viernes, 15 de noviembre de 2019

Revotáronse

Muchos votaron y no pocos se revotaron. Ya todo el mundo sabe que un partido se dejó el domingo dos millones y medio de votos, así como quien oye llover. Los que ganaron perdieron una bonita cantidad, muy parecida a lo ganado por los segundos. Los indepes (que dicen ahora) han ganado terreno casi sin que se note, y a mí me ha preocupado mucho. Entre los vascos se han anulado mutuamente. Y, oiga, aunque sea repetir lo ya dicho mil veces: los “degenerados” (cfr. la columna del otro viernes) han apañado casi un millón más de papeletas. Y esta cifra no es baladí. 

Se pongan como quieran ponerse los unos y los otros, el hecho es incontestable: más de tres millones y medio de personas han apuntalado a la voz en latín y, de todos ellos, creo que solo unos pocos confesarán ser fachas, franquistas, retrógrados o de extrema derecha. Los tiempos son otros. Que le pregunten a mi madre, que en el remake de las elecciones también depositó la papeleta a favor de ellos: “a mí me da igual lo que digan, yo voto lo que me parece”. Pues claro que sí. Quién se lo va a negar: ¿acaso los que se pasan la vida dando lecciones de democracia? Quienes opinen que los votantes son meros trasuntos de los programas electorales que apoyan, ya pueden ir buscando una perspectiva mejor sazonada.

Tanto remake, tanto devoto, tanto revoto… y resulta que el segundo que más ha perdido ha sido a la postre quien más contento ha obtenido (por delante del apestado con quien nadie quiere hablar). Por fin, su prédica ha sido escuchada en el empíreo donde yacen los astros, aunque algunos piensen que antes que estrellas, lo que hay son estrellados. Viendo cómo se han desarrollado los eventos políticos en tan breve espacio de tiempo, confío en que lo escrito por los partidos en esos panfletos que nadie lee sea papel mojado (que es lo que suele ser siempre). ¿Alguien estaba preparado para contemplar el revoto presidencial hacia quienes hasta no hace tanto le impedían conciliar el sueño por las noches? Yo no, al menos.

Iluminados por el dictado popular, dos dirigentes no demasiado antagónicos, pero insoportables entre sí, se han abrazado tras encontrar en la palabra “progresista” su particular bálsamo de Fierabrás. No seré yo quien denoste la coalición de gobierno antes de que se haya formado este, faltaría más. Y tan cínico como me he vuelto en estos asuntos de la política, pero aún no creo que tenga que ser, como anuncian, un caos. De momento, claro. Luego ya se verá.

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