viernes, 5 de agosto de 2022

Tres mil muertos

Tres mil muertos, asesinados directa o indirectamente, son muchos. Es la cifra de ciudadanos que fallecieron en el ataque a las Torres Gemelas, principalmente debido al desplome de los dos rascacielos. Para usted, y para mí, aquel desastre es un lugar destacado en la Historia porque lo pudimos presenciar. Para quienes aún no habían nacido es un momento del que oyen hablar sin percatarse de la forma en que, a partir de ese instante, pivotaron nuestras vidas. Dos aviones ferozmente estrellados en el centro de Nueva York demostraron que en ninguna parte podríamos sentirnos seguros. Lo llamamos Al Qaeda, el ISIS, los ataques del 11M, los atentados islámicos en Barcelona o París o Londres…a final es todo parte de lo mismo. 

Lo del World Trade Center fue un ultraje y entiendo que los habitantes de la Casa Blanca, y muchos norteamericanos, no lo hayan querido olvidar. Pero me parece horripilante que un Gobierno se dedique a dar caza y muerte a terroristas por ignominiosos que fueran sus crímenes. Como llevo con ustedes tanto tiempo, lo mencioné también en su momento cuando los Navy Seals aniquilaron a Bin Laden. Sé que muchas personas creen que la muerte de ciertos criminales está más que justificada. Pero en nuestro mundo, que creemos mejor por llamarlo democrático (basado, por tanto, en el respeto a la libertad y a las leyes), a los criminales se los apresa y juzga. En algunos lugares, cada vez menos, se los sentencia a muerte, sí, pero no antes de celebrarse el juicio, salvo en los regímenes dictatoriales. ¿Es cuestión de número de muertos? En Nuremberg se sentenció a la horca a numerosos mandos intermedios nazis, responsables del holocausto que exterminó a varios millones de judíos, al margen de otras etnias y nacionalidades. Incluso Eichmann en Jerusalén dispuso de proceso legal. 

No es la muerte el procedimiento: es el derecho a ser juzgado por un tribunal imparcial por muy evidentes e incuestionables o probadas que sean las faltas. La muerte de Al-Zawahiri podrá ser todo lo excepcional que se quiera, o alegarse que en las cloacas de las naciones suceden actos contrarios a nuestras creencias y de los que no somos conscientes. Todo ello lo rechazo. Nada puede convencerme de la necesidad de seguir asidos al marco de libertades y derechos que hemos consensuado y no abrir jamás paréntesis o excepción alguna. 

Me asombra el mutismo con que el planeta acepta, no sé si por resignación o alborozo, la propaganda exhibida para celebrar algo que yo no puedo justificar de ninguna manera.