viernes, 17 de septiembre de 2021

Hiyab hispano

Me preguntaba hace unas semanas qué habíamos hecho durante veinte años en las tierras del Talib. Era una pregunta retórica: lo que hicimos fue devolver derechos a quienes carecían de ellos (mujeres sobre todo), permitir el acceso universal a la educación y evitar que la violencia triunfase. Por qué fallamos: sigo sin saberlo. Es posible que por imponer a la fuerza la democracia, como ha afirmado el jesuita Bergoglio parafraseando a Putin creyendo que citaba a Merkel, y obviar que los talibán instruyen la sharía con cánticos sensibles y guirnaldas de azahar para adornar los cuellos de quienes se muestran reticentes. 

Tendemos en Occidente a lidiar incongruentemente con el Islam. Yo mismo he tardado en advertir el atavismo heteropatriarcal cristiano que despliego al contemplar las mujeres magrebíes con el velo musulmán de modestia coránica, prescrito en el siglo octavo y que continúa vigente más de mil trescientos años después (luego dicen de la geología). Digo que he tardado y no saben cómo agradezco a nuestras próceres de Igualdad y Agenda 4501 que me abran los ojos hacia el maltrato a que son sometidas las mujeres sin velo en este país. A las del velo las proscribe su dios: aquí somos un país aconfesional y en las relaciones con los credos religiosos se sigue favoreciendo al mismo Vaticano que en 1983 se desentendió, sin abrogar, del velo prescrito por San Pablo para las mujeres en las epístolas que remitió a la iglesia de Corinto que fundase seiscientos años antes de las iluminaciones mahometanas. 

Nuestra modernidad, según las activistas ministrantes, no deja de ser sedicente y oculta una realidad menos lustrosa: la mujer es vapuleada de continuo, se le impide el acceso a cualquier tipo de estudios o de trabajo y no puede deambular borracha y sola por la calle, aspiración legítima que acaso no alcance en todo el siglo XXI. Puro Afganistán. Porque, atendiendo el griterío insaciable, la libertad en España comienza y acaba donde los hombres heterosexuales, homofóbicos e islamofóbicos decidimos y tamañas pretensiones no pasan de meras ambiciones a las que accederemos cuando a nosotros nos venga en gana. Ni entiendo cómo dejamos hablar tanto a las activistas con cartera: tal vez para que las que llevan cartera sin ser activistas, reconocibles por estar sentadas a izquierda y derecha de Dios Sánchez, no desarrollen ínfulas en demasía. 

Qué grande es disponer de guías preclaros en estos tiempos de gloria preterida. Si resulta que se vive mejor en el Talibán y todo…