viernes, 5 de abril de 2019

La escombrera

Las elecciones son lo más parecido a la Noche de Reyes, salvo por dos insignificantes detalles: el primero, que somos nosotros quienes recibimos cartas repletas de presentes; el segundo, que los regalos nunca se materializan.
Basta echar un vistazo a las cuentas de Gran Capitán con que el actual presidente y candidato a reelección por su partido nos quiere comer las orejas: ingreso mínimo vital, cero copagos en medicamentos, matrícula universitaria gratuita, ortodoncia por cuenta del Estado, guarderías sin coste… Tan interiorizado tiene su papel de Rey Mago escribidor que ha acabado por pensar que los ciudadanos somos tontolabas (palabra que, justamente, proviene de la costumbre de hacer pagar el Roscón de Reyes a quienes, en lugar de regalo, su porción escondía un haba: “el tonto del haba”). Yo imagino que ni siquiera sus más recalcitrantes votantes se toman en serio tan inefable ristra de trampantojos, pero por si acaso ahí quedan…
Pero no. La gente sabe más de lo que estos expertos en engañifas aparentan creer. Sabe, por ejemplo, que el desafío independentista en Cataluña lleva años gestionándose de manera pésima por una de las partes (la otra parte ejerce su papel de aprendiz de tirano a la perfección) y que cualquier Gobierno que dependa de esos votos no hará sino empeorar la situación. Como sabe que las subvenciones y regalos se pagan con impuestos, porque el oro no crece en los árboles. Como sabe que hay cosas más urgentes que mostrar iniciativas dizque sociales de imposible ejecución, salvo que uno se llame Maduro (y ya sabemos cómo acaban esas cosas). Como sabe que las cuentas públicas merecen rigor para poder enfocarse en lo que sí importa, las pensiones y el desempleo, porque la alegría en el gastar tiene los días contados.
Uno mira a derecha e izquierda del hemiciclo y lo único que descubre son escombros, mediocridad o cobardía. Hasta los podemitas caminan cabizbajos porque, pobres ingenuos, creyeron que su populismo era capaz de trascender a sus ramplonas aspiraciones individuales. Ni unos ni otros (tentado estuve de escribir hunos) dibujan un proyecto de país, de prioridades, de coherencia fiscal, de respeto hacia ciudadanos y empresas, que son quienes día tras día hacen (hacemos) caminar esta piel de toro.
Qué amargos son los procesos electorales. Incluso despistan de mi deseo original de hablar del escritor que una vez describió a un niño de ojos amarillos, como los alcaravanes... Para la próxima.