viernes, 4 de enero de 2019

Desigual país


A finales de 2018, la OCDE publicó su análisis económico sobre España, donde tilda a la descentralización de grave obstáculo para el crecimiento y la igualdad. Conviene leer el informe, pese a tratarse de asuntos conocidos: mercado, normativa, renta, productividad, innovación, fiscalidad, pobreza, fracaso escolar, desempleo, etc. Todas las variables de importancia son heterogéneas en España. Claro que también lo son en esta Europa que, aparte de la unión hallada en su nombre, ha unido bien poca cosa. Por añadir algo, se podría aludir a la actual organización territorial como causa primera de corrupción en nuestro país, pero dejémoslo ahí. La OCDE no advierte que la falta de cooperación entre comunidades en cuestiones básicas y económicas se explica porque la descentralización en España no fue administrativa, que tal cosa vino después, sino política, lo cual imposibilita las tareas armonizadoras de cualquier Gobierno. 

Este estado autonómico es fallido, a mi entender, por ser no una fuerza integradora de regiones independientes, sino una fuerza centrífuga que ha creado pseudoestados eternamente insatisfechos. Resulta curiosa la ligereza con que estos arremeten contra la Constitución, máxime si tenemos en cuenta que esa centrifugación les ha favorecida no por las presunciones históricas de los territorios (existentes no en la medida colosal que los nacionalismos parangonan) sino por la ley electoral en ella observada, que concede a los nacionalismos mayor representación parlamentaria de la que les corresponde por votos, convirtiéndolos primero en bisagras de la gobernabilidad y luego en monstruos independentistas. Todo ello, por cierto, a costa de aumentar la disparidad social y económica de unos ciudadanos que tributan formalmente como una única unidad (cupos mediante). 

Personalmente veo complicado que se produzca ya ningún cambio orientado a paliar la desigualdad territorial, por lo que es previsible que, años mediante, se acabe produciendo la independencia por algunos anhelada. Las consecuencias de ello están por verse. De todo ello habremos de seguir hablando en este 2019, incluida la inquisidora corrección política, agente vertebrador que, surgido de la flaqueza ideológica, cuando no del absurdo, coadyuva a todo cuanto está pasando hasta acabar sometiendo a la sociedad, y en muchos ámbitos (el político, primero, pero no el único) a una opresión insoportable, hasta anatemizar el debate intelectual. 

Feliz Año.