viernes, 19 de mayo de 2023

Pero qué bonicos son

¡Qué bonico es eso de ayudar a los jóvenes para que viajen por toda Europa! Ayuda económica, se entiende. ¡Qué bonico es facilitar a los mayores el acceso a las salas de cine! Pero, ¿quién dice cine? ¡También teatros, y museos, y acuarios, y lo que haga falta! ¡Y qué bonico es ayudar a pagar las hipotecas para quienes no alcancen aún una cierta edad! ¿Por qué habrían de esperar a poder permitírselo? Estamos tan ocupados permitiendo a los ocupas que no paguen ni hipotecas ni alquiler, que no se nos puede ocurrir otra cosa que dirigir a nuestros jovenzanos, entre viaje y viaje por tren y por Europa, para que hagan realidad el gran sueño del trabajador, medio o bajo o alto: una hipoteca y una casa. A ser posible, con piscina y jardín. Y si no lo fuera, un pisito digno del mejor Marco Ferrara, porque aquellas desocupaciones inquilinas de José Antonio Nieves Conde tiempo ha que se volvieron pesadillas para colaus y podemitas, esos que llaman gentuza a cualesquiera que ose manifestar que el ejército de mafias que ocupan viviendas son precisamente eso, mafias fementidas capaces de extorsionar el sistema desde sus propios adentros, como por ejemplo, fingiendo las vulnerabilidades de los pobres, porque las leyes son muy bonitas de parir en el magín de los ingenios, pero complicadas de transformar en textos legales coherentes y bastantes  que sepan atinar con las razones, y si no que se lo digan a la doña del casoplón medio heredado, que clama desde una almena lo que mira desde la otra, un tanto similar que bien podría aducirse de la pamplonica que mira por los animales y por los supermercados con precios en la luna. 

Y ya puestos a decir cosas bonicas, por qué no afirmar lo bonico que es anticipar las herencias futuras a las generaciones pujantes, porque eso de esperar a que otro se muera es muy feo, total este país parece construido con el afán de prescindir de la picardía de la gente llana para que solo brille la picardía de las mafias y los colectivos, que los restantes o bien somos gentuza, como ha quedado arriba dicho, o bien no sabemos lo que somos a falta de ser pagantes, algo que por desgracia ya veníamos siendo, y cada vez más, porque esto de regar los electorales delirios de grandeza con el dinero que, por ser de todos, no es de nadie, salvo suyo, es hábito con mucha alcurnia, se remonta a los tiempos babilónicos, y hasta que no nos quede nada en el bolsillo ninguno de los arriba pensantes va a dejar de ingeniar nuevas maneras de recaudar lo poco que haya quedado, que bien puede que se le vaya la mano y no solo no quede nada, sino que su paso solo deje deudas. Nos está bien empleado porque somos nosotros los culpables de que haya jóvenes y haya viejos y haya pobres y haya ocupas: los unos porque está periclitado lo del arte del buen esperar las oportunidades que vayan llegando; los otros porque con las edades provectas pasa lo que pasa, que no teniendo mayores ideas que inventar dádivas innecesarias, pasamos del todo y nos ocupamos de otra cosa; y de pobres y ocupas no hablamos, que antaño los primeros disponían de dignidad y reconocimiento, pero hogaño estas solo existen para quienes saben conectarse a las farolas y vivir de los gastos pagados.

¡Qué bonica la vida sin los políticos! Para hacer lo que dicen que piensan hacer, puedan o no, me las basto yo solo.