viernes, 18 de agosto de 2023

Noticias de estío

No conviene leer los periódicos en la época vacacional del estío, que es agosto. Las noticias que cuentan son, suelen ser, espantosamente insípidas, y entre incendios, murmuraciones, festejos, cuerpos en bikini (o sin ellos) y recetas veraniegas, llenan las páginas. Se diría que nadie los compra y que, por tanto, no necesitan que nadie los escriba. Además, los periódicos (y quien dice periódicos, dice resto de sistemas informativos para masas) de este año son idénticos a los del año pasado y el anterior. Si echásemos un vistazo a la hemeroteca, con seguridad encontraríamos plagios casi por entero, acaso modificando el nombre de una localidad, la identidad de una chica en toples o la cantidad de ingredientes que ha de tener un gazpacho. A quién le importa, me pregunto. 

Les pondré un ejemplo. los incendios en verano nunca deberían ser noticia, salvo que ardan más de tres días o calcinen miles de millones de hectáreas. Esas noticias solo sirven para que las gentes pongan rostros exhibiendo sufrimiento interior, angustia vital por el arbolaje perdido, o zozobra de ver todo devastado por unas llamas irreverentes, casi siempre provocadas por el hombre, si no siempre. En mi pueblo los apagábamos con empeño y, qué quieren que les diga, a mí me resultaban divertidos porque rompían la monotonía de las jornadas una vez acabada la cosecha y casi nunca debíamos lamentar sino unos pocos rastrojos quemados. Al menos yo jamás vi el gran incendio de las eras durante la trilla, que contaba mi abuela, ni tampoco ninguna de las hojas desolada como los montes que arden en todas partes. 

Les pondré otro ejemplo. Todos los veranos sale alguna famosa en bolas y en todos ellos se dan a conocer las cien y un mil infidelidades con las que el gentío se solaza, en ambos sentidos: los unos ayuntándose y los otros sabiendo cómo aquellos se ayuntan sin intención de apareamiento. Las tetas desnudas y los cuernos desvelados son así, tienen su gracia con independencia de que proliferen más que las polillas nocturnas. Que a mí me traigan al pairo y, aun así, salpiquen el agostamiento patrio con su escándalo a la salsa de hipocresía, solo significa que, en el fondo, a la gente le gusta ver las tetas de las demás y los cuernos ajenos.

Y no pienso acabar esta columna con una receta de gazpacho o de ensaladilla. Esta tarde (la de ayer, cuando lean esto si me siguen fiel y puntualmente) pude advertir que, en el fragor de los calores caniculares de la prensa, despuntaba la noticia de la composición de la llamada Mesa del Congreso, por lo que hétenos que, mediado agosto, la matraca política sigue erre que erre. Junto a esta noticia tan apasionante, un titular del pollo ese republicano-independentista que ama Madrid por encima de todas las cosas: el gobierno no gobierna, hace lo que le dictamos. Ahí fue cuando eché una risa estruendosa. Si serán cabrones que ya ni siquiera necesitan fingir. Vivimos tiempos tremendos. Y lo peor es que lo son porque algunos millones de gilipollas (oiga, ya son, ya) han votado para que estas cosas sigan pasando, y porque hay unos cuantos otros que aún no se han percatado de que a los ultracatólicos opusianos no se les puede dar ni lo negro de las uñas, que decía mi abuela. Sánchez ha pasado a ser aburrido (siempre lo fue, de hecho: ahora simplemente está más estreñido).