no puede haber dejado indiferente a la parroquia: más feminismo en la diplomatura, confiabilidad máxima en ministros desajustados y, sobre todo, muy especialmente, autoproclamación de la capacidad salvífica, porque en su persona se encierra el cerebro que ha resuelto de un plumazo todos los yerros ocasionados por quienes compran las vacunas (la UE), quienes las administran a miembros y miembras (la UE), quienes generan contradichos farmacológicos (la UE), quienes las aprueban (la UE) y quienes son los únicos culpables (las CCAA, sobre todo las más ayusas).

A mí, en realidad, ni fu ni fa: hace mucho que no compro ungüento alguno a los chamanes, ni siquiera esos crecepelos milagrosos que me vendrían de perlas. Pero toda esta estrategia orientada a convertir el Gobierno en una agencia estatal de propaganda no deja de provocar escalofríos, al menos a quienes sentimos el espinazo temblando cada vez que estos inconscientes deciden un día vigilar los campos desnudos con satélites espía de la NASA catalana en busca de desenmascarados y al día siguiente lo que deciden es crear una comisión interministerial que estudie si la ley es acertada o no.

Este es el mundo del gran lagumán, donde solo trabajan los propagandistas que buscan perpetuar el grandísimo timo en que nos han metido, donde solo medran los revolucionarios de casoplón, donde todo es incierto, donde solo importan los tiempos pretéritos para reescribir la historia. Donde espero que muy pronto el hartazgo de la gente desplace a estos lagumanes contumaces que no saben hacer otra cosa que destrozar cualquier futuro.