viernes, 10 de diciembre de 2010

Alarma

¿Ustedes advierten lo que está sucediendo? Me froto los ojos y no doy crédito. No lo he dado durante todos estos días, y ahora que ya van calmándose las palabras agitadas, sigo sin creérmelo del todo.
Vaya por delante que he tenido que aprender qué es eso del estado de alarma. Lo ha explicado el gobierno, los diarios, viene escrito en Wikipedia... Creo que nadie pensó jamás que un colectivo de trabajadores pudiese parangonar los males armagedónicos que se describen como causas probables de alarma y excepcionalidad en nuestra Carta Magna. Tela para los controladores aéreos, que ya nos parecían antipáticos. Ahora ya ni les cuento.
Tiene su intríngulis que estos días de atrás se haya recurrido al ejército y sus normas. ¿No habíamos quedado en que mili KK? ¿No somos una sociedad pacífica, aborrecedora de guerras e imposiciones de todo tipo que ni siquiera le parece digno estar unida bajo una misma bandera y una misma patria? Nos hemos inventado las acciones humanitarias, las fuerzas de paz y las estrategias geopolíticas, hemos creado naciones en cada barrio, no admitimos más enseñas que la de nuestra taberna, y desdeñamos todo símbolo al que previamente hayamos copiado para diseñar nuestro regionalismo. Pero, a la postre, nada como la rigidez y valores militares para poner en vereda a un grupo de chantajistas vergonzantes y estúpidos. Me pregunto, ¿no será que alguna disciplina hemos ido dejando de lado en este caminar nuestro de la democracia, que alguna firmeza hubiese venido bien no abandonarla ante la cantinela del relativismo, de la indolencia moral y de la chirriante propaganda política que tenemos la desgracia de sufrir?
No quiero hablar mal del gobierno. Hoy no. Total, ¿para qué? Cualquier cosa que se diga será posiblemente cierta, y se me cansa el dedo de tanto apuntarles como causantes de las muchas y diversas decadencias que venimos observando, y las que nos quedan por observar. Tampoco diré nada de los controladores, cuando lean esto yo habré surcado ya los aires en dirección a Roma y no habré escatimado un solo minuto en reflexionar sobre su vergonzoso chantaje. Hoy de lo que querría hablar es que, en realidad, vivimos todos, usted y yo incluidos, en un estado de alarma ciertamente abochornante, porque hemos creado una sociedad estólida, indolente, sin valores, sin patria, sin unión, sin sacrificio, sin miras, sin audacia. Hoy son los aviones, ayer fue el crédito. ¿Y mañana, qué ocurrirá mañana?, me pregunto.