viernes, 2 de diciembre de 2011

De la salud y el dinero

Esto del copago sanitario que se nos anuncia bajo variadas denominaciones, unas veces cual tique moderador o disuasorio, otras veces como paradigma de la equidad, no deja de ser un impuesto, otro más, del que no tengo claro ni su justificación ni su conveniencia. La OMS, pese a que nos hace gastar millones de euros cada año en combatir epidemias que luego se quedan en nada, como la gripe A, a veces dice cosas que conviene tener en cuenta: por ejemplo, cuando advierte que la introducción de copagos siempre desfavorece a los mismos: los que menos tienen (de Perogrullo, ¿verdad?, pues hay quien aún no se ha enterado). Además, el copago, por el incremento que supone en la gestión, podría engendrar un sobrecoste indeseable ahora mismo. 

Para quien no lo sepa, la Sanidad se paga con impuestos, no con las cuotas de la Seguridad Social. Y no está desproporcionada. Nuestro gasto sanitario es inferior al de la OCDE y, pese a ello, los españoles vivimos en promedio unos cuantos años más de los que nos correspondería de acuerdo al dinero que gastamos en salud (en Educación, por ejemplo, pasa todo lo contrario). Entonces, ¿dónde está la raíz del problema? En que seguimos teniendo una Sanidad muy eficaz pero altamente ineficiente, problema que nadie ha decidido atajar en épocas de bonanza. Y luego pasa lo que pasa. Que tenemos la Salud ingresada en una UCI de 20.000 millones de euros de déficit (casi podríamos denominarlo quiebra) y seguimos sin que nos cuenten cómo ha podido pasar.

El descontrol proviene cuando se transfirió la Sanidad desde el Gobierno central. Las autonomías son unas espeluznantes máquinas de gastar dinero y desequilibrar las cuentas. Todo lo que tocan lo convierten en costoso. Y cuando arriban los tiempos oscuros responden de manera oscura: con bajadas de sueldo, con cierre de quirófanos y eliminación de consultas. Todo vale, menos mejorar el sistema y gestionar bien. Lo dije hace unos días: las decisiones sólo son mejoras cuando demuestran su acierto. ¿Cuántas décadas llevamos ya errando con decisiones lamentables? ¿Qué ha de pasar para que se imponga el sentido común y la racionalidad en un sistema que parece pergeñado en la carta a los Reyes Magos?

No me importa que me suban los impuestos para que disfrutemos de una Sanidad eficiente y universal, que no penalice a las clases más bajas. Pero que me toquen la cartera para mantener un sistema insostenible sin revisarlo a conciencia, sí que me importa.