viernes, 26 de enero de 2018

De repente, un año

Parece que ha pasado mucho tiempo desde que ese dinosaurio refunfuñón y calamitoso de Trump apareciera en la cornisa de la Casa Blanca. Pero ha transcurrido solo un año. Muchos aún insisten en lo accidental de su elección, olvidando que su partido, el Republicano, es mayoritario en las dos cámaras con representación en Estados Unidos. Pese a ello, y aunque no sea la primera vez que ocurre en tan magno país, hay tal punto de segmentación y desavenencia alrededor del díscolo presidente que la administración pública ha tenido que echar el cierre. Algo impensable en estas latitudes, por mucho que unos cuantos soñemos de vez en cuando con ello si bien en distintas circunstancias y diferente resultado…
Algunos lo consideran un loco con dinero. Otros un iluminado. Con dinero. Los norteamericanos, aunque cueste creerlo, no le odian en masa. Para una parte importante de la población yanqui les parece un hombre franco, llano, que dice las cosas como las piensa, sin reparar en hipocresías y medias verdades, tan habituales en la política. Y supongo que a quienes le consideran un patán detestable lo que más le preocupa es, justamente, que se ponga a pensar. Pero más allá de la psicología del sujeto, tan poco preparado para la gobernanza como yo para la mansedumbre, sorprende en Trump el afán que tiene por mantener su caudillaje ideológico, que usa de continuo para arengar (y excitar, y convencer) a las masas de afines que le apoyan. Afán muy superior al de la responsabilidad para la que fue elegido: hallar soluciones a los problemas de sus ciudadanos, tanto si le odian como si no, que los gobiernos se designan por votos, pero se mantienen con impuestos.
Da igual. Todo eso a Trump parece importarle un pimiento, contento como está en construir un país alternativo y paralelo, alejado de la realidad, tal y como hacen por estos pagos nuestros amigos los independentistas. Y aunque el acervo de majaderías que profiere le menoscabe la popularidad tan rápidamente como un tractor ara mi huerta en el pueblo, lo cierto es que de momento llevamos un año y sigue allí tan tieso, con su regresiva ideología, sus barruntos de 140 caracteres y el empeño en no dejar títere con cabeza allá donde se le vaya la vista, que es a todas partes.
A trancas y barrancas, dando el espectáculo, bien pudiera que al cabo de los tres años que le quedan de mandato lograse otros cuatro más. No infravaloremos los sistemas electorales. Aquí nos devolvieron al Carles…