viernes, 5 de mayo de 2023

Hacienda sigo sin ser yo

Los estados elefancíacos, y lo son todos, los componen medradores de las arcas públicas en pos de un buen vivir, sinecuras y réditos, o de llaves que abran luego otras puertas aún más atractivas. Ningún político activo ha regresado a la pobreza o humildad de que provino. Todos acaban con los bolsillos llenos. 

De no deflactar los numeritos del IRPF (es decir, de no aceptar que la inflación ya sacude el bolsillo del español que paga religiosamente a Hacienda) a seguir disponiendo de servicios públicos infectos, solo hay un principio: el del gongorino ande yo caliente. Tiemblo al descubrir las promesas arrojadas en tiempos de elecciones, como esa paga de miles de euros para los jovenzanos que cruzan la mayoría de edad, cual herencia adelantada, como dicen que dijo la infecta que se lo ha inventado. Me pregunto por qué no pone ella el dinero, si tan chula es, y nos deja en paz a los demás, porque yo ni quiero pagar impuestos, salvo el mínimo exigible, y ese mínimo bien explicado y detallado, ni estoy por ofrecer mansedumbre a los esfuerzos gratuitos con que otros puedan llevarse regalías mortíferas a corto plazo para todos. 

No me absorta que me tilden de insolidario. Harto estoy del crucero imperecedero de médicos imaginarios que anegan las seguridades sociales, y de los enfermos cuyos males jamás tienen remedio; de tantos okupantes impenitentes (excluidos, llaman) a los que socorrer, siempre en mayor y mayor número, como si esto cada día fuese más Venezuela, y no España; de extranjeros con derecho a todo y siempre con ganas de más, que por no dejar, ni siquiera dejan sus costumbres subdesarrolladas en donde han sido nacidos; y qué decir del regadío ingente de prestaciones sociales que los políticos inventan para los de siempre, los suyos… Sepa que el dinero siempre corre hacia los demás. Usted es pagador, váyale mejor o peor: pagar es todo su derecho y su deber.

Lo dije la semana pasada y lo digo también esta. Hacienda no somos todos. Esta hipocresía de país está repleta de tipejos Monteyoro que estrujan al colectivo, físico y jurídico, sin asomo alguno de cansancio, desde sus altos ministerios del fisco y confisco. Y esto va cada vez a peor. Porque hacen lo mismo a derechas que a izquierdas. Y si bien lo de la izquierda puede esperarse, porque ni saben de dónde viene el dinero, de la derecha solo cabe lastimosamente esperar la decepción, porque ni son capaces de corregir los excesos, ni de imponer con un tanto de juicio las buenas prácticas que venden en tiempos de elecciones.