¿Ustedes advierten lo que está sucediendo? Me froto los
ojos y no doy crédito. No lo he dado durante todos estos días, y ahora que ya
van calmándose las palabras agitadas, sigo sin creérmelo del todo.
Vaya por delante que he tenido que aprender qué es eso del
estado de alarma. Lo ha explicado el gobierno, los diarios, viene escrito en
Wikipedia... Creo que nadie pensó jamás que un colectivo de trabajadores
pudiese parangonar los males armagedónicos que se describen como causas probables
de alarma y excepcionalidad en nuestra Carta Magna. Tela para los controladores
aéreos, que ya nos parecían antipáticos. Ahora ya ni les cuento.
Tiene su intríngulis que estos días de atrás se haya
recurrido al ejército y sus normas. ¿No habíamos quedado en que mili KK? ¿No
somos una sociedad pacífica, aborrecedora de guerras e imposiciones de todo
tipo que ni siquiera le parece digno estar unida bajo una misma bandera y una misma
patria? Nos hemos inventado las acciones humanitarias, las fuerzas de paz y las
estrategias geopolíticas, hemos creado naciones en cada barrio, no admitimos
más enseñas que la de nuestra taberna, y desdeñamos todo símbolo al que
previamente hayamos copiado para diseñar nuestro regionalismo. Pero, a la
postre, nada como la rigidez y valores militares para poner en vereda a un
grupo de chantajistas vergonzantes y estúpidos. Me pregunto, ¿no será que
alguna disciplina hemos ido dejando de lado en este caminar nuestro de la
democracia, que alguna firmeza hubiese venido bien no abandonarla ante la
cantinela del relativismo, de la indolencia moral y de la chirriante propaganda
política que tenemos la desgracia de sufrir?
No quiero hablar mal del gobierno. Hoy no. Total, ¿para
qué? Cualquier cosa que se diga será posiblemente cierta, y se me cansa el dedo
de tanto apuntarles como causantes de las muchas y diversas decadencias que
venimos observando, y las que nos quedan por observar. Tampoco diré nada de los
controladores, cuando lean esto yo habré surcado ya los aires en dirección a
Roma y no habré escatimado un solo minuto en reflexionar sobre su vergonzoso
chantaje. Hoy de lo que querría hablar es que, en realidad, vivimos todos,
usted y yo incluidos, en un estado de alarma ciertamente abochornante, porque
hemos creado una sociedad estólida, indolente, sin valores, sin patria, sin
unión, sin sacrificio, sin miras, sin audacia. Hoy son los aviones, ayer fue el
crédito. ¿Y mañana, qué ocurrirá mañana?, me pregunto.