viernes, 16 de abril de 2010

Emigrantes

Lo leí ayer mismo. La emigración ha vuelto. Los últimos datos del censo de españoles que viven en el extranjero refleja que en estos últimos dos años, más de ciento veinte mil españoles han marchado al extranjero a trabajar. En total, de acuerdo a las oficinas consulares en el exterior, más de un millón y cuarto de ciudadanos residen oficialmente lejos de su tierra natal. Dicen en el Ministerio que es la cifra más alta en décadas. En 2009, por cierto, creció el doble que en 2008.
Es interesante advertir que los modernos emigrantes españoles no son personas afectadas por enormes necesidades vitales y familiares. Antes al contrario, son trabajadores altamente cualificados que buscan cumplir en el extranjero con sus expectativas laborales. Al margen de costumbres patrias. Que en España se vive muy bien es un mito, leyenda urbana, algo que dicen de su propio país todos los ciudadanos de las naciones (desarrolladas) de cualquier punto del planeta. Porque, aunque fuese cierto que en España se vive muy bien, no parece menos cierto que en España se trabaja peor. Ahí están esos números para evidenciarlo.
Y permítanme que, en este punto, quiera tirar hacia mi monte. Ustedes seguro que me lo perdonarán. Durante algunos años, yo fui uno de estos emigrantes. El contexto ha cambiado mucho. En aquel momento había un 30% menos de personas viviendo fuera de las que hay ahora. En mi caso particular no fue una crisis económica la que me motivó a expatriarme. Tampoco la internacionalización de empresa alguna para la que yo trabajase (estas dos razones son las más aducidas por los responsables ministeriales). Yo lo hice porque quise, por el bien de mi desarrollo profesional como científico, porque estaba en desacuerdo con la endogamia universitaria. Pero me inquieta sospechar que la actual fuga de cerebros investigadores, lejos de disminuir, se ha acrecentado con los años. Eso también lo dicen estas estadísticas.
De todo esto colijo un par de ideas: la primera, que nuestro querido país, tan cuestionado y cuestionable, tiene menos esplendor de lo que vocean algunos prebostes orgullosamente. Antes se iban fuera los más necesitados. Ahora se van fuera los mejores. La segunda consecuencia es que seguimos necesitando de las economías realmente avanzadas. Donde se encuentran los mejores trabajos, la cultura innovadora, el futuro y no el ladrillo. Por eso decidimos irnos fuera. Y lo hacemos a espaldas, por cierto, de nuestros gobernantes…