viernes, 22 de mayo de 2020

Notables medallas

Si no fuera porque no tiene maldita la gracia, diría que estamos divertidos. Nuestro presidente, campeón mundial en invenciones, se cuelga un notable y una medalla por impedir 300.000 muertes en España (las mismas que llevamos en todo el mundo). Todo ello mientras se ríe de Bildu, de los naranjas y hasta del ujier que pasa por allí por servirle agua. Como miente mucho, habrá que tomar por cierto lo contrario de lo que afirma. Verán cómo en unas semanas el CIS publica una encuesta asignándole un 7,5 por su gestión: para eso está ahora el CIS, para crearle argumentario. Y lo de Bildu… bien está que salgan burlados en lo de imponer la política laboral, pero no hay que fiarse porque el Congreso se expande por los extremos y estos tienen un aliado estupendo en el señor a quien horrorizan los escraches perpetrados contra él, que no los por él perpetrados.
Con lo de los escraches también da la risa y sin ninguna gracia. Las dos Españas están más enardecidas que nunca: mal asunto. Se observa cuando un súbdito y tocayo del vicetodo justifica los escraches por la izquierda en la humildad y sencillez de sus activistas. O en lo de uno que, sin pintar ya nada, vocifera que sin Madrid cuán pocos muertos habría en España. O cuando un ministro, menor, pero ministro (aunque hay tantos que poco importa serlo), arrea en el Congreso contra los empresarios del turismo. De verdad, en qué monumental idiotez peligrosa se está convirtiendo la política. No puede sorprender que en la calle solo haya caceroladas y cuchufleteros.
No hay inteligencia. Tampoco al otro lado, desde donde sube al estrado un señor que está ahí porque no tiene cosa mejor que hacer. Su discurso es hueco, como el máster que le regalaron para ser alguien. Supongo que no se entera porque ni siquiera sabe a qué juega su partido, pero habla (muy mal, por cierto) porque es el que está ahí, aunque no sepa ganarle una sola mano al tahúr de enfrente. Los restantes, algunos con aposturas barriobajeras, van de relleno. Incluso los peneuvistas, que no necesitan convencer para vencer siempre y llevarse las ganancias bajo el brazo: qué bien les sienta a los nacionalistas que solo haya bufones en la Corte. Los del partido naranja, a quienes el CIS acaba de bendecir (ay, pobres), ya tienen su minuto de gloria previa al infarto político. Algunos a eso lo llaman el centro: permitir que la gente siga contenida en casa meses después de periclitar el motivo del encierro, mientras un autócrata impone sus desvelos, ficciones y torpezas.