En
2015, a raíz del MERS, Corea del Sur corrigió la carencia de pruebas clínicas
ante emergencias. A las pocas semanas del episodio de Wuhan, dispuso de
capacidad para evaluar a 10.000 personas diarias. Este rápido despliegue fue una
ventaja clave junto con la información precisa del movimiento de ciudadanos infectados,
tomada de celulares y tarjetas de crédito. Un diagnóstico a tiempo salva vidas,
si bien es cierto que COVID-19 carece de tratamiento específico hasta la fecha.
Las muertes se producen por neumonitis vírica o bacteriana sobreañadida, un asunto
bastante familiar para el personal sanitario de las UCIs, que lleva tratándolas
desde hace años.
En 2015,
el 28,6% de los italianos tenía más de 60 años. En este país, el 90% de los
fallecidos tiene 70 años o más. El virus afecta por igual a hombres y mujeres,
pero los datos de China revelan que la ratio de decesos en varones es del 4,7%
y del 2,8% en mujeres. Fumar es un factor claramente asociado al riesgo: mortalidad
para fumadores del 24% en Italia y 27% en Corea. En el país transalpino fuma el
28% de los hombres y el 20% de las mujeres. En Corea, fuma el 50% de los
hombres y solo un 5% de mujeres. Parece claro, el tabaco mata también a través
del COVID-19.
En
China, a fecha de ayer, los decesos por COVID-19 se duplican en 31 días (buena
señal). En España, Holanda y Reino Unido, en solo dos días. Estamos en el peor
momento. En Italia, 4 días. La tasa de mortalidad varía del 0,9% (Corea del
Sur) al 4% (global actual). COVID-19 se alinea con las infecciones habituales
de otros coronavirus comunes: en el 25% de los casos no produce síntomas.
El
aislamiento de la población es eficaz y necesario. La gente lo cumple y esa es la
mejor noticia. Ello no impide que el virus alcance todos los confines del
planeta. Los medios salpican el número de casos activos y fallecimientos en
tiempo real, pero en España es alarmante que no se informe oficialmente del
número de hospitalizaciones y muertes por grupos de edad, sexo, clase social o
patologías previas, como sí hacen otros países.
COVID-19 no es el fin del mundo y del batacazo
económico saldremos. Tengo muy claras ambas cuestiones. Pero necesitamos,
cuando todo pase, mejorar la participación pública y la información para evitar histerias
contraproducentes. Se presentarán nuevas amenazas, ya sean virus, ataques
cibernéticos o devastaciones meteorológicas. Los ciudadanos de todo el planeta
estamos cumpliendo. Por eso esperamos mucho de nuestros gobiernos desde ahora
mismo.