viernes, 14 de julio de 2023

Votaciones fundamentalistas

A una semana de los comicios, como dicen los que de esto viven, directa o indirectamente, el pescado parece ya vendido, como dicen los futboleros y no sé si alguno más, porque desde luego en las lonjas ya no se emplean estas expresiones. Como sigo sin ver la televisión, y de ahí mi saludable estado mental, tampoco me acordé del debate habido entre los dos principales contendientes de la disputa electoral, porque los demás cuentan poco, y no es de extrañar, visto lo que proponen. Tal vez lo de debate político sea un oxímoron, que dicen los pedantes, aunque a mí este tipo de figuras retóricas me gustan más en lo de silencio atronador, por ejemplo. Pero, tras leer la prensa, la noticia más señalada no fue la de quién venció o salió malparado, sino que se pudo evidenciar que llevamos, en efecto, unos cuantos años gobernados por un sujeto paranoide, inculto hasta la náusea, y prepotente sin más pies que el barro en que se sustenta su escasa preparación intelectual.

Y hétenos en el asunto de esta columna. ¿Cómo ha podido surgir, medrar y alzarse un sujeto tal, de entre las miles de personas que comparten con él las siglas de donde todos proceden, y llegar hasta el palacio monclovita e incluso hacer y deshacer a su antojo como el parasitario dictadorzuelo que es sin que, de entre los suyos, nadie haya alzado la voz para expulsarlo de su puesto? Es más, ¿cómo es posible que en todo este tiempo los plumíferos que periodistean en los caladeros ideológicos afines se hayan afianzado con tal seguridad, defendiendo lo indefendible, e incluso ensalzando y elogiando su figura como si estuviésemos hablando de un proverbial nuevo Churchill? Porque en este país no ha gobernado el pesoe todo este tiempo, sino aquellas formaciones políticas que, mediante la sedición o la rebeldía o la justificación permanente del terrorismo, persiguen hacer todo el daño posible al Estado español, no sin antes haberlo esquilmado a gusto sus dineros. 

Unos y otros, extraños compañeros de viaje que, sin pertenecer al Gobierno, han influido en el Gobierno mucho más que los patéticos ministros con los que el egregio estúpido se ha rodeado, han recordado con frecuencia que la gobernanza del Estado que tanto odian se debía precisamente a ellos. Por eso mismo, dado que este tipo de apoyos no son gratuitos, el que pronto ha de dejar de ser el peor presidente de esta parte de la galaxia solo ha desempeñado, tras el Covid (una crisis en la que jamás actuó con inteligencia, lo cual ya significó una señal), una única estrategia gobernadora: la de comprar su voto permanente a cambio de concesiones de todo tipo, incluso en contra de los derechos de todos los ciudadanos, tanto en materia económica, como civil o política. Se ha arrodillado ante todas y cada una de las peticiones de esa banda de golpistas y proetarras que le sujetan el cirio. La lista de concesiones es interminable. Como su estulticia.

Claro que la opción, tal vez la más digna, hubiera sido renunciar al poder. Pero es el disfrute del poder lo único que le divierte, aunque no sepa muy bien de qué modo, porque lo ha convertido en el monstruo público que antes solo conocían en su casa a la hora de comer. Y para ello, previamente a todo ello, solo necesitó de una sola cosa: el fundamentalismo político de tantos y tantos votantes, que depositan la papeleta de su partido favorito aunque esté liderado por un imbécil. Algo que también pasará el domingo de las elecciones.