El esperpento de la actuación del (ya pronto) ex Fiscal General del Estado como artífice necesario de una escaramuza orquestada en la más amplia batalla del Gobierno contra su más terrible contrincante (una ayuso que siempre ha amenazado la imperturbabilidad del indocto que nos desgobierna), solo podía acabar de una manera: con más esperpento aún. Si todas las anteriores fases de esta refriega han revelado cuáles son las posiciones morales, políticas y judiciales de unos y otros, las que se avecinan, con una izquierda saliendo en tromba a oficiar de garantes de su estricto orden interno incluso con todos los elementos en contra (una sentencia del Supremo es algo demasiado importante como para no tenerlo en cuenta), va a convertir el majadal fétido del desgobierno actual en un lodazal donde rebozarse en la mierda (con perdón) será la nueva normalidad (palabro ambivalente, como cuando la pandemia y las mascarillas, con el que designar lo que unos quieren y el Gobierno no).
Nuestro presidente pudre cualquier institución (gubernamental, constitucional o privada) dependiente de su poder. Y las que son independientes, igualmente las quiere pudrir. Sus turiferarios (políticos, periodistas bajo cuerda, incluso elementos fácticos restantes, como los sindicatos y partidos separatistas) se vendan los ojos, tanto los de la cara como los restantes, y aplican una fuerte pinza a las fosas nasales para no percibir el hedor y la putrefacción de esos pensamientos con los que justifican su propensión a hacer de tal izquierdismo fatalmente extremista la dictadura extrema que necesitamos los restantes para no ser libres, libres de ellos.
No tengo juicio suficiente para aseverar si dos años de inhabilitación es mucha o poca pena para el tipejo ése que fundió su cargo con su ideario político. Pero si le hubieran inhabilitado dos días, la conclusión sería la misma. Seguramente el indocto se desdiga ahora de todos los apoyos que le ofreció públicamente (qué no diría en privado), aunque primera tendrá que dejar pasar los días y su berrinche, y establezca que, por supuesto, la Fiscalía no depende del Gobierno (cosa cierta), aunque oculte que ESTA Fiscalía siempre la ha hecho depender de él. ¿Dimitirá el indocto? Qué risa. Ni acabando él mismo en la cárcel dimitiría. Ya que se erigió en dios y rey supremo, con mando sobre los jueces y los fiscales, sobre los ciudadanos y las empresas, sobre la Guardia Civil y los medios, lo menos que podía hacer es disculparse un poquito por los amedrentamientos proferidos por él y por su entorno, por los excesos verbales y de juicio (aquel "el Fiscal General es inocente, y más con lo que se está viendo en el juicio" no tiene igual en la historia de las idioteces, ya de por sí abundante en cuanto a su historia particular), e incluso por existir políticamente sobre una base extensa de putas y chaperos (las putas, de sus secuaces más íntimos; los chaperos, de su esposa y suegro), de corrupción rampante y de podredumbre moral bastante insólita.
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