viernes, 24 de enero de 2020

La montaña mágica


Siete años permaneció Hans Castorp en Davos, hasta la Gran Guerra. Siete veces siete años más tarde, el barullo del Foro Mundial parece un desfile de poder, con huestes alternando francachelas y conferencias, cual hoguera de todas las vanidades que en el mundo son: las más, efímeras; las menos, hereditarias. Para muchos un sacacuartos, para otros una comedia bufa, el dichoso Foro ha devenido lienzo atemporal donde predicadores, activistas y líderes de todo tipo cuentan con su minuto de gloria. Y quienes no acuden también, porque el cuadro de las monsergas sobre capitalismo, sostenibilidad y desigualdades no solo se bosqueja en los Alpes, también en los binoculares que tratan de no perder comba de cuanto allí se cuece, por escaso que sea el condumio de la olla.
Pareciera que los presidentes de todo lo presidenciable acuden juntos a un balneario a expiar pecados, que son muchos y todos capitales (nunca mejor dicho). Desde el ave purísima por el clima al santiguamiento por la pobreza, todo es contrición. Pero nadie les absuelve: se indultan solos. El sedicente Foro no sirve de mucho, digámoslo claro, salvo para apretarse las manos, sonreír e irse de cenas y parecer Amo del Universo, aun sin ser otra cosa que un mentecato, pero el peligro de consunción existe y de ahí que sirva el inefable tinglado para que poder y dinero busquen regenerar su maltrecha imagen, o al menos congraciarse con el resto del mundo, que somos todos los demás. Ibidem, a la vuelta de cualquier esquina te encuentras a un vocinglero, como esa repelente niña sueca que va diciendo que le han robado la infancia y los sueños (será por el oleaje azuzando el catamarán). Nunca faltan voces en el asunto de la ética universal.
Dice el señor que fundó el Foro que ahora quiere financiar proyectos de reducción de emisiones. A ver si me concede una subvención para plantar robles y encinas en la finca que tenemos en las Arribes, desamortizada de árboles por aquello de hacer pastar el ganado en tiempos remotos en que los pedos de las vacas todavía no alarmaban a nadie. Acción climática, que prometen los activistas, quizá porque lo del descontrol de las hipotecas suena bastante técnico. Esa batalla la van ganando, pese a Trump.
Espero que a nuestro sedicente gran estadista algo allí se le pegue, como a Góngora el arte de escribir versos, ahora que el tronío lo tiene pleiteado con los escribas, y que advierta que fue en Davos donde Mann ubicó el fin de una era.