Será que la extinta ETA, tras dejar las armas (no sabemos dónde), abrazó la otra democracia, la que combatía por mejor imponer su propia democracia, la de las muertes y secuestros y extorsiones, provista de mucho más pedigrí, dónde vamos a comparar, para disponer de turno y uso de la palabra no solo en hemiciclos y otros ciclos, también ante las cámaras y los micrófonos, pero sin necesidad de cubrirse el monstruoso rostro con capuchas o pasamontañas. A lo que salió de allí, una especie de mezcla donde se personaban paisanajes diversos del mundo abertzale, de los más comedidos, aunque gritones, a los más encendido, aunque callados, se la empezó a denominar agrupación filoetarra, que significa, literalmente, amiga de lo etarra.
La ETA siempre ha dispuesto de muchos amigos. Y postulantes. Los tenía cuando descuartizaba cuerpos a bombazos, nucas a rafagazos y vidas a zulazos. Aquello de la Euskal Herria era como un supermercado de malos. La policía atrapaba a uno y salían cinco más de entre las peñas dispuestos a inmolarse ellos y, lo peor, a erigir hecatombes en favor de los dioses vascongados con el pellejo de los demás. A ninguno se le ocurrió la estupidez de suicidarse sin haber predicado las bondades del sacrificio, incluido el aseguramiento a entrar en el cielo de los euskalbrones. Esa religión infecta consistía en acercar el más allá a los otros, siempre en pos de la democracia y la paz. Cuando todo eso fingió acabar, porque en realidad fue tan terminado por las fuerzas de seguridad que no les cupo otra salida, algunos se dedicaron a organizar talleres por la paz y otros a jugar a la política.
Por eso a nadie debería extrañar que la agrupación esa que pretende reunificar (tal es el significado del verbo Bildu) el mito de Euskal Herria, escriba en sus papeletas de candidatos a los adalides que tanto hicieron por evangelizar las bondades de la goma 2 cuando de independentismos se está hablando. Tal vez no lo hicieron demasiado bien, pues ellos mismos quisieron extinguirse como monstruos humanos y convertirse en mutantes monstruosos, pero esa es otra historia. El caso es que ahí están, con un par, para que muchos los aplaudan por su coraje, abnegación y audacia, más en concreto, y no cuento los suyos, los muchos afines a este Gobierno que ha convertido en normal negociar con asesinos y sus jaleadores.
Es lo que hay, que diría el otro. Tarde o temprano, esas malas bestias asesinas reaparecen y los demás, es decir, los suyos, a callar, que para algo se nace gudari y héroe