Los
hay que no callan ni debajo del agua. Eso pensé cuando leí el fin de semana
pasado que Facua había denunciado la campaña del Día de la Madre de nuestro
inefable El Corte Inglés. Una campaña, según decían, rancia, retrógrada y
machista por cosificar y menospreciar a la mujer con el lema “0% quejas. 100% madre”. El verbo que
titula esta columna lo leo siempre en relación al machismo en cualquiera de sus
actitudes, salvo que acuda a Marx o a la filosofía, en cuyo caso se refiere a la
despersonificación del ser humano dentro del mercantilismo capitalista. Desde
esta última acepción es obvio que el Corte Inglés, como todo lo que mueve la
publicidad mercantil, nos cosifica; pero desde la primera, no puedo ni debo
secundar la repulsa de Facua.
El
problema de muchas denuncias actuales (y vivimos inmersos en una civilización
que se queja constantemente de todo) estriba en la sedicente altura moral que
se arroga quien la ejecuta. Y para disponer de esa altura, o uno es intelectual
de pies a cabeza (rol en desuso) o posee creencias ideológicas acérrimas, lo
cual es también convertirse uno mismo en cosa. Solo así puede justificarse que
haya quien piense que con lo de “100% madre” se parangone a la mujer con un ser
que solo sabe cocinar, fregar los platos o hacer las camas. Uno es padre o
madre a tiempo completo, tanto cuando prepara la cena para los suyos como
cuando vuelve tarde a casa del trabajo por una reunión extemporánea.
En
realidad, Facua confunde principios atributivos (énfasis de un atributo de la
mujer: ser madre) y principios distributivos (ser madre es tan ser mujer como ser
trabajadora o ser empresaria). Me sorprendería que no los confundiesen... Y si lo
vocea en alto es porque tal es la tónica de quienes hogaño viven para aparentar
ser los más modernos: la denuncia perpetua. Pero son ellos quienes enfrentan los
papeles de madre y mujer: los demás no lo hacemos. Son ellos quienes ven
machismo por todas partes (si no han censurado ya a Anna Jarvis es porque,
presumiblemente, ignoran quién fue).
Este
feminismo tan radical, tan rayano en la misandria, se nutre de la misma
demagogia “atributiva” de tantos otros
movimientos de hoy en día que, desde la supremacía moral, imparten lecciones
sobre lo que está bien (lo que ellos dicen) y lo que está mal (lo que nosotros
hacemos). Narcisismo colectivo, que diría el otro. Cosificación, que digo yo: Facua
nos convierte a todos en instrumentos necesarios de su rabia interior.