viernes, 27 de junio de 2025

A qué viene tanto jaleo

La verdad, yo no sé por qué hay tanto jaleo mediático con todo lo que sucede, porque aquello que está sucediendo es —justamente— lo que siempre sucede cuando nadie prevé con anterioridad que acabaría sucediendo. Me explico, pese a la claridad con que lo he dejado escrito. Si en un país, en un momento dado, unos señores que se juntan para redactar una Constitución tras varias décadas de dictadura, creen que la probidad, honradez y desinterés (propio, no general) de los partidos políticos será suficiente para velar por los intereses de la nación, y a ello confían la suerte y destino de la nación, cualquier cosa que posteriormente ocurra porque los partidos políticos han dejado de ser probos, honrados y desinteresados, será un desastre. ¿Mejor así?

Aquellos señores que se juntaron para redactar la Constitución, no eran muy listos. O mejor dicho: tal vez sacaron muy buenas notas, lograron ser reconocidos catedráticos (en una época en que ser catedrático y disponer de obra propia de mucha calidad era algo accesible a los más conspicuos de la universidad, no como ahora, que cualquier mandanga logra serlo a poco que caliente el asiento) y se trataba de eminencias en lo suyo, pero suponer que los partidos políticos serían siempre dechados de virtud y nobleza, y no disponer controles para asegurar tan fundamental pieza angular de todo el entramado, tiene bemoles.

A la vista está. No hay un solo partido político donde no haya medrado el afán de lucro, la avaricia, la manipulación de los resortes de poder, el desvío a manos propias del dinero que gestiona el Estado, o directamente el nepotismo y la tiranía más férrea. Ni uno solo, oiga. Usted dirá: "hombre, caramba, qué cosas tiene usted, en todas las familias hay siempre ovejas negras". Y yo le responderé: "por supuesto que las hay, las hubo y las seguirá habiendo; pero se interponen controles en política (y en los negocios) para impedir que los ungulados negruzcos prosperen".

¿Quiénes han promovido —desde siempre— la eliminación de los controles: inspectores de cuentas, inspectores de todo tipo, etc.? ¡Los políticos, claro! ¿Quién si no? ¿Acaso la ausencia de control no les permite hacer con mayor desparpajo aquello que les da la real gana, como —por ejemplo— conceder obras y licitaciones y subvenciones y lo que sea sin considerar otra cosa que su propia opinión o voluntad? ¿Realmente alguien es capaz de creer, a estas alturas de la democracia, que los políticos son gente altruista y filántropa que, al finalizar su permanencia en el mandato, se vuelven a casa y a la vida sencilla y humilde que tenían antes? ¡Dígame uno solo que no se llame Rajoy! (sería un vago e indolente, pero al menos en eso tiene honor). Ministros, presidentes y no pocos directores generales salen todos ellos bien colocados en emporios de cualquier clase, siempre con sinecuras generosamente regadas, cuando no dispuestos a emprender y hacerse de oro a un ritmo que da vergüenza ajena. Véase lo que han sido capaces de conseguir tipos tan incapaces como Zapatero, Blanco, Bono... Oiga usted: si usted solo vale para una cosa, que es medrar entre los afines, métase a político y busque el éxito. La cuantía de su fortuna reflejará perfectamente la cuantía del empobrecimiento patrio.

Otro día hablaré del indocto que una vez quiso dirigir la OTAN a la que hora tanto desprecia (él y la panda de extremistas que lo rodean), sin olvidar el resto de escándalos. O cómo puede ser que un patán maligno como él solo pueda rodearse tan fácilmente de acólitos de todo tipo (ministros, periodistas, tribunales constitucionales, fiscales, hermanos, esposas y demás corruptos). Hoy, que ya es verano, quería dejar dicho algo tan, pero que tan obvio, que ya nadie repara en ello: que los políticos tras el poder, se creen dioses alejados de los mortales.