viernes, 26 de julio de 2024

¿Podemos acabar con esto?

Lo de los ERE y el Tribunal Constitucional es de traca. No se lo parecerá si usted es lector ávido (tentado he estado de escribir "avieso") del panfleto en que se ha convertido el diario tan independiente matutinal, y se le antojará extremo si usted se encuentra en el lado opuesto (aun no siendo muy opuesto). Pero teniendo en cuenta que: a la magistrada ponente Inmaculada Montalbán el señor Griñán le impuso la medalla de Andalucía; que el exministro Campo fue exdirector general con Chaves y Griñán; que por allí tampoco se abstuvo la socialista y exdirectora general de Bolaños, Laura Díez; que tampoco se inhibió María Luisa Balaguer, expresidenta del Consejo Consultivo de Andalucía (cuando gobernaba el PSOE); y que el condimento final se lo echó el tal Pumpido, por entonces Fiscal General... por todo ello, cuesta decidir si nuestro Tecé sirve a la causa de las garantías constitucionales a las del infame Sánchez, porque ni siquiera lo podemos equiparar el PSOE (salvo que los socialistas estén de PaSEO perpetuo en estas aciagas fechas). Todo eso ocurrió el 16 de julio. Y ahí están ya, Chaves y Griñán, y la tal Álvarez también, alborozados mientras proclaman no solo su inocencia, también su honradez y su casi, casi, santidad. Han dejado de ser responsables máximos de uno de los mayores casos de corrupción de nuestra historia, con nada menos que 680 milloncejos de euros esquilmados del saco donde pacían los ERE. Esta absolución casatoria de la condena que la Audiencia de Sevilla, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía y el Tribunal Supremo afirmaron, quiere demostrar no solo que los culpables fueron los súbditos, también que ningún juez (salvo los sociatas del Tecé) saben lo que significa prevaricar. Menos mal que tenemos a un Pompidou para enseñarnos. 

Pero, ¡qué más da! Chaves y Griñán son viejos, decrépitos, indignos, nefastos y todo lo que usted quiera. Pero nada que ver con esa degradación colosal que pudre por dentro el palacio monclovita, y ante la que su propio morador revierte en acusación hacia la prensa por decir las cosas que le pasan a él (que, por mucho que lo admiren algunos, es poco menos que la máscara de lo políticamente monstruoso: hacer de las necesidades personales el objetivo de todo un país, puesto a su servicio); a su mujer, por atajar aprovechando que vive y duerme con el chuleta del cotarro; y a su hermano, que cobra sin trabajar (quién pudiera, ¿verdad?, aunque: ¿por qué no se aburre?).  Y, de fondo, los ministrillos y menestrales vociferando que Chaves, Griñán, la mujer, el hermano, el otro y quien sea, no son sino víctimas de la ira intempestiva de los demás, pese a sus actividades tan honradas, honestas y legales. ¿Y saben lo peor? Que cuando los secuaces y estómago-agrecidos copan las instituciones legislativas, ejecutivas y -ahora también- las judiciales, no hay modo de ponerle freno al indecente presidente que se mofa y befa de todos. Plagiador, vago (no sabe gobernar, siendo lo más probable que no quiera), inculto, chapucero ejecutor de pucherazos (y encima los sociatas de carné se lo perdonan: vaya tropa), y pésimo escribidor de cartas a la ciudadanía (me pregunto quién es él para dirigirse a nosotros con tamaña insolencia: ¡que se dirija a los suyos solamente!)... sigue en sus trece de arruinarlo todo, salvo el destino Sánchez-Gómez (pese al lío de faldas del primero, mediante).

Habrán observado ustedes, caros lectores, que nada digo del Fiscal General, ese tipejo nacido en Lumbrales (anda que...) para quien el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha elevado una solicitud de asunción de investigación por delito de revelación de secretos. ¿Bochornoso? Ya no más que lo del Tecé, qué quieren que les diga, pese a que ese señor es quien debe velar por el cumplimiento de la ley en España. El susodicho, en realidad, se defiende diciendo que estaba obligado a desmentir informaciones falaces e interesadas (una nota de prensa), pese a que la nota que obligaba a una subalterna a publicarla la redactó él mismo. ¿Cómo se defiende de unas ciertas acusaciones quien está, en virtud de su cargo, a hacer cumplir la justicia que sobre él mismo va a recaer? Menos mal que lo nombró el Sánchez, ¿o fue el tándem Sänchez-Gómez? Porque el de Lumbrales bien que se ha abrazado a todos ellos (y alguno más, supongo).

Y no he hablado de las amnistías, de las leyes elaboradas por los propios delincuentes, ni de las inacciones y desmadres muchos que suceden en sede parlamentaria (aunque, cada vez, sean menos). Pero la pregunta final siempre es la misma: ¿podemos, realmente, acabar con todo esto?

viernes, 19 de julio de 2024

No son mineral aún no extraído

El paisanaje actual no tiene nada que ver con el que conocimos cuando niños (quienes ya tenemos una edad aunque no nos hayamos dado cuenta) y mucho menos con el que conocieron nuestros padres. Hoy vivimos en una sociedad de mestizaje e integración donde los rasgos caucásicos o mediterráneos no son los únicos que pueden asociarse a la nacionalidad del pasaporte. La gente que arriba a nuestras playas y aeropuertos viene a trabajar y labrarse un destino mejor al que tenían en origen, o simplemente mejor a la nada más vaciante y desierta que les deparaba su tierra. 

Para quienes siguen creyendo que sobre su terruño disponen de derechos extraordinarios por haber nacido en él (y sí, estoy mirando a los catalanes, y a los vascos, y a los gallegos, y a los leoneses, y a los españoles), la tozudez de las cifras demográficas y de las decadencias históricas son cuestiones que vienen a estropear su estúpido discurso xenófobo. Son racistas, aunque no se den cuenta. Dirán que no, porque puntualizarán que solo desean amar más y mejor a su tierra. Exhibirán miles de supuestas benignidades y bonhomías para malbaratar los argumentos contrarios. Pero son racistas: piensan que la tierra donde nacieron es suya (la debió repartir algún dios según iban naciendo los hombres), piensan que merecen ser reconocidos como una nación y un estado porque sí, y piensan que los demás solo servimos para una cosa: importunarlos. En esto último, si omiten el adverbio, la frase es correcta. En realidad, aprovechando el contexto gramatical,  diríase que prefieren el adjetivo homófono de igual grafía. Y todo este párrafo lo he escrito para decir que, aunque ninguna ley lo reflejase, porque sí hay leyes que lo hacen, tenemos la obligación y el deber de ser hospitalarios con quienes han tenido la suerte o el infortunio de no nacer en la piel de toro.

Algunas leyes hay. Sobre todo las que afectan a los menores que provienen de los flujos migratorios conocidos. Está la Ley Orgánica 1/1996, está la Convención Internacional de los Derechos del Niño firmada, en su día, por nuestro país… Por eso mismo, las barbaridades del líder que encabeza el insufrible partido vocero (y que tantos conmilitones suyos y tantos ciudadanos aplauden)  no dejan de ser una parte de la caricatura en que se ha convertido a estas alturas del filme. Repartir unos cientos o miles de menores extranjeros entre las comunidades autónomas no está directamente ligado al aumento de la delincuencia y la inseguridad. Lo que, sin duda, sí está aumentando (porque las masas son así de ofuscadas) es la xenofobia, el supremacismo y el racismo en muchas conversaciones y no pocas decisiones políticas.

Uno piensa, en general, que de estos asuntos se ocupan los técnicos y funcionarios de ministerios, autonomías o ayuntamientos. Existe una base legal, un ordenamiento, una convención... el resto es un "hágase". Pero en este país nuestro las cosas no son así. Llevamos seis años en un continuo sindiós, con gobiernos (los de Sánchez) que no gobiernan porque están dedicados en pleno a hacer propaganda del mamarracho que, chulescamente, sigue ahí, interpuesto por otros aún peores que él (por improbable que parezca que pueda haber algo peor), cual sátrapa que hace y deshace, parte y reparte, esforzándose en buscar un hilo argumental a su desgobierno que suene a izquierdas (los buenos) y derechas (los malos), a continuo conflicto y escape. Y este asunto de los menores extranjeros no acompañados no habría de ser menor. Con todos los partidos opinando, cada cual a su manera, y convirtiendo lo opinado en un aderezo más del combate político que sucede todos los días, lo extraño es que nadie preste atención a cómo resolver nada. Y así estamos. Imagino que, lejos del estruendo, alguien estará gestionando la manera de desperdigar menas por el mapa español, así se opongan los catalanes, los vascos, los voxeros o quien sea. Los problemas asociados a las migraciones humanas no se resuelven en nuestro parlamento, pero de eso apenas ningún político se percata, salvo cuando dejan la poltrona.


viernes, 12 de julio de 2024

Lo de Francia y lo de España

Lo de Francia es de traca. Tienen en aquel país galo a un personajillo llamado Macron (lo mismo que aquí tenemos a un pazguato llamado Sánchez) que, amén de otras torpezas, se empecina en no entender siquiera mínimamente lo que viene sucediendo en la tierra que él preside, para colmo de tantos francesitos. No sabe que se halla justo al fondo, obscuro y hediondo, de un pútrido callejón político. No sabe nada. Al menos Sánchez sabe que es un muerto en perpetua resucitación asistida por otros tan muertos como él, para mayor gloria de tanta parroquia de izquierdas, los verdaderos culpables de lo que pasa en este país. Pero esa es otra historia...

Con más de diez millones de votos, los derechones de Marine Le Pen y los republicanos de Éric Ciotti, obtuvieron ciento cuarenta escaños. La izquierda del Nuevo Frente Popular y la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon fueron respaldados por menos de siete milles de votos, pero obtuvieron más de ciento ochenta escaños. Así de curioso es el sistema electoral francés tras el pacto Macron-Mélenchon por el cual retiraron más de doscientas circunscripciones a candidatos que se quedaron en tercer lugar. De ese modo, la Francia de derechas le brindó a la alianza de las extrañas izquierdas el más radical de todas sus victorias, habiéndose consumado la derrota (en votos). Pero mientras este desequilibrio se va ajustando, de manera que en las presidenciales de 2027 se recompongan los desarreglos, Francia está abrasada a impuestos, en proceso de islamización acelerada y plagada de inseguridad ciudadana. La disolución de las Cortes emprendida por Macron, no ha servido para nada. En Francia, como en España, sigue creyendo reinar la extrema izquierda contra una población más que harta de tanta idiotez. La única diferencia es que en Francia, acaba de empezar este tránsito por el desierto.

Pero lo de España es de tracatón. A la perplejidad del más inútil Gobierno de la historia (si se hace recuento de inutilidades, los de Sánchez se encuentran todos en los primeros peldaños de tal oprobio), hemos de unirle la desvergüenza del peor Tribunal Constitucional de las historias de todas las historias que en la Historia han cabido. Tanto que gusta a los políticos legislar desde 1975, y resulta que nadie legisló para que estas cosas de dictaduras golferas, de lameculismos desvergonzados, de virajes judiciales y fiscales de imposible catadura moral. Lo increíble es que la población civil no la haya emprendido a palos con los que a primera mano tuvieren, cosa que no sería de extrañar porque la sensación es que se ríen a mandíbula batiente de todos nosaltres

Pero, oigan, caros lectores míos, qué quieren que les diga. Me cansa y me aburre lo de España. Me mantiene en un estado de indolencia altamente lesiva, tanto que incluso no me apetece escribir de ello. Pero seguiré haciéndolo: porque me lo han pedido, y porque no lo he de consentir.

Francia, que se apañe sola. 

viernes, 5 de julio de 2024

Indigenismo inculto

Recientemente mostraba un mapa donde se coloreaba Europa de acuerdo al número de brujas enviadas a la hoguera durante la Edad Media. Les sorprendería saber que, en España, fue donde menos persecución hubo de mujeres expertas en preparación de tósigos, bebedizos y otras formas alucinógenas de recrear un mundo alternativo al de la penuria que entonces reinaba por todas partes. La Inquisición no fue nuestra, pero a nosotros nos colgaron el sambenito.

Hubo de ser un historiador francés, Christian Duverger, quien asumiese la portavocía de vindicar la figura de Cortés (y otros españoles conquistadores) al introducir el mestizaje y la consideración de los nuevos territorios como otros reinos de España con iguales derechos (y menos obligaciones), manteniendo siempre una presencia de peninsulares muy baja. Deseaban construir un nuevo mundo mucho mejor, liberado de las opresiones medievales que, allá en Europa, mantenía a las gentes siempre en guerra, librando batallas carniceras por motivos oscuros y egocéntricos, a la par que exprimían a la plebe con tasas, tributos y diezmos que la sumían en una eterna miseria. Ahora que he de volver en breve a México, no desfalleceré en explicar nuevamente por qué es un contrasentido vituperar el colonialismo español y, al mismo tiempo, mantener un silencio orbicular respecto al arco de las demás naciones que alguna vez colonizaron el mundo. Claro que es mayor contrasentido que tantos españoles se muestren orgullosos de ser anglófilos o francófilos.

No es algo que suceda solo en ésta Europa nuestra tan enloquecida. No pocos indigenistas (no todos) han asumido, entusiasmados, la idea de equiparar a todos los países europeos en el derribo de cualquier atisbo de cultura que recuerde el colonialismo (derriban las estatuas de Colón o de fray Junípero Serra, pero no la de Leland Standford, quien expulsara a los los nativos californianos durante la fiebre del oro), e insistir en el supuesto genocidio español, ocultando que fue el Imperio hispano quien, desde su medieval razón cristiana, salvó a muchos indios de morir sacrificados o de servir de comida a otros indígenas. Para tantos indígenas hispanohablantes, que en Canadá matasen al 95% de los indios autóctonos, es irrelevante. Y lo acontecido en lo que más tarde sería el Estados Unidos actual, tres cuartos de lo mismo. Tal vez por ese motivo representantes indígenas acudieron a la coronación del rey británico Carlos III... A los mexicanos no les gusta que se les recuerde que Porfirio Díaz permitió la esclavitud en Yucatán y Valle Nacional, y que exterminó a la práctica totalidad de moradores yaquis y mayas. Si cuando se independizó México, el 50% de la población mexicana era indígena, ¿por qué no llega al 30% los que se reconocen como tal? En el resto de Iberoamérica, el propio Bolívar, sedicente libertador de indígenas, despreciaba a los indígenas y "pardos", a quienes mandaba ejecutar sin dilación.

Lo que sí han estado ejerciendo los habitantes mexicanos desde hace décadas es encumbrar al imperio azteca (lo mismo que los peruanos con el imperio inca), que apenas suponen el 10% del indigenismo mexica. Que muchos indígenas de hoy sigan idolatrando a aztecas e incas cuando la mayoría de sus antepasados vivieron sometidos a sus excesos, resulta, cuando menos, sofocante. esta "cancelación" selectiva que niega la existencia de los más de trescientos años virreinales supone, de facto, negar la mayor parte de la cultura indígena, sincretista y renovadora. Si Isabel de Moctezuma renunció a su pasado azteca y voluntariamente se casó con un extremeño (Cortés) con quien tuvo varios hijos, en lugar de acceder al matrimonio en edad infantil con otros interesados en el líder supremo, ¿no debería ser denunciado también?

En todas partes, las antaño minorías viven su momento de gloria actual con el simple esfuerzo de hacerse las víctimas (lo mismo los indígenas que todo el colectivo LGTBI+pqrst). Es fácil cerrar los ojos a la historia porque, como bien expuse en un artículo anterior, hoy en día nadie lee nada y a nadie le interesa otra cosa que su Instagram.