viernes, 8 de marzo de 2024

De mujeres e imbéciles

Cada 8 de marzo (algunas, muchas) mujeres salen a la calle a reclamar más derechos e igualdad, por aquello de ser (o haber sido alguna vez) el día de la mujer trabajadora. Lo de exigir más derechos no lo entiendo: pensaba que los derechos estaban reconocidos por igual para hombres y mujeres. Pero lo de reclamar mayor igualdad, sí lo comprendo cabalmente, pese a lo mucho que se ha avanzado. Y hasta aquí el introito políticamente correcto (salvo por el desliz de los derechos). Lo que sucede, es que no sé muy bien si van a salir a la calle hoy las mujeres que son mujeres o los hombres que dicen haber visto la luz y que dicen ser mujeres. Como esto de ser mujer parece que consiste en meras sensaciones internas, y cuídese usted de proferir lo contrario que como poco lo multan y enchironan, parece que conviene andarse con algún cuidado. 

Como me da lo mismo lo que digan de mí, afirmaré que no tengo por mujeres ni a los hombres que se operan (la apariencia de mamas y gónadas no es el indicador biológico que define a una hembra mamífera) ni a los que no se operan y piden taquilla en el vestuario de las chicas. Oiga, es lo que marca la ley, esa ley tan maja que los podemitas, cuando pintaban algo en el gobierno sanchista, plagiaron punto por punto de la correspondiente ley canadiense, y que los jueces se ven obligados a juzgar por encima incluso de la libertad de expresión, derecho constitucional donde los haya. Es patético que a un maromo de dos metros de altura y 90 kilos de peso, con barba de varios días y buen rabo entre las piernas (lo siento, pero no me sale decirlo más elegantemente), le baste con acudir al registro civil para poder pasearse en bolas por el vestuario femenino obligando a sus víctimas allí presentes (ellas, las hembras de verdad) a poner cara de espanto, el grito en el cielo o simplemente salir corriendo a taparse de manera preventiva y rápida porque enfrente hay un caradura que dice ser mujer, pero no quiere operarse ni cosa por el estilo. Si yo digo ser rojo cangrejo de río no me hacen ningún caso, luego esto de las sensaciones femeniles en nacidos masculinos ha de beber su importancia en la diferencia entre los sexos, porque estos transestúpidos disponen ahora de capacidad sobrada para acabar de un plumazo con los espacios seguros para las mujeres y con el deporte femenino, por mencionar solo un par de aspectos. 

Bastó con inventarse lo del género y que el ínfimo colectivo que lo representa alcanzase los despachos ministriles, para convertir algo falso, mendaz, estúpido, fraudulento e infame (declararse mujer por cojones, perdón de nuevo) en nada menos que un asunto avalado por las leyes que ellos mismos promulgaron y muchos otros, tontos igualmente, avalaron con su voto en sede parlamentaria. Sé que escribir lo anterior es exponerse a que la policía, si media una denuncia, me detenga por transfobia. Pero como para no serlo: el mundo se ha llenado, de repente, de idiotas profundos. Yo, por mi parte, no pienso medir mis palabras en este asunto, ni ahora ni nunca.

Lo curioso es que nadie en este gobierno, ni en muchos otros, piense que todo lo anterior es una barrabasada con mayores miasmas que los pozos ciegos. Hace poco uno de estos individuos con pingajo en el centro anatómico, pero muy mujer en su sedicente fuero interno (nominación a la que la ley, repito, obliga a respetar, cosa que a mí me la trae al pairo), asesinó a un muchacho canario que también se identificaba como mujer. Y pensábamos que la violencia machista y sexual era, sobre todo, cosa de hombres, como el coñac barato: pues no, ahora es también cosa de mujeres, de esas mujeres, esas que no teniendo doble cromosoma equis, creen que tal minucia no importa nada. 

Pues bien. Que me distraigo del tema. Hoy saldrán a la calle muchas mujeres feministas (y también las que no lo son). Y seguro que también algunos individuos que ni los borrachos ni los niños son capaces de identificar como mujeres. Y se montará un rifirrafe, o al menos eso quisiera. Porque aquí, quien más tiene que perder, son las mujeres, y de repente no ante los hombres de toda la vida, ahora también ante esta otra clase de hombres, tontos del culo desde que tuvieron el actual uso de razón, que pretenden esquilmar, humillar, denigrar y ningunear a las mujeres arrogándose el derecho (avalado por tamañas leyes necias) de ser como ellas, o acaso más que ellas.